Martes 08 de julio 2025

Fuegos artificiales o peleas gatunas

Redacción 28/07/2011 - 04.22.hs

Los dos necesitaron decir algo. Uno, el ganador, para que el estrecho margen que le dio la victoria no desluzca su desempeño y aumentar así su autoridad hacia el interior del partido para convocar a apoyarlo en las elecciones generales. El otro, el perdedor, para justificar su "inesperada" derrota luego de invocar durante toda la campaña que era el genuino representante de las bases peronistas y el candidato natural de esa fuerza política.
Así las cosas, la foto de la unidad se rompió en menos de 24 horas. Habían compartido el escenario vibrante del domingo en la sede del Partido Justicialista, se habían abrazado delante de los simpatizantes y de las cámaras de los medios ávidos de esa instantánea y habían hablado de "un peronismo unido de verdad". Estaban "todos menos uno", ironizó este diario en alusión al gran ausente de estos tiempos electorales: el senador Carlos Verna.
Pocas horas después, como en tantos matrimonios, el idilio terminó en divorcio. Primero Luis Larrañaga e, inmediatamente, Jorge Lezcano, prendieron el ventilador. El primero para denunciar una suerte de complot en su contra del que, según sus palabras, habrían participado la marinista línea interna Convergencia y hasta la municipalidad santarroseña que habrían "trabajado" para el triunfo de su rival.
Lezcano no se quedó atrás y también usó munición gruesa. Sin apelar a la palabra "fraude" denunció lo que ese término significa mediante el método de robar computadoras y alterar los padrones para "tachar" a los afiliados que, en su opinión, "eran mil votos seguros" para su divisa. Involucró en su denuncia a la junta electoral del PJ y al propio Tribunal Electoral Provincial. Cargó muy duro contra su contendiente a quien acusó de ser un mero producto "emergente" y un dirigente "que bajó de un plato volador". Eso sí, nada de denuncia formal ante la Justicia, a pesar de que los hechos denunciados constituirían claros delitos pasibles de castigo.
Con justificado fastidio, el secretario del Tribunal Electoral, refutó las denuncias lezcanistas y aclaró que lo ocurrido fue, simplemente, que los ciudadanos "tachados" ya estaban afiliados a otras fuerzas políticas, como el ahuadista Frente para la Victoria. Dijo otra cosa relevante: ningún ciudadano se presentó ante el organismo para presentar una denuncia de irregularidades.
Los que peinan canas y llevan lustros y hasta décadas siguiendo los avatares de nuestra política de pago chico pueden hoy, otra vez, decir: "nada nuevo bajo el sol". El match Larrañaga-Lezcano no es muy diferente al protagonizado hace veinte años por Jorge y Gazia. Tampoco difiere demasiado a la guerra de guerrillas que, ya en el plano provincial, disputaban Marín y Verna. Y todavía más: en la mayoría de los pueblos pampeanos son frecuentes este tipo de enfrentamientos entre dirigentes locales justicialistas.
"Somos como los gatos" se solazaba en decir el líder y fundador del peronismo nacional, al restarle importancia a las reiteradas peleas de sus acólitos por dirimir espacios de poder. "Parece que nos peleamos pero nos estamos reproduciendo", chicaneaba, y apelaba a la marcha partidaria que arengaba a buscar el triunfo "todos unidos".
Efectivamente, los alaridos que estamos escuchando por estas horas no merecen otra consideración que ésa, pues no dejan de formar parte de un coro de maullidos que no tiene otro propósito que el de justificar, por un lado, un estrechísimo triunfo y, por el otro, una "sorpresiva" derrota. Nada más. Parte del folklore de los "muchachos".

 


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