Hoy como a Illia hace medio siglo
Años después de la caída de Arturo Illia, los historiadores que llevaron su mirada a ese convulsionado período de la historia no podían explicarse los motivos reales del supuesto consenso que acompañó a ese golpe militar. Si se lee la prensa de esa época y se utiliza como fuente, sobre todo la porteña y de opinión, el país estaba siendo retrasado en sus posibilidades de desarrollo por el paso cansino de un presidente al que apodaban "la tortuga". Pero los historiadores que no se dejaron llevar por ese clima "destituyente" que desde los medios se bajaba a la sociedad. Contrastaron la información sesgada del periodismo y la opinión de los analistas del momento con las cifras reales de la economía y con la evolución de algunos de los problemas reales del país y llegaron a la conclusión que el clima hostil hacia el presidente fue una invención de la realidad que tenía claras motivaciones políticas. Allí se mezclaban el pacto sindical-militar entre el mesianismo de Juan Carlos Onganía y las veleidades de una cúpula sindical que se decía heredera de Perón, junto a concretos intereses económicos entre los que sobresalían los de las corporaciones petroleras y farmacéuticas (ambos intereses tocados por la política nacionalizadora de Illia).
En esos años, el periodismo, la gran prensa nacional, inauguró una forma perversa de manipular la realidad, reinventarla y lanzarla a la sociedad con su polaridad cambiada. La bonanza económica, el respeto a la ley y las claras medidas de defensa de la dignidad y la independencia económica del país, se ocultaron bajo un discurso donde los actores políticos y económicos al acecho que lo propiciaban no mostraban sus intenciones.
En estos días, leer los diarios, escuchar los noticieros o tratar de entender el discurso de los opinadores políticos y económicos remite, necesariamente a aquél antecedente histórico cuando los medios y las corporaciones le inventaron a la ciudadanía una realidad que terminó por imponerse. Hoy como ayer la realidad intenta ser deformada para que se acomode al escenario apocalíptico que debería preceder a la salida del gobierno y su reemplazo por quienes demuestren ser capaces de "normalizar" las relaciones políticas, económicas y sociales alteradas por el matrimonio presidencial.
Los signos positivos que arroja la economía nacional desde hace un trimestre, las unánimes previsiones de crecimiento para el año próximo, el máximo histórico en sus cotizaciones que alcanza la Bolsa día tras día, el aumento de las asignaciones familiares, por nombrar solo algunas de las noticias de un solo día, son presentadas por la corporación mediática (corporación que se divide en varios grupos económicos supuestamente en competencia pero que, en la práctica demuestra un espíritu de cuerpo y de clase que se traduce en su discurso unificado) poco menos que como una información meteorológica cuyas causas no tienen nada que ver con la conducción política cuando no se deforman con los infaltables "peros" que relativizan y hasta las negativizan.
Para completar ese cuadro surrealista que inventan los medios, se transforma la rotura de un vidrio en Jujuy y el tradicional escrache verbal a un embajador norteamericano como un "clima de violencia política", se presenta el proyecto oficial para reformar la funesta ley de entidades financieras que impuso Martínez de Hoz bajo la dictadura como una mera excusa para recaudar y, en el colmo del cinismo, la presentación del proyecto para crear la asignación universal por hijo como una "trampa".
Mientras, la apropiación de hijos de desaparecidos por parte de la dueña del principal diario es justificada por la denunciadora profesional como los "hijos de todos" y el espionaje de la flamante policía porteña no merece sino algunas líneas en páginas interiores.
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