Dinámica de lo que no se debería decir
SEÑOR DIRECTOR:
Parodio a Borges y digo: "confieso que me gusta el fútbol". Borges decía: "Confieso que he pecado".
Tal como lo veo, el fútbol es una repetición teatralizada de la historia y de la condición del hombre (la condición se expresa en los hechos y la historia es narración de esos hechos).
Fíjese usted: ahora pienso que la crisis que afecta al fútbol y que, entre otros efectos, ha puesto la tabla tradicional patas para arriba, ha producido un efecto inesperado: Dante Panzeri decía que, ya en su tiempo (hacia 1960), el público del fútbol iba a la cancha "a ver ganar y no a ver jugar". Lo que en estos días observo en que muchos volvemos a mirar los partidos por el gusto de ver jugar. La caída de ídolos y prestigios nos ha liberado (o propone liberarnos) de la condición de hinchas y nos restablece como espectadores de una justa de habilidades. Puedo estar encandilado por la gana de qué así sea, pero hay que saber gozar del momento, aunque se tenga el presentimiento de su condición efimeral. No dejo de admitir que el recrudecimiento del profesionalismo, que ya se denunciaba en la época de esplendor de El Gráfico (Borocotó, Félix Frascara, Panzeri, Pepe Peña), ha recrudecido y está cambiando la naturaleza de la oferta. Como si se tratase de terminar con eso de "dinámica de lo impensado", que se le ocurrió a Panzeri y que repiten muchos que no leerán su libro (Panzeri cerraba su escrito diciendo: "este libro no sirve para nada").
Maradona siempre cumple, siempre confirma las expectativas. Cuando logró llegar a conducir la selección se descontaba que estaría en el centro de todo conflicto. Quizás no se esperaba que se expresase con la crudeza que usa y que obliga a que hasta sus más fieles seguidores reconozcan que pisoteó cierta convención. Que incurrió en exabrupto. Todo el mundo está hablando ahora del "exabrupto de Maradona", casi tanto como se habló de aquel gol con "la manito de Dios". Exabrupto es salida de tono, como dicho o ademán inconveniente o inesperado, manifestado con viveza (con arrebato). No usó un lenguaje tan distinto al que oye en la televisión, de modo que puede pensarse que sólo está unos pasos adelante, pero que acepta y usa el camino que han abierto otros. Se le objeta haber dicho lo que no se debe decir, lo prohibido en público. Empero, eso que no se debe decir es pensable; se piensa y se forma la frase que lo expresa y hasta se puede decir entre íntimos, en sitio recoleto. Otra cosa es pensar que lo que dijo fue una grosería, no tanto porque "no se deba" sino porque retrata la situación y quizás la condición de quien se expresa y que, al mismo tiempo, supone renunciar al plan de cultivarnos para humanizarnos. Pues, si aceptamos este modo de ver, tendríamos que concluir que las relaciones humanas, en lo íntimo y profundo (y que no se debe decir), se mueven en un suelo escatológico, de excrementos, sobre el cual crece una vegetación lujuriosa que da expresión a una hipertrofia desaforada de lo sexual y de perversiones relacionadas con el sexo. ¿Es que todo lo vemos, sentimos y juzgamos bajo la especie de excremento y libido? ¿Somos sólo ese animal? ¿Tal es la plataforma del fútbol de nuestros días o es, además, la plataforma común y no confesada de las relaciones humanas?
Estamos donde miraba Dante Panzeri. Decía este amante del fútbol como juego que "al fútbol profesional se lo salva desalentando su materialismo". No sé si acertó en esto, porque el profesionalismo materializa al juego y nadie debería sorprenderse que, luego, lo condicione hasta las últimas consecuencias. No sé si alguna vez fue solamente juego, pero me parece que ahora es espectáculo. ¿Podrá sobrevivir como espectáculo, como teatro? Panzeri decía que la verdad del fútbol es el jugador. Pero este fútbol profesional hace eso con el jugador: le quita el papel protagónico. Lo condiciona como a títere. El exabrupto de Maradona puede expresar una agonía.
Atentamente:
JOTAVE
Artículos relacionados