Jueves 10 de julio 2025

Ni flores ni bombones

Redaccion 08/03/2021 - 21.39.hs

La ONU eligió el 8M para recordar las desigualdades, la opresión y las violencias contra mujeres y trans de todo el planeta, porque el machismo es universal y en plena pandemia continúa haciendo alarde de su buena salud.
VICTORIA SANTESTEBAN*
El 8 de marzo es una fecha para recordar que las mujeres hemos sido y continuamos siendo ciudadanas de segunda. Sin embargo, a principios de siglo XX las mujeres socialistas de Estados Unidos habían rescatado a marzo para ubicarlo en la agenda de lucha, y similar camino recorrieron la de Rusia para que recién en 1975 Naciones Unidas institucionalizara globalmente el día. La fecha se corresponde con la tragedia acontecida en EEUU, cuando mujeres en huelga fueron incineradas en una fábrica que, como otra hoguera ardiente más, ardió para el castigo y el espectáculo adoctrinador hacia las congéneres que observan. Las trabajadoras incineradas en 1911 en Nueva York no sólo osaron levantarse contra el patriarcado al salir de sus casas hacia las fábricas, sino que su levantamiento fue también contra otro orden opresor tan instalado como el machismo, y con tamaña presencia en el país del norte: el capitalismo. A estas alturas, hemos sido testigas de cómo machismo y capitalismo se amalgaman en una dupla explotadora, revictimizante y letal.

 

Rosa y Celeste.
Que un grupo de personas por su condición de género tenga que luchar para acceder a los mismos derechos que el grupo integrado por varones sin mover un pelo goza de manera plena desde la cuna, da cuenta de las desigualdades, y de que la pretendida universalidad de las leyes es sólo en los papeles. El patriarcado diseñó un mundo dividido por géneros, asignando roles y estereotipos en función de la genitalidad, volviendo herético cualquier atisbo de flexibilización de esos muros que separan entre celeste y rosa, entre fuerte y débil, entre racional y pasional, entre el trabajo y la casa, lo público y lo privado. Y en esa división sexual del trabajo sabemos a quienes les tocó la peor parte; ser mujer es más difícil y más peligroso. En nuestro país, una mujer es víctima de femicidio cada 29 horas. Ocupadas en ejercitar un derecho básico como el derecho a la vida, todos los demás derechos nos parecen suntuosos. El derecho a la vida política de mujeres está siendo recién estrenado, si consideramos que hace poco más de 70 años que accedimos al derecho al voto. En 1991 con la pionera ley de cupos y en 2017 con la de paridad de género en las candidaturas de las listas a legisladores nacionales y del Mercosur, las mujeres comenzaron a aparecer en la arena pública, conscientes de que sin esos ayudines legislativos nuestra presencia política sería prácticamente nula.
En igual sentido, la inserción laboral femenina si bien acrecentada en los últimos años, -facilitada por la lucha feminista de la posguerra y un capitalismo que ni lerdo ni perezoso le vio la veta lucrativa a eso de incluir mujeres en la producción como mano de obra baratísima-, continúa arrojando datos desalentadores: las trabajadoras tenemos derechos laborales cercenados. No sólo ganamos menos, sino que a las horas remuneradas fuera de casa se le suman las extras que nadie paga ni considera trabajo: la labor doméstica sigue recayendo sobre nosotras. Conforme un informe de ONU Mujeres, las mujeres argentinas dedicamos casi el doble de horas que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados, lo que impacta en trayectoria educativa, participación política, social y en el mercado laboral y claramente en nuestros niveles de pobreza.

 

Ni flores ni bombones.
El 8 de marzo es un día de llamado a la reflexión, al desaprendizaje del machismo, a la toma de conciencia de la continuidad de un sistema de opresión que divide al mundo en dos y ubica en lugar de privilegio a los varones. Ni flores ni bombones para este día de llamado de atención sobre las desigualdades naturalizadas, toleradas y legitimadas y que se cobran vidas y sueños.
Ni flores ni bombones es bandera de reivindicación de la lucha por la igualdad y la justicia, por la necesidad de vivir en un mundo donde el género no sea condición limitante. Ni flores ni bombones y el machirulaje sale a decir que a las feministas nada les viene bien, que están tan enojadas con la vida que ni regalos aceptan. Las machirulas también se suman al discurso del opresor y culpan a las feministas de que se perdió el romanticismo y que a ellas no las representan las heréticas de los bailes impúdicos de las marchas, las del pelo verde y el glitter en las mejillas. Es ahí es donde el machismo se asegura el triunfo por los siglos de los siglos, cuando nos tiene a las congéneres rivalizadas; porque aún en plena era de la sororidad, los vestigios de la enemistad y la competencia entre mujeres de tiempos pasados hace del patriarcado un contrincante difícil de abatir, con adeptos y adeptas por doquier.

 

Derechos para las humanas.
Ni flores ni bombones, queremos derechos humanos, una vida plena, dejar de tener miedo y de que todo nos cueste más que a nuestros compañeros varones. 8M y la lucha continúa: porque el mundo sigue siendo machista, sigue diciendo que las nenas son complicadas y los varones pragmáticos que se arreglan con una pelota de fútbol; sigue arrojando a niñas, adolescentes y mujeres a hogares donde su rol predestinado es un mandato nefasto de reina del hogar y del cuidado de todos menos de una; sigue vendiendo con amor romántico a la violencia doméstica y postergando vidas por un mandato de maternidad esclavista; sigue hipotecando la felicidad con el sueño capitalista y patriarcal de la casa con perro como única opción posible para la autorrealización femenina.
La lucha que no quiere flores ni bombones es cotidiana y nos interpela a diario, volviendo cada acto de la rutina en militancia feminista, haciendo de lo personal político y de las elecciones de vida libres claros ejemplos de empoderamiento. Para elegir en libertad, para vivir auténticas, para responder a deseos dinámicos pero genuinos, para hacer del empoderamiento rutina y de la lucha la salida a tanto molde opresor es que el feminismo marca el rumbo para indicarnos que el futuro no gozará de prerrogativas de género. Para dejar atrás el mundo de varones actual, que los justifica y apaña, que los prioriza y premia, que los perdona y exculpa, es que la lucha es urgente, y continua.

 

*Abogada, magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles.

 

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