Domingo 08 de junio 2025

Si se suelta es porque debe estar encadenado

Redacción 24/03/2013 - 03.51.hs

El intendente de Gobernador Gálvez, Santa Fe, ganó cierta notoriedad nacional por haber dicho, ante una oleada de robos, que había que matar a los autores.
Dijo así: "¿Cuántos son los que roban? ¿Veinte o treinta? Matemos a todos y listo".
Ante el eco de esta manifestación, más tarde dijo que se retractaba. Algunas noticias hicieron notar que ya tenía expresiones de este tipo. Quedaría por ver si una retractación supone arrepentimiento con reconocimiento de lo erróneo y promesa de enmienda. Y ver si cumple.
El hombre dijo también: "se me salió la cadena". Y esta frase sí que tiene miga. Supone la existencia de una cadena y que se está atado a ella con alguna parte del cuerpo. Es posible que se aduzca que la frase es solamente una metáfora, pero la metáfora no es una mentira sino otra manera de decir algo. La voz metáfora viene de palabras griegas que significan afuera y trasladar. Consiste la metáfora en un traslado de lo real a lo imaginado para ayudar a entender el sentido. Cuando decimos de alguien que sus dientes son de perla, hablamos de la belleza o la blancura de sus dientes, comparándolos con la concreción nacarada que se desarrolla en algunos moluscos, la madreperla en particular, que vale porque el hombre aprecia sobremanera su aspecto. Pero siempre estamos hablando de dientes; ahora hablamos de algo que está en el sujeto y que lo determina desde adentro de sí mismo. Lo condiciona. Le quita libertad. Él hace lo posible por resistir, pero, al menor descuido, le aparece el gorila (y ésta es otra metáfora). No somos pocos los individuos a quienes nos cuesta frenar esa orden ancestral, que nos brota de una profundidad que preferimos ignorar y, más que nada, ocultar. Hemos organizado la sociedad, la vida gregaria, sobre la base de una serie de autoimposiciones o bien principios que operan como órdenes: Haz esto, no hagas aquello... No serían necesarias de no existir la condición riesgosa.

 

Matar.
"Matarlos a todos" es una frase que se escucha y puede decirse que, probablemente, son más las veces que quiere ser pronunciada y alcanzamos a reprimirla porque nos atenemos a nuestro compromiso con la civilización o, en casos menos plausibles, porque sabemos que decirla nos traerá problemas.
En el caso del alcalde santafecino el problema se ha plasmado porque hay por lo menos una mayoría de las personas que reconoce o admite que el gorila propio es muy agresivo y le cuesta, ¡siempre le cuesta!, tenerlo dominado. Como en otra metáfora, frecuente: al menor descuido les salta la liebre. El punto es que el gorila quiere manifestarse y la liebre quiere saltar porque existen, porque están ahí.
Hay quienes piensan que admitir esta realidad tranquiliza. Eso está ahí y de tanto en tanto aparece o hace el intento, ya en la vigilia, ya durante el sueño, ya cuando estamos solos y no necesitamos fingir lo que todavía no somos, aunque nos empeñamos por serlo. Sucede que matar nunca ha dejado de ser un quehacer del hombre. En la guerra se trata de matar al enemigo, sino a todos, a un número suficiente para contenerlo o un número un poco mayor del necesario, para darle escarmiento. Y la guerra no es cosa sepultada en el pasado. Además, con los mosquitos y las moscas tratamos de "matarlos a todos" y de la misma manera procedemos, sin reproches de conciencia, con cuanto ser vivo suponemos agresivo o incompatible con nuestra tranquilidad o nuestra seguridad. Porque, aunque no lo comentemos, estamos resueltos a proceder así y sabemos que para muchos casos ésa es una fórmula eficaz para eludir el daño actual o inminente.
Finalmente, con la muerte tenemos un pleito propio, personal, cuyo final está anunciado.

 

Cadetes.
Hace poco se publicó que unos cadetes chilenos cantaban por la calle que a los argentinos, bolivianos y peruanos, "mataremos o degollaremos o fusilaremos". Se habrá observado que no se hizo mucho escándalo al respecto. Un legislador chileno dijo ¿qué quieren que canten los que son preparados para matar? Preguntó si acaso se espera que el soldado aprenda a hacer calceta y punto cadeneta, que teja y borde y cante el arrorró. La pregunta era irrefutable, salvo el importante detalle de que en la paz no es prudente hacer esas exteriorizaciones con nombres propios. El caso es que estos nombres pueden ser indicio de las hipótesis de guerra que se consideran o que han sido consideradas en momentos del pasado. Pero que "no sea prudente" hacerlo, supone más: supone, como sucede en la realidad, que convivimos con la guerra. Y la guerra siempre supone la muerte.
Jotavé

 


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