Martes 17 de junio 2025

Un acto original, y de justicia

Redacción 12/07/2011 - 04.13.hs

Pierre Kalfón, un escritor y diplomático que vivió muchos años entre nosotros y que escribiera "Argentine", un libro entrañable, señala en ese texto una característica del país que resultaba un tanto difícil de entender y asimilar: la repetición ad infinitum en todos los pueblos de plazas que llevan el nombre de San Martín, y ostentan la misma estatua ecuestre. Esa característica, que parece abundar en toda Sudamérica con los héroes patrios de cada región, quizás sea el resultado de la preponderancia de gobiernos militares en la historia del continente y también de entender, equivocadamente por cierto, ese pasado como una seguidilla de batallas.
Desde hace ya bastantes años la historiografía ha dejado de lado esa concepción castrense para dar paso al entendimiento histórico como una construcción en la que intervienen múltiples factores y de los cuales es el intelecto, más que las armas, el que deja la huella más profunda, capaz de caracterizar una época. Ese enfoque ha llevado en los albores del siglo XXI a reconocimientos impensables medio siglo antes, especialmente en el campo del las ciencias, las artes y el deporte, dando el nombre de algunas personalidades sobresalientes a determinados emprendimientos, en muchos casos por encima de cualquier diferencia política.
En ese aspecto hay que reconocer la primacía y originalidad de los brasileños quienes desde hace ya varios años no vacilaron en bautizar a su principal aeropuerto internacional con el nombre de un músico. En efecto, la terminal aérea de Río de Janeiro lleva la denominación de Antón "Tom" Jobim, a quien acaso se identifique como el autor de la música de la célebre canción "Garota de Ipanema". Es que esa melodía, unida a la bella letra que le pusiera Vinicius de Moraes, sirvió más que cien tratados para que el mundo se acercara a Brasil, su gente, su cultura y su idiosincrasia. Por esa canción muchas personas en el planeta se sintieron más cercanas al gigante sudamericano a través de la comunicación espiritual, profunda y verdadera.
La reflexión viene a cuento porque hace algunos días, acaso siguiendo el ejemplo del país vecino, la presidenta inauguró la nueva terminal aérea del aeropuerto de Ezeiza -antes denominada Ministro General Pistarini-, bautizándola con el nombre Mercedes Sosa. Fue un acto de originalidad pero, sobre todo, de justicia porque puso en el umbral de entrada al país el nombre de alguien que siempre había "cantado con fundamento", expresando la Argentina profunda y sus sentires, buenos y malos. Por esa actitud, no podía ser de otra manera, sufrió persecuciones y exilio, pero también tuvo el reconocimiento de todo el mundo y de su propio pueblo en el ejercicio de su arte, que trasciende fronteras e idiomas.
Así entonces, bienvenida esta nueva forma de reconocimiento público que apunta a tener presente a la cultura popular y sus protagonistas en la nominación de grandes obras. En este caso específico parece de buen augurio que quien arriba a nuestro país sea recibido en el marco de un nombre y una voz que tienen ya carácter de símbolo nacional.

 


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