Domingo 11 de mayo 2025

Cincuenta grados de azul

Redaccion 10/07/2021 - 21.27.hs

En algún momento durante su largo viaje por Europa, en 1970/1, Joni Mitchell le comunicó por telegrama a Graham Nash -con quien convivía en Los Angeles- que la relación había terminado. En tiempos en que hay gente que ya ni usa el correo electrónico, recordar la existencia de los telegramas -medio de comunicación extinto, ideal para funerales y bodas- da una idea de que, cincuenta años atrás, el mundo era otro. Pero también, como en el disco que editaría Mitchell tras ese viaje, «Blue», era un mundo en el que muchas cosas estaban siendo recién inventadas.

 

Azul.

 

El aniversario ha servido para una gran cantidad de homenajes, incluyendo suplementos especiales en los grandes medios del mundo, enormes carteles en Times Square, y recuerdos de quienes estuvieron cerca de la artista canadiense por aquel tiempo. Incluido el propio Nash, que todavía recuerda con amargura esa ruptura, y saca a relucir que mientras ella vivía en una comuna en las cuevas de Creta, él estaba en casa reparando el piso de la cocina.
Como suele suceder, al momento de aparecer este disco icónico, fue recibido con cierta frialdad. Esta idea de una mujer cantante y compositora, que además era artista plástica y creaba las tapas de sus discos, y que hablaba de los sentimientos con una honestidad brutal, era entonces algo demasiado novedoso.
Por sobre todo, lo que incomodaba de Joni era su acérrima independencia, y una búsqueda musical que la colocaba en los márgenes del género folk. De hecho, sus armonías inestables y sus melodías angulares pedían a gritos un cambio de género hacia el jazz, cosa que ocurriría pocos años después. Si «Blue» evoca de alguna manera al disco «Kind of Blue» de Miles Davis -sobre todo por la armonía modal- no pasaría mucho tiempo antes que su autora se codeara con los grandes de ese género, incluyendo músicos de Davis como Herbie Hancock y Wayne Shorter.

 

Verde.

 

Como diría González Tuñón en «Juancito Caminador», «todo cabe en una caja, todo menos la canción». Y eso es en buena medida aplicable a la cancionística de Joni Mitchell. No hay cómo encasillar la forma en que ella reinventó el género. Y acaso el ejemplo más dramático sea una canción en «Blue», llamada «Little Green» («Pequeña Verde»).
La canción destila una profunda melancolía, y narra la historia de una madre adolescente que entrega una bebé en adopción. «Estás triste y lo lamentás, pero no te avergonzás», le dice Mitchell a la madre renunciante, usando el ingenioso recurso de escribir en la segunda persona del singular. Lo realmente impactante es que, en realidad, estaba hablando de su propia experiencia. Cuando tenía apenas 17 años, y comenzaba su carrera artística, la joven Joni había enfrentado esa encrucijada que marcó toda su vida y obra. Luego conoció a su hija, ya adulta, pero esa decisión, de renunciar a la maternidad, habla a las claras de un espíritu libre y precursor.
¿Es posible escribir una canción sobre algo tan desgarrador? Aparentemente sí para la canadiense, que marcó así un mojón de brutal originalidad. Difícil de igualar. Acaso Serge Gainsbourg haya llegado cerca, con aquella canción en que el protagonista, leyendo la carta de suicidio dejada por su amante, se dedica a señalar los errores de ortografía.

 

Joya.

 

Invariablemente se califica a «Blue» como una joya acústica, categoría donde caen discos como «Pink Moon» de Nike Drake, o el disco que alguna vez debió haber grabado Paul McCartney, si no fuera porque algo (acaso su relación con John Lennon) lo obligaba a demostrar constantemente que él era también un rockero.
Pero «Blue» es mucho más que una sonoridad. Es un viaje audaz hacia los confines de la canción. Y hablando de viajes («Estoy en una ruta y voy viajando, viajando, viajando» es la primera línea del disco) hay que dar crédito a Mitchell por la invención de la canción «road movie», donde la ruta es el pretexto para explicar todo el universo. Un género que llevaría a la perfección luego en «Amelia».
Va siendo hora de que se reconozca a Joni Mitchell como uno/a de los grandes compositores de cualquier género, musical o sexual. Un disco de sus canciones interpretadas por otros cantantes («River» de Herbie Hancock) logró la hazaña de que una obra de jazz ganara el Grammy del año, algo que sólo había conseguido «Getz-Gilberto» treinta años atrás. Vale decir que, como compositora, Joni está a la altura de Tom Jobim.
Pero ni ella ni «Blue», su obra maestra, son fáciles de encarar. Esta mujer de un talento y una inteligencia apabullantes, también tiene un costado indómito. Ella misma se confiesa arisca a la hora del amor. Pero esos amores difíciles, muchas veces, son los que proporcionan las más grandes satisfacciones.

 

PETRONIO

 

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