Sabado 28 de junio 2025

Pistas que se borran y que merecen rescate

Redacción 19/10/2013 - 04.41.hs

Señor Director:
En nuestra Caldenia del domingo 13 se lee que Walter Cazenave retorna a una de las tantas líneas de investigación que ha estado explorando, esta vez para referirse a los "boliches de campaña". Estriba en una manifestación de un poblador arraigado en la zona de Victorica que se refiere a la precedencia de algunos boliches de campaña con respecto a la fundación formal de los pueblos.
Investigadores habrá siempre, pero no sucederá lo mismo con los pobladores con memorias personales o de primera mano sobre los momentos iniciales del asentamiento humano. Este dato de la realidad valoriza los aportes que nuestra misma revista dominical registra semana a semana y los pone momentáneamente a cubierto de la implacable voracidad del olvido.
La razón del valor de esta reconstrucción y actualización del todavía joven poblamiento de La Pampa es más bien conjetural y en este nivel pienso que tiene que ver con la identidad y con la ineludible relación con la madre tierra. Digo que nuestro poblamiento es joven sin desmerecer a los hombres que pasaron por aquí desde hace milenios y que, en casos, hallaron manera de entenderse o de intentarlo. Cuando se detuvieron el tiempo suficiente en un sitio para tirar sus "botellas al mar" (pinturas en la piedra) ¿buscarían penetrar el arcano del futuro y acunarían la secreta esperanza de una comunicación para que alguien supiera de su penosa marcha hacia el mítico sur? La propia madre tierra pudo haberse sumado a este empeño, a su modo, cobijando por milenios algunas señales de su paso. Tiendo a creer que el protagonismo real en este planeta es el de la vida, pero nosotros, el hombre, seríamos su ensayo para pensarse y saberse. Puede que ésa sea nuestra responsabilidad y que al creer que buscamos la identidad individual estemos sirviendo a una necesidad que nos trasciende. Si esto no es así, reconozcamos que es una estimulante esperanza para oponer a la desoladora alternativa de una ausencia final de sentido de todo lo que acontece. Inventar un sentido puede ser un cometido piadoso.
Vuelvo al tema de partida de esta nota, para decir que el escrito de Cazenave y la expresión del poblador oesteño que se recoge en ella, ha despertado mi propia memoria de boliches y bolicheros que tuve oportunidad de conocer o saber por testimonios ocasionales. Y me ha venido la memoria de quienes quizás los precedieron, esto es, los buhoneros, a veces conocidos como mercachifles. Tomás de León, el fundador de esa familia de General Pico, atrajo de manera particular mi interés cuando supe que en sus comienzos había sido un vendedor ambulante, que recorría pueblos y comarcas. Supe después de muchos otros, algunos de los cuales se adentraban en el oeste hasta fecha relativamente reciente y lo recorrían en carruajes de tracción a sangre, con alguna semejanza con los del far west norteamericano. La buhonería es vieja profesión, que imagino remontada a la dispersión de nuestra especie, cuando empezó la desmesura de poblar el planeta entero.
Leo que buhón se relaciona con bufón, no como burla de su condición. Sería su arte, en voces y gestos, para atraer la atención a su mercadería. Relatos rioplatenses y de tierra adentro dan cuenta de la expectativa con que se los esperaba en pequeñas poblaciones y viviendas aisladas en la inmensidad. Los esperaba el poblador solitario por la yerba, el tabaco y otras necesidades elementales. Si había una familia esperaba la mujer y esperaban los niños, porque además de ropa y comida podía llevarles el juguete que habían pedido en la pasada anterior... El ferrocarril, en casos, el camino, el automotor, circunscribieron su ámbito.
Después vinieron los comisionistas y los viajantes de comercio... Siempre nuestra especie necesita comunicación. No es bueno para el hombre estar solo, suele decirse. Aun aislado, la memoria sostiene los lazos sutiles que hermanan con el otro.
Atentamente:
JOTAVE

 


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