Jueves 15 de mayo 2025

Una jornada decisiva para la patria grande

Redacción 15/04/2013 - 05.28.hs

MODESTO MORRÁS
Pocos sino nadie podrían negar que, a unos cinco mil kilómetros de distancia de la nuestra, estaba ayer en juego la suerte de la "patria grande", la misma que soñaran y no pudieron llevar adelante San Martín y Bolívar; la de un continente nucleado en una sola nación con una historia común y un mismo idioma.
Allá en la caribeña Venezuela, a poco de la muerte de su líder Hugo Chávez, este domingo se dirimía quien ocuparía su lugar. Si su segundo Maduro, o el representante del sector político que con el manejo y el dominio de nueve de cada diez medios de comunicación impreso, visual u oral, se suma, sino encabeza, la ofensiva contra la fuerza gobernante que califica de dictatorial, aunque su insultante prédica tenga por respuesta la mayor tolerancia del oficialismo.
La urgencia de la impresión de esta columna, escrita horas antes del cierre de los comicios, no permite aventurar qué alternativa saldrá adelante. La inquietud, la preocupación de que por la urna se pueda echar por tierra en una progresiva caída de dominó la realidad de una Sudamérica independiente y con voz clara y propia, ceden frente a la alentadora sentencia de una voz amiga que proclama "los pueblos no se suicidan". Y así sería, un suicidio, más que claro está, el funesto corte que daría ese mal resultado: el retorno a la condición de "patrio trasero" del imperio del Norte y a la conducta de las cúpulas montadas en el gobierno, de observancia a las "relaciones carnales" con el poderoso boreal.
El temor no era infundado cuando se escucha y observa a una oposición en varios países del continente, incluso el nuestro, que con arrogancia y mostrando su estirpe reaccionaria, proclama la necesidad de derribar a gobiernos ungidos por la libre voluntad de sus ciudadanos. En concreto, el retorno a los viejos y funestos golpes de Estado que, con tanta frecuencia y peores resultados, alteraron la vida política de los sacrificados pueblos del continente.
Geográficamente más lejos aún, desde la vieja Roma, llegaron malas noticias sobre las actitudes del papa Francisco. Una prensa que se encarga informativamente de deformar los hechos había resumido ese mensaje con motivo de la muerte de Margaret Thatcher. Los cables apuntaban que el Sumo Pontífice se había deshecho en elogios a la difunta, calificándola poco menos que de santa. Lo real fue que Francisco consideró a la "dama de hierro" como "una pecadora". Y no menos podría tratársela por haber ordenado el ataque y muerte a más de doscientos soldados argentinos que estaban a bordo del crucero General Belgrano. Los portavoces de la Santa Sede o quienes hicieron llegar las noticias a esta playas, presentaban las palabras del Papa como un elogio desmedido hacia la que gobernara el Reino Unido durante la guerra malviniana.
Curiosamente o no tanto, no se pudo leer esa aclaración en la prensa hegemónica porteña que encabeza, sin mayor rubor, su condición de abanderada de la oposición al gobierno. La aclaración fue hecha pública a través de otro diario, Ambito Financiero, que resalta ese cargo contra la Thatcher y recuerda que el perdón de los pecados está reservado a Dios y el pedido de clemencia al Altísimo no excedió lo protocolar. Un nuevo y no fácil trabajo para el ex arzobispo porteño será revisar cuanto los voceros digan en su nombre.
Vamos a lo más cercano, nuestro pago y su tradicional carrera pedestre. Pese a los gastos con cargo al erario, nunca declarados pública y minuciosamente, puede ser interesante trabajar en su continuidad. Pero habría que valorar si su realización tendría que alterar tanto la libre circulación vehicular y afectar para su control a tantas decenas de policías y empleados públicos y colaboradores. Es que ni siquiera su rubro, traducido "a través de la pampa", se observa cuando todo se reduce a un recorrido por la ciudad. Que muy poco tiene de los montes de caldén, las salinas de su sector sudeste, las sierras lihuelcaleñas o los labrantíos de su media luna del naciente. Tenemos escenarios apropiados y cerrados, donde se puede correr y dar mejor lugar al espectador: el "viejo" autódromo de la ciudad o el parque Don Tomás. Unas pocas vueltas al existente circuito o en torno a la pintoresca laguna, con más fácil y barato control podrían completar el recorrido. No es como dijera Fierro, "para mal de ninguno...".

 


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