Cuando los oligarcas vienen marchando...
Ahora los oligarcas no tienen ningún prurito en que se se sepa de su riqueza y de su poder: muy por el contrario, disfrutan de la exposición pública y participan del debate político, buscando influir en las autoridades.
JOSE ALBARRACIN
En su discurso de despedida -que pocos se molestaron en escuchar- el saliente presidente Joe Biden alertó a sus conciudadanos sobre "la peligrosa concentración de poder en manos de unos pocos ultra-ricos, y las peligrosas consecuencias si este abuso de poder no se controla. Hoy en Estados Unidos se está formando una oligarquía de riqueza, poder e influencia extremos, que amenaza a toda nuestra democracia y nuestros derechos y libertades básicas". El tono admonitorio recuerda extrañamente al de otro presidente saliente, Dwight Eisenhower, quien antes de abandonar la Casa Blanca en 1961 advirtiera sobre el creciente poder del "complejo industrial militar" consolidado tras la Segunda Guerra Mundial, al que se atribuye el fogoneo desde Washington de guerras en todo el mundo, y hasta la responsabilidad en el asesinato de un presidente en 1963.
Oligarcas.
La palabra griega "oligarquía" (gobierno de pocos) había desaparecido, prácticamente, del debate político y del discurso en los medios de comunicación. Los políticos buscan proteger a sus donantes de campaña, y los grandes medios, a sus mejores anunciantes. Sólo se usaba el término "oligarca" para referirse a los nuevos ricos aparecidos en Rusia tras la caída de la URSS.
Pero algo ha cambiado en los últimos tiempos, y no sólo por la obscena concentración de riqueza en las grandes fortunas, y el incremento de la desigualdad económica con la clase trabajadora que en buena parte no logra salir de la pobreza. Ahora los oligarcas no tienen ningún prurito en que se se sepa de su riqueza y de su poder: muy por el contrario, disfrutan de la exposición pública -aunque los revele como unos malcriados- y crecientemente participan del debate político, buscando influir en las autoridades.
Y estos personajes nefastos, que se enriquecieron gracias a internet -una creación 100% estatal-, a los generosos subsidios de los gobiernos, y a la inmoral política impositiva que los beneficia escandalosamente, ahora pretenden dar cátedra sobre cómo se gobierna, e incluso -en algún caso- obtienen puestos como funcionarios. Para botón de muestra, basta ver el caso de tres integrantes de este lote, presentes en la ceremonia inaugural de Donald Trump el pasado lunes: Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y Elon Musk.
Amazon.
Una de las formas más ostensibles de esta acumulación de poder ha sido la apropiación -a billeterazo limpio- de medios de comunicación de prestigio. Es el caso de Jeff Bezos, uno de los hombres más ricos del planeta, dueño de la plataforma comercial Amazon, que eventualmente adquirió el importante periódico The Washington Post.
Es una verdadera desgracia que esta institución, a cuyos periodistas se deben verdaderos hitos en la lucha por la libre expresión -como el caso "Papeles del Pentágono" y la investigación del caso "Watergate" que terminó con la presidencia de Nixon- haya caído en manos de un verdadero señor feudal de la internet. Las consecuencias están a la vista: despidos masivos de personal, e intervención desembozada en la línea editorial -eliminando la tradicional toma de posición del periódico de cara a las últimas presidenciales- cuando no directamente la censura lisa y llana.
Esto ocurrió la última semana, cuando por intervención directa de Bezos se censuró la publicación de una caricatura donde se lo veía, con toda su brillante calvicie, junto a otros oligarcas -como Zuckerberg- rindiéndole tributo económico a Trump. La autora del genial dibujo, Ann Telnaes -premio Pulitzer- dio una lección de dignidad al renunciar a su codiciado puesto de trabajo en el WP.
Facebook.
El dueño de Facebook, Instagran y Whatsapp, Mark Zuckerberg, ya había estado en la picota en la elección presidencial de 2016, cuando fue puesto a la parrilla por el Congreso al detectarse que la entonces popular red social Facebook había sido vehículo para interferencias extranjeras en el proceso electoral. Y que, además, mediante la venta ilegal de datos de sus suscriptores, había favorecido las actividades ilícitas de la compañía británica Cambridge Analytica.
En aquel entonces y para lavar su imagen suspendió la cuenta de Donald Trump, y estableció un sistema de chequeo de publicaciones para evitar la difusión de noticias falsas y teorías conspirativas.
Producido el resultado electoral de noviembre pasado, y sin que se le caiga la cara de vergüenza, anunció que cancelaba todo ese sistema de verificación de contenidos, en nombre de la "libertad de expresión" (no mencionó que el despido de todos esos empleados le implicará además un ahorro sustancial). Acto seguido, corrió a la Florida a reunirse con el presidente electo, que no para de congratularse: "Todos quieren ser mis amigos ahora", dice.
Tesla.
Y finalmente está el tercero de la lista, el dueño de la ex Twitter, de la automotriz Tesla, de la flota de satélites Starlink y de la compañía espacial SpaceX, que promete llevar seres humanos a Marte. Poco hay que no se haya dicho ya sobre Elon Musk, el hombre más rico del mundo, que ahora estará a cargo de ajustar la cuentas del gobierno en nombre de la "eficiencia", y que el lunes se la arregló para robar protagonismo al culminar su discurso haciendo el saludo nazi.
La verdad es que -según cálculos del senador Bernie Sanders- estos tres sujetos han visto incrementada su fortuna, desde el día de las elecciones hasta la toma de posesión, en unos 233 mil millones de dólares, algo así como la mitad de la deuda externa argentina. Y que esa riqueza les permite, virtualmente, "comprar" elecciones y pagar por su lugar en la mesa del poder. Y que el gobierno que acaba de asumir, con toda su legitimidad electoral, ha dado claros pasos en el sentido de socavar las libertades públicas, la vigencia del derecho y el sistema republicano.
Si esto no es una oligarquía, se le parece bastante.
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