Imposible bajar del mundo en cambio
SEÑOR DIRECTOR:
El tema obligado de estos días es el de la ley sobre casamiento homosexual, una iniciativa de la bancada socialista opositora al gobierno nacional, pero que curiosamente muchos ven como una de las batallas o reyertas contra el kirchnerismo.
Hasta el momento de escribir no existía certidumbre acerca del voto del Senado. Si es contrario al de Diputados, la cuestión volvería a la iniciadora.
Le he dado todas las vueltas posibles al tema. Hace cierto tiempo pensaba que no veía razón suficiente para que la unión de homosexuales fuese denominada y definida como el matrimonio heterosexual. Me decía que si las nuevas parejas eran igualadas en derechos, una u otra denominación carecería de importancia. El debate permitió ver que lo que estaba en juego era, precisamente, el tema de la igualdad, porque la unión civil excluye la posibilidad de adopción, de modo que el nombre diferente de esas dos alianzas (homo y hétero) conlleva algo más que una cuestión de palabras. Asimismo, el matrimonio entre homosexuales es resistido por una confesión religiosa que nunca ha reconocido el matrimonio civil, puesto que sólo vale para ella el que se consagra en el templo. Lo civil sería, para esa iglesia, una cuestión de trámite burocrático, a los fines mundanales.
El debate repite conflictos que se han repetido a lo largo de la historia. Cuando imperaba la esclavitud, que estaba admitida desde el lado religioso, era evidente que algunos hombres (muchos, en verdad) aparecían despojados de algo de su condición humana, en realidad, de la sustancia de esa condición: la libertad y, por ende, su igualdad con los demás humanos. Al avanzar la propuesta de abolir esa trata no pocos entendieron que se atacaba la base de uno de los pilares del orden mundano coordinado con la trascendencia que es materia de fe. Si se lee sobre la esclavitud y la lucha contra ésta en los Estados Unidos, se verá que también se entendía que los abolicionistas iban contra la ley natural; o sea que quienes pensaban así entendían que lo "natural" era que unos hombres fuesen sometidos a la voluntad de otros. Por lo tanto, creían que lo natural es que los hombres sean desiguales, de manera que unos nacen libres y otros están consignados a la esclavitud. Dado que esclavitud imperó por siglos, nada resultaba menos extraño que ver que mucha gente de buenos sentimientos se mostraba dispuesta a ayudar al esclavo y hasta podía pedir que se mejorase su estado, sin que, por eso, llegase a pensar siquiera que debía ser liberado. Esta actitud se repitió luego con los pobres. La igualación era impensable, porque iba contra del "orden natural".
No sé si existe algo que pueda ser llamado orden natural, pero tengo en claro que la idea acerca de lo que deba entenderse por tal cosa ha estado cambiando sin cesar a todo lo largo de la historia. Acabo de leer una declaración que firma una veintena de sacerdotes católicos de la diócesis de Quilmes. Disienten con la jerarquía acerca del matrimonio gay y piden que se les explique qué deben entender por orden natural, puesto que, en otro momento de la historia, se consideró que el cauce de los ríos no debía ser modificado porque iba contra el orden natural. Y recuerdan que la esclavitud fue considerada como "natural".
Ahora bien, ¿qué cambia si se instituye el matrimonio homosexual? Las uniones homosexuales han existido quizás desde siempre y las seguirá habiendo, con ley o sin ley, porque esas personas han nacido con una sexualidad diferente, pero tienen una afectividad humana. Por otra parte, es curioso que se pelee contra esta alianza matrimonial sin tener en cuenta que los hetero cada vez se casan menos, porque optan por la vida en pareja, por afuera de la formalidad legal. Y cada vez los matrimonios formales duran menos. Sospecho que con los homo, una vez que consigan su ley, no tardará en pasar lo mismo. Todo cambia. Todos somos parte del todo.
Atentamente:
JOTAVE
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