Rajarse o no rajarse, el dilema de la época
I - El radicalismo completó en la semana la formalidad necesaria para comenzar a trabajar en una gran alianza de partidos para derrotar al justicialismo. La Convención Provincial aprobó el domingo por una buena mayoría la conformación de un frente que integre a todos los partidos que suscriban el programa de gobierno que se pondrá a consideración de la ciudadanía en las elecciones de octubre. Francisco Torroba, el dirigente que desde la intendencia de Santa Rosa logró la estatura política necesaria para encabezar ese intento, tiene una doble tarea: seducir a los partidos no peronistas que se unan al Frepam y convencer a los suyos para que no lleven la disidencia en torno a ese frente al punto de abrir un frente interno.
II - No le fue mal en la semana al radical que recibió a un alto emisario del intendente de Tigre, Sergio Massa, que lo visitó para proponerle alguna forma de alianza electoral. La jugada massista tomó por sorpresa a los aliados locales del Frente Renovador que, luego de la sorpresiva bajada del candidato Miguel Calamari, habían recompuesto las listas emparchando nombres, y salieron a cuestionar esta "injerencia" massista en el armado provincial. Más allá de lo que pase finalmente con esa entente Torroba-Massa, que el candidato a presidente lo haya contactado le da al pampeano un buen margen de maniobra para convocar al massismo, orgánico o no, a que se sumen a su cruzada antioficialista.
III - Mientras oye el canto de sirenas de sus potenciales aliados, Torroba debe escuchar un canto más combativo desde las filas de su partido. Son los disconformes con la alianza con el Pro de Mauricio Macri y con Mac Allister y, más recientemente, los jóvenes de su partido que piden un lugar para las nuevas generaciones. Este pedido es similar al que desde el peronismo usa como grito de guerra el jorgismo contra la alianza Verna-Marín y toma la forma de la máxima peroniana del "trasvasamiento generacional". En el peronismo es notable la persistencia de sus tres líderes cuya vigencia viene de 1983 y aún antes. En el radicalismo aquélla dirigencia histórica de los años de la recuperación democrática ya no está en primer fila y sus lugares han sido tomados por una generación que, en el peronismo, aun espera turno.
IV - El nuevo papel que han comenzado a cumplir los intendentes en el juego político pampeano (y cuyo ejemplo más notorio es la irrupción en la última década de los dos primeros intendentes en la historia provinciana que llegan a gobernador: Verna y Jorge) tuvo en 25 de Mayo su confirmación. Con un tono que años atrás era impensado para que un jefe comunal, David Bravo le marcó la cancha al favorito futuro gobernador Carlos Verna vetando de sus listas a las pretensiones de la diputada provincial, y mimada del vernismo, Mariana Baudino. Más allá de las inquinas pueblerinas que nunca faltan en estas lides vecinales, está claro que es la generosa caja de las regalías petroleras y otros fondos que llegan desde hace pocos años a las arcas municipales y que 25 de Mayo recibe a manos llenas, lo que le da esa presencia de ánimo a Bravo necesaria para no quedarse gorgoreando ante una insinuación -o imposición de candidatos- de su referente provincial. Esa semi-independencia económica es la que le da, en términos peronista, una más fuerte soberanía política al intendente y la que explica el cambio de época que la descentralización de los recursos marca, lentamente, en La Pampa.
V - (Es curioso, pero esa actitud de Bravo, de plantarse y no permitir que le pongan candidatos, es la que no pudo sostener Verna hace cuatro años cuando, -en términos del gobernador Jorge-, "se rajó" y dejó vacante el cargo de candidato del partido oficialista ante la fuerte presión que la presidenta ejerció sobre la dirigencia peronista pampeana para imponer candidatos más afines a ella que los que le ofrecía el vernismo. Aquélla vez quedó claro que la misma verticalidad con amenaza de sanciones económicas que la Nación blandía sobre La Pampa era la misma, a escala, que la que los gobernadores han ejercido sobre los intendentes en la historia provinciana. Los mayores fondos de que disponen ahora las municipalidades ha comenzado a cambiar esa historia. Por eso el gesto de Bravo tiene la fuerza de un cambio de época, o mejor, de un cierto regreso a las épocas territorianas, cuando los intendentes, votados por el pueblo y con presupuestos propios, ninguneaban a los gobernadores, nombrados por el Ministerio del Interior y con un mero papel decorativo en la política lugareña). (LVS)
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