La extraña aventura de los ventrílocuos
Tiempo atrás he podido asomarme, por primera vez, al mundo de los ventrílocuos, esos personajes que saben modificar su voz para que se crea que viene de otra persona u objeto y que también imitan voces ajenas.
Nunca les había prestado atención hasta conocer a Chasman y Chirolita, es decir, el ventrílocuo y su muñeco. Esta pareja argentina, que fue popular hasta hace unos quince años y ocupó buen espacio en la televisión, me planteó interrogantes de distinta entidad. No traté de saber cómo lo hacían, porque eso es de fácil averiguación. Me importaba saber si esta relación con el muñeco podría tener algún efecto en el ventrílocuo, pero no llevé mi fantasía al extremo de preguntarme si también el muñeco registraría algún cambio.
No hay engaño en lo que hacen estos titiriteros (digámoslo así, puesto que operan un títere). El público sabe que el que habla es el hombre y que su arte consiste en ayudar a creer que lo hace el muñeco y que se establece un diálogo entre ambos. Durante largo tiempo se decía que hablaban con el estómago y la palabra que los designa dice eso: venter (vientre) loqui (habla), en latín. El arte consiste en mover los labios de manera imperceptible y, al mismo tiempo, dirigir la atención del público hacia el títere. El galés Arthur Prince, dicen, fue el primero en beber y hacer hablar a su muñeco al mismo tiempo. Este mismo personaje, del siglo XIX, permite anotar otra observación: que dispuso ser enterrado con su muñeco en la tumba donde ya estaba su esposa. El más notable fue Edgar Bergen, de Chicago, cuyo muñeco, Charlie McCarthy, sigue siendo el prototipo. Vestía con la etiqueta de época, llevaba sombrero de copa y lucía monóculo. Dos ejemplares de Charlie están en museos de Chicago.
Algo más que la propiedad
Lo que parece surgir de los antecedentes, es que entre el títere y quien lo opera se establece una relación que va más allá de las necesidades del espectáculo y de su preparación. Se sabe de algunos titiriteros argentinos que, ya retirados, conservan su muñeco y dialogan con él en los años de su vejez. Cuando sienten que se acerca la muerte, toman previsiones con respecto a su partenaire: bien disponen que los acompañe en la tumba, bien lo ponen en manos responsables (para conservarlo, no para que lo usen). Es cierto que este fenómeno de relación afectiva suele darse también entre el operario y su herramienta básica, pero no se repite la situación determinante, ya que la herramienta no es la duplicación del obrero tal que surjan dos seres diferenciados, sino una prolongación de su propia mano, siendo que la mano ha sido la primera herramienta del hombre. No se sabe que alguien se entierre con su herramienta, como sucede con los ventrílocuos, aunque debe haber en algún museo algunas de las herramientas e instrumentos varios que sirven para evocar la memoria de alguien que se distinguió con ellos en el ejercicio de alguna habilidad manual.
Chasman y Chirolita
Al comenzar esta nota menciono a Chasman y Chirolita, la pareja de mayor fama en la Argentina. Chasman (cuyo nombre era Ricardo Gamero y el de su muñeco era Míster Chirolita), murió hace diez años y ha sido recordado en el aniversario reciente. Tanta fue su resonancia, que la voz chirolita ha quedado en el uso vernáculo, sobre todo en la política, para hacer referencia a la persona que depende enteramente de otra (o sea, que carece de personalidad). No es tal la idea que dejaba Gasman: su muñeco era un individuo serio, capaz de replicar y de oponer razones. Y que se fastidiaba cuando le decían tonterías. Era servicial, pero no servil.
Gasman, ya dijimos, murió hace diez años, a comienzos de mayo. Chirolita le había sido robado dos veces y lo recuperó pagando lo que le exigieron los raptores. Ahora, según el testimonio de familiares que ha recogido el periodismo en el aniversario de la muerte del ventrílocuo, el títere está seguro en la caja de seguridad de un banco. En un artículo publicado en Página/12 se recuerda que hay un cuento de Ray Bradbury en el que toda la tensión recae en la relación entre un señor tímido y su "dama de madera", con la cual lograba entablar diálogos muy animados, que lo transfiguraban. En el relato de Bradbury la esposa del señor tímido terminó celando a la "dama de madera", porque lograba una intimidad que ella no había sabido desarrollar con su marido.
Esta nota quiere ser un homenaje a la memoria de Chasman y Chirolita y una propuesta para que el lector desarrolle la idea de la relación que puede generarse entre hombre y muñeco. Es posible que esta intriga explique el atractivo que han tenido siempre los ventrílocuos.
JOTAVE
Artículos relacionados