Viernes 20 de junio 2025

Maleficio de sitios y de herencias no rehusadas

Redacción 18/10/2009 - 01.50.hs

Silvio Berlusconi, el primer ministro de Italia, ha vuelto a ser sacudido, esta vez porque el tribunal constitucional declaró nula su ley que disponía que los cuatro principales hombres del gobierno no podrían ser procesados judicialmente mientras se hallasen en el ejercicio de sus mandatos.
Silvio contestó que esa decisión le importa menos que un pepino y que de ninguna manera puede esperarse que renuncie a su cargo. La ley de inmunidad no es lo peor que le atribuyen (la oposición, desde luego, pero no sólo ésta) a Silvio. El cargo más frecuente habla de conducta escandalosa, que incluye fiestas al parecer orgiásticas, con mujeres contratadas a precios muy altos. Silvio, cuya esposa lo dejó para divorciarse, no niega nada y sus allegados destacan que siempre invita a personalidades del país y del extranjero, lo que vendría a demostrar que tal es su modo de hacer política.
Esta circunstancia italiana se da en unos lugares que han conocido conductas escandalosas de los gobernantes desde que se tiene memoria. Alguien que se incline por dar crédito a las llamadas ciencias ocultas, podría sostener la idea de que tales sitios de Roma y otras localizaciones de la actual Italia, tienen el poder de distorsionar la conducta de las personas más templadas. Sería como si estar ahí alterara todo el organismo y lograse que el hombre presuntamente poderoso, se convierta en marioneta de fuerzas ajenas a su dominio.

 

Calígula y la locura
La historia de este tipo de hechos ha sido contada. Es tan extensa, que ni siquiera se puede ensayar una síntesis periodística. La misma Roma, en los comienzos de la era cristiana, llegó a ser gobernada por un individuo conocido con el seudónimo de Calígula (Cayo César y una cantidad de otros nombres). Lo menos que se relata es que abusó sexualmente de sus propias hermanas (Agripina, Drisilla y Julia Livilla), a las que, también, obligó a prostituirse. Salvo Plinio el Joven, todos los historiadores atribuyen esas demasías a la locura. Calígula, el bello niño que iba con su padre, Británico, a donde las legiones y gustaba ponerse las botitas (caligas) de los legionarios (de ahí su apodo : Calígula) habría sufrido enfermedades que pueden trastornar el juicio. Gobernó del 37 al 41, año en que lo asesinaron, aunque no para mejorar las cosas del gobierno ni la conducta de los gobernantes. Este Calígula fue el que hizo poner una estatua suya en el templo de Jerusalén y pretendió que su caballo Incitato fuese designado cónsul y sacerdote. No hubo oportunidad de ver si un caballo puede desempeñar tales funciones mejor que tantos humanos.

 

Historias mexicanas
La historia del largo y poderoso virreinato de México está poblado de relatos de abusos de todo tipo, sin que lo sexual deje de brillar en medio de tanto escándalo.
Por lo que se lee acerca de hechos de los siglos XVII a XIX (incluso, posteriores a la independencia), el escándalo sexual era, infaliblemente, culpa de la mujer. Desde las Siete Partidas (medievales) la mujer no podía acusar a su marido de adulterio, pero el marido sí podía hacerlo, sin aportar prueba atendible. Ello se debía, según un estudio de George Simmel, a que se tenía por cierto que la mujer no disocia su cuerpo de sus emociones, de modo que cuando peca lo hace con todo y se pierde para siempre. En cambio, el varón se limita a tener sexo, sin que esa actividad comprometa a su cuerpo ni condicione su existencia. Por eso, en determinado momento el virrey creó la Casa de Recogidas, donde iban a parar las mujeres cuyos maridos las acusaban de adulterio. En 1809 había en una casa de ese tipo, sesenta internadas, de las cuales 19 eran mujeres casadas, denunciadas por sus maridos. Brígida Rivera pudo hacerse oír en 1813: había sido acusada sin fundamento. De nada le valió, aunque, tiempo después, el marido pidió que la dejaran libre porque pudo haberse equivocado. Juana Mele, en 1809, fue internada porque tenía sífilis y el marido la denunció y, a la vez, dijo que era un peligro para la vecindad. También se negó a hacerse cargo de los gastos médicos. Con el tiempo se supo que había sido contagiada por el marido.
No solamente los gobernantes electivos caen en la tentación. El majestuoso Luis XV cayó bajo el embrujo de Madame Du Barry, que venía de los prostíbulos de París y luego fue la mujer más poderosa de Francia. El músico Wolfgang Amadeus Mozart, que sólo vivió 35 años, supo de la adoración femenina desde la infancia. Se arrojaba en el regazo de la emperatriz de una manera que no parecía infantil, dicen. Él mismo escribió que si se hubiese casado con todas las mujeres con las que tenía amoríos (ya adulto) tendría que estar atendiendo a no menos de doscientas esposas.
JOTAVE

 


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