Martes 06 de mayo 2025

Agentes del caos buscan eludir la persecución judicial

Redacción 06/02/2025 - 00.23.hs

Trump y Netanyahu tienen muchos más puntos en común de los que podría imaginarse. Los dos son agentes del caos, del verdadero populismo, y en el fondo no son más que dos delincuentes reincidentes, cuya vocación de poder sólo se explica por la necesidad de eludir la persecución judicial por sus múltiples crímenes.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Lo que acaba de verse en la Casa Blanca de Washington son escenas explícitas, obscenas, de un imperialismo descarado y totalmente ajeno al derecho internacional, y en particular, al sistema de derechos humanos.

 

El presidente de EEUU, Donald Trump, anunció, junto a su par israelí Benjamin Netanyahu, su intención de que sea su gobierno el que tome el control del la Franja de Gaza, previa "relocalización" de los dos millones de palestinos que viven allí, para transformarlo en una suerte de "Riviera" del Medio Oriente. Vale decir, que por arte de magia, el territorio que fue escenario de la más salvaje matanza de población civil en lo que va del siglo, pasaría a transformarse en una suerte de "resort" turístico, plagado de hoteles "all inclusive" y casinos, en lo que Trump cree representaría "un factor de estabilidad" para esa convulsionada región del mundo.

 

Difícil.

 

Con aparente modestia, a su lado, "Bibi" hacía lo mejor que podía por fingir demencia y simular que la idea no le gustaba. Aseguró que en realidad él tenía otros planes, pero que la idea de Trump "merecía ser escuchada". Después de todo, dramatizó, Gaza había sido la fuente de gran sufrimiento para el pueblo de Israel, con todo el terrorismo y bla bla bla. Como si ese asentamiento palestino, claramente definido como una "prisión a cielo abierto" por todas las organizaciones internacionales serias, no hubiera sido una creación del propio estado de Israel.

 

No hay forma de ocultar, tampoco, que el gobierno de Netanyahu venía vociferando en forma explícita su voluntad de aprovechar la guerra iniciada por el ataque de Hamas en octubre de 2023, para producir una verdadera limpieza étnica de palestinos en ese enclave. Proyecto que, claro está, resulta muy difícil de separar del hecho de que los servicios de inteligencia de Tel Aviv tenían conocimiento del proyecto de invasiñin de Hamas con por lo menos un año de anticipación, pese a lo cual -y sin que exista ninguna explicación oficial- nada se hizo, aún a sabiendas de que podían existir serias pérdidas humanas del bando israelí.

 

Ahora a "Bibi" (ese apodo que suena como el de una tía cariñosa) sólo le quedaría presenciar impasible cómo es el propio Trump el que se encarga de limpiar ese desastre -incluyendo las toneladas de escombros dejados por los bombardeos- sin costo alguno para Tel Aviv, y le deja las manos libres para continuar atacando militarmente a sus vecinos de el Líbano y de Siria, o lo que queda de ellos.

 

Trump.

 

Para el presidente norteamericano esta nueva bravata no sería más que una continuación de la deriva imperialista que lo caracteriza desde que inició su mandato hace menos de un mes. Si ha adelantado su intención de retomar el control territorial del Canal de Panamá, su intención de apropiarse de Groenlandia, e incluso de anexar a Canadá como un estado más de la Unión, en contra de la soberanía de otros países sobre esos territorios, ¿qué podría impedirle continuar estos delirios en Palestina, que es casi tierra de nadie?

 

No deja de ser llamativo que, en su plan "geopolítico", que promete llevar "estabilidad" a Medio Oriente, el proyecto incluya la creación de una suerte de cadena de hoteles de lujo y no tanto, que en su delirio seguramente imaginará signados con su propio nombre, en grandes letras doradas, entre una decoración art déco de dudoso gusto arquitectónico.

 

El "pequeño" problema que afronta es qué pasa con esos casi dos millones de personas (Israel se ha encargado de disminuir esa cifra, al menos, en un 5%) que hace siglos, si no milenios, que habitan el territorio. Es notorio que Egipto, que mantiene allí una frontera más cerrada que un cinturón de castidad, no quiere saber nada con ellos. Y es que, con todo respeto, los países árabes han sido muy poco solidarios con sus colegas palestinos, que debieron elegir entre vivir como esclavos en el nuevo estado de Israel, o languidecer como verdaderos parias en campamentos de refugiados eternos, por ejemplo, en el Líbano.

 

Colegas.

 

Trump y Netanyahu tienen muchos más puntos en común de los que podría imaginarse. Seguramente habrá matices dentro de la ideología de ultraderecha que ambos profesan, pero son difíciles de discernir en ese pantano neurológico que parece ser el pensamiento de Donald, a quien hasta se le agradece que clarifique su visión -aunque sea deplorable- en temas como la cuestión de género.

 

Los dos son agentes del caos, del verdadero populismo, y en el fondo no son más que dos delincuentes reincidentes, cuya vocación de poder sólo se explica por la necesidad de eludir la persecución judicial por sus múltiples crímenes. ¿O acaso hemos olvidado que, antes de octubre de 2023, el pueblo israelí poblaba las calles protestando contra los proyectos de "Bibi" de limitar las facultades de la justicia, sólo para zafar de sus múltiples acusaciones de corrupción?

 

Trump lo tiene mucho más fácil. Como la estupidez de los demócratas y la servilidad de los republicanos le permitió diseñar a la Corte Suprema norteamericana a su gusto y placer -lo que se ha dado en llamar la "molester majority" de ese tribunal- hoy cuenta con una suerte de patente de corso que lo hace inmune a cualquier persecución judicial. Incluso, a las que involucran su desordenada -por decirlo suavemente- conducta sexual.

 

No hay lugar para el engaño: en todo este proceso hay que echar culpas, y sin tapujo alguno, contra los dirigentes políticos supuestamente "institucionalistas" que permitieron estos excesos, tanto como a los jueces venales que, por cobardía o por simple acuerdo ideológico, están dispuestos a avalar cualquier abuso de la derecha más recalcitrante. Cosa que cabe también a nuestro país, que podría en no poco tiempo verse víctima de fenómenos semejantes. Aunque, claro, difícilmente nos toque una suerte tan espantosa como la de los pobres palestinos.

 

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