Médicos ciegos, sordos y mudos
Algo no cierra en el juicio a los represores. ¿Puede ser que ningún médico haya visto durante tres años a las decenas de detenidos ilegales que pasaron por la Seccional Primera y que fueron torturados? ¿Alguien puede pensar que los represores, más allá de sus salvajes conductas, no hayan tratado de tener el mínimo reaseguro para evitar eventuales muertes? ¿O acaso no hubo profesionales que en comentarios informarles no expresaron que ellos, al ponerle límites a los tormentos, salvaron las vidas de muchas personas?
Uno de los médicos policiales que testificaron en las audiencias, después de repetir sistemáticamente que no recordaba nada, terminó diciendo bajo juramento de verdad que nunca había visto un detenido golpeado o torturado. Y hasta llegó a escribir la frase "sin novedades" en dos informes referidos al estado de presos que habían sido torturados.
Un segundo facultativo del Ejército, repitió más o menos lo mismo, que jamás observó a un detenido político con signos de maltrato físico. En otro tramo de la declaración se molestó cuando tuvo que responder sobre si participaba de reuniones con el jefe de la Subzona 14, el mismo militar que lo benefició con un permiso que le permitía trabajar en el sistema de salud privado. El tercer médico militar y policial indagado directamente aseguró que recién se radicó en la provincia en 1979, y el que resta escuchar todavía no fue citado.
Frente a estos testimonios es inevitable repreguntarse: ¿acaso mintieron todos los testigos que afirmaron verlos en esa comisaría? ¿Fabularon las víctimas que describieron con dolor y detalle la violencia que recibieron en sus cuerpos? ¿Vieron fantasmas quiénes contaron que ellos, o algunos de ellos, revisaban a los detenidos en los calabozos?
Más allá de las garantías constitucionales que les caben a víctimas y testigos, y que el tribunal ha viniendo respetado a rajatablas, parece imposible creer que ninguno haya visto o escuchado nada. Quizá pensaban que el cielo, y no el infierno, estaba en la Primera.
Uno de ellos ya está siendo investigado por falso testimonio. No es el único declarante que corrió esa suerte. La presidencia del tribunal viene remarcando la necesidad de hacer memoria para que los verdaderos recuerdos retornen a las mentes. Y aunque la Justicia ha mostrado que no quiere quedarse, como respuesta, con una simple negación u olvido, también vale remarcar que es imprescindible profundizar este aspecto de la investigación, simplemente porque no resulta creíble.
Podrá argumentarse que los hechos y los imputados están fijados de antemano. Sería un fundamento débil en un país cuya Corte Suprema mantiene una jurisprudencia amplia en las revisiones de sentencias. Si es amplia para ello, también debe serlo en la búsqueda de la verdad, y más aún cuando se juzgan delitos de lesa humanidad.
Creer que ningún médico revisó a detenidos golpeados y abusados es burlarse de los padecimientos de las víctimas. No indagar se asemejaría a una bofetada contra los crédulos que en La Pampa y en la Argentina continúan pensando que puede haber justicia.
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