Miércoles 16 de julio 2025

La semana pampena

Redacción 10/04/2011 - 05.52.hs
El poder de los débiles
I - Dos encumbrados políticos locales con ínfulas de presentarse ante la ciudadanía pampeana como los indicados para conducir el destino común, comprobaron en la semana que, más que su discurso a la sociedad le interesa su conducta personal. Que más que lo que dicen, a la gente le interesa saber qué hacen. La atención que los pampeanos le prestaron a dos casos que los tuvo como protagonistas les permitió comprobarlo. Dos casos que tienen como víctimas señaladas a una mujer, madre joven y soltera, y a un trabajador asalariado del campo, de esos que tienen sólo para enfrentar la vida la fuerza de su trabajo y la desventaja de la desprotección laboral casi absoluta cuando caen en manos de propietarios de campos abusadores y racistas.

II - Pero esos débiles en la semana sintieron, como otros en su misma situación, que debían decir basta y pusieron en marcha los mecanismos legales que tiene el Estado para, en teoría, defenderlos. Ese Estado que no los representa -pero que, para presumir de eticidad pone una suerte de herramientas que, supuestamente, igualan en derechos a pobres y ricos, a encumbrados y sumergidos-, tomó sus denuncias y, con la parsimonia burocrática que es de rigor cuando se trata de ir contra los poderosos, inició actuaciones.

 

III - Pero la madre y el trabajador intuyen que el Estado no los librará de la fuerza de los poderosos ni les reparará el daño. Porque, aunque el Estado dice representar los intereses de todos para dar a cada uno lo suyo, han comprobado que esa representación es frecuentemente bastardeada porque ellos van contra la misma clase política que domina los resortes del Estado. Sea por pertenencia al partido gobernante o por pertenencia social a la clase dominante. Por eso fueron a la prensa y allí denunciaron los abusos. Apelaron así directamente a la sociedad, sin intermediación estatal. Para que sea la sociedad la que tome nota directamente y juzgue ya que es mucho más difícil que lo haga el Estado.
(Lo hacen también porque saben que los políticos a quienes señalan como sus victimarios, tienen un período de sus vidas donde se vuelven especialmente vulnerables. Así como algunas especies cuando desovan, hibernan, copulan o hacen la digestión de lo que tragaron como algunas víboras, quedan con sus defensas naturales bajas o llanamente inexistentes, nuestros políticos entran en ese período de debilidad en las cercanías de las elecciones).

 

IV - Lo que encontraron es que la sociedad les cree a ellos y no a los políticos. No porque los conozcan, pues ambos son, -además de débiles-, ignotos integrantes de la sociedad, que suelen ser víctimas de los más expectables y poderosos que pisotean la ley para imponer la del gallinero si no la de la selva. Encuentran ahora, al contar su desgracia, que la sociedad les cree porque no les cree a los políticos. Sobre todo al que se ha lanzado a candidato a gobernador y es propietario de un campo dudosamente conseguido con denunciadas artimañas hacia deudores desesperados en su paso por el Banco de La Pampa. El otro, que ha tratado de hacerse un lugar y ha subido a los codazos desde el ámbito gremial -escuela difícil, pero terriblemente eficaz para entrenarse en el duro combate por los cargos en la política- peca por sola pertenencia. Peca por no poder demostrar que es distinto, aunque se esfuerce por hacerlo. Su discurso no difiere del que caracteriza a sus colegas quienes, a fuerza mentir, de doble discurso, de utilizar su poder para acomodar y acomodarse, a fuerza de apelar a la ciudadanía con un discurso que luego no cumplen, se han vuelto una clase absolutamente desprestigiada. Por eso todo el mundo cree que uno explotó al trabajador rural aprovechándose de su vulnerabilidad y abusando de su poder y el otro golpeó a la madre soltera que le anunció que le iba a pedir la prueba de ADN para comprobar la paternidad.

 

V - El gobernador contribuyó en la semana a ese desprestigio de la clase política. Lo hizo al indultar al ex intendente de General Acha condenado a perpetuidad con la inhabilitación de ejercer cargos públicos por sustracción de caudales públicos. Nada menos. Sustracción de dineros de todos. Malversación de dineros que se asume destinados a asegurar el bienestar general, la salud, la educación, la cultura y que desaparecieron. No se pudo comprobar adónde fueron, pero no es difícil adivinarlo. El comportamiento corporativo de los poderosos de su partido permiten maliciar que fue, si no una apropiación personal, sí un caso de "robo para la corona" que necesita de esas maniobras para alimentar la maquinaria electoral que este año ya comenzó a gastar en cenas, actos, y toda la parafernalia con la que, desde hace un cuarto de siglo, se han asegurado la continuidad y frustrado la expectativa social de que el precepto republicano de la alternancia nos libre de tantos males. (LVS)

 


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