El lugar de la vocación
La docencia, más allá de los vaivenes socioeconómicos del país y diversas crisis salariales y laborales que la afectaron durante décadas, continúa hoy siendo un inexplicable lugar de elección y vocación para muchos. Para ser honestos, en los últimos años muchos educadores decidieron tomar otros rumbos y dedicarse a tareas mejor retribuidas y menos fatigosas, y otros directamente dejar de lado esa vocación y estudiar por uno o dos años más una carrera universitaria que les diera más prestigio.
Las diversas gestiones educativas en los últimos años se propusieron evitar esa "fuga" y "vaciamiento" en los institutos de profesorado, y entre otras medidas anunciaron el otorgamiento de becas y estipendios a quienes quisieran inscribirse en la carrera docente, luego del secundario.
"Faltan docentes sobran funcionarios", dijo Eduardo López, secretario general de UTE, rama porteña de CTERA y quien ejerce aún en la Villa 11 14, de Barracas, conocida como la del "padre Pepe". López enumeró entre otros problemas sobre la profesión que "muchos chicos por los 1.500 pesos de inicial que pagan en la Ciudad prefieren trabajar en un call center".
Además que la carrera de maestro de grado "se llevó de tres a cuatro años" por la ley de Educación Superior y que "por algo más de cuatro años prefieren estudiar en la universidad Diseño o Medicina, que les da más prestigio y pueden hacer algunas prácticas".
A las ya conocidas enfermedades profesionales de los maestros argentinos -problemas de columna, voz, vista, auditivos y nerviosos, estudiados entre otros en los 90 por Deolidia Martínez, pedagoga de CTERA y profesora de la Universidad Autónoma de México (UNAM), se suman hoy nuevas dolencias "modernas".
Entre estos males de la época, se habla hoy que muchos docentes de todos los niveles educativos consultan por el "síndrome de burn out", o de "cabeza quemada", que les da la sensación de paralización física y mental, y de no encontrar sentido a la tarea.
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