Domingo 29 de junio 2025

Subsiste un manto de neblina todavía

Redacción 09/04/2011 - 04.21.hs

Señor Director:
Al comenzar la semana tuvimos los actos con que se recuerda los hechos de Malvinas de l982.
Creo haber advertido algunas diferencias con respecto a conmemoraciones anteriores, aunque también noto la persistencia de unos rasgos que, sin embargo, van cediendo en intensidad.
Veamos por qué digo esto último. La guerra de Malvinas se dio en un contexto marcado por la presencia del poder militar en el gobierno. La historia de este período no ha sido escrita, pero lo que se hacía evidente era que algunos de esos militares entendieron que se les terminaba el tiempo. Puede creerse que algunos de ellos pensaron que la exhibición de su poder en el plano político (tan visible, tan expuesto) producía un efecto de desgaste. En este contexto, algunos pueden haber pensado que era hora de volver a los cuarteles, en tanto que otros pensaron que podía ser su oportunidad de prolongar esa permanencia por vía institucional. Un poco antes de Malvinas (la invasión, la guerra) los pampeanos pudimos comprobar esta disposición en el general que ocupaba por entonces la jefatura del gobierno. Fue en ocasión del llamado "Asado del siglo", realizado en Victorica. Cuentan que, allí, Galtieri registraba con complacencia la presencia de la dirigencia política y de expresiones muy abarcadoras de la sociedad civil, y parecía decirse que sí, que era el momento. Poco después, la invasión a Malvinas, juzgada posible por los militares en un contexto internacional mal leído, se les puede haber aparecido como una suerte de reaseguro del triunfo. De haber pensado así, las primeras jornadas de esa guerra aparecieron como confirmatorias: la masa del pueblo se volcó en apoyo y gran parte de la dirigencia política civil, aunque con significativas excepciones, aceptó un vuelo que le permitiría ver Malvinas recobradas y participar vicariamente de esa hora de gloria.
Esta descripción de aquellos momentos me parece objetiva. Dado que la prensa en general y la televisión, ya por entonces importante, se sumaron al triunfalismo y algunos medios lo fogonearon hasta falsear la realidad, la derrota subsiguiente golpeó fuertemente el alma del pueblo. Habíamos esperado tanto ese momento y se nos dijo que había llegado, que ese efecto no pudo ser distinto. Además, en la medida que se fue comprendiendo el error de diagnóstico de los militares en el poder y el grado de engaño a que había sido llevado, el pueblo pareció encerrarse en sí mismo y no pocos cayeron en la negatividad. Ayudaba en ese sentido la dificultad para conocer y comprender el marco internacional y la política realista y mezquina con que proceden las grandes potencias. En ese marco, las primeras celebraciones de tales sucesos no hallaron sino una respuesta limitada a la expresión de respeto hacia los que pelearon de verdad y, en particular, a los que sufrieron y murieron de verdad. A partir de ahí, las respuestas positivas de la generalidad de nuestro pueblo comenzaron a aparecer. La más significativa se dio con la elección presidencial de 1983, cuyo sentido fue, luego, correctamente leído por el presidente electo. Empezaba el retorno desde la negatividad y el desánimo. Los acontecimientos sucesivos están en la memoria de la mayoría. Diré solamente, aquí, que no hubo un camino fácil ni falto de obstáculos, al extremo de que, al comenzar el nuevo siglo asistimos a una emigración caudalosa de gente joven, no sé si como si el barco se estuviese hundiendo o como fruto de aquella enorme decepción, rematada por la trampa del "consenso de Washington", aplicado aquí a rajatabla.
De no tener un cuadro de situación no se puede entender la reticencia a las celebraciones de Malvinas. Creo que los centenares de jóvenes que quedaron en las islas y en el mar, y los que volvieron con su verdad, han ayudado enormemente a recuperarnos como comunidad con sed de futuro. Y este sí que es un buen fruto de Malvinas.
Atentamente:
Jotavé

 


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