De aquel padre a estos hijos
La capacidad de asombro no se acaba nunca en este mundo y menos que menos en la política argentina. Porque uno piensa que ya no queda margen para actitudes y declaraciones disparatadas, pero desde el presidente para abajo, todos se esfuerzan por superarse, semana tras semana.
Lo de estos últimos días, con Javier Milei acusando a Raúl Alfonsín, considerado casi con unanimidad como el “padre de la democracia” en nuestra historia, fue demasiado. Lo acusó de ser partícipe de un golpe de Estado, superando todos los límites imaginables. No termina de quedar en claro si el actual presidente busca la lisa y llana provocación, o si directamente no está en su sano juicio. Ver y escuchar sus discursos dan verdadera vergüenza ajena.
La descalificación a Alfonsín al acusarlo de golpista fue formulada durante un discurso en un evento organizado por la Fundación Mediterránea, en Córdoba. "Lo muestran como el padre de la democracia, siendo que fue partidario de un golpe de Estado”, dijo en referencia a la renuncia de Fernando de la Rúa durante el estallido social de diciembre de 2001.
Y si esa declaración causó asombro, peor fue observar la tibieza de las respuestas del resto de los actores políticos, sobre todo de los del radicalismo, que vienen de colaboración en colaboración con un gobierno que los desprecia, nada más que para no quedar del mismo lado que el peronismo, aunque las causas nacionales y populares ameriten alinearse frente a los ricos y poderosos.
El mal ejemplo local.
Para no irnos muy lejos, la política local nos dio un ejemplo clarito. En vez de salir a repudiar enfáticamente al presidente que atacó a la máxima figura histórica de su partido, una joven diputada provincial eligió alinearse con el gobierno nacional para presentar un proyecto contra los ”cargos hereditarios” en el Estado. Tal vez el tema merezca cierto debate y alguna actualización para modificar condiciones y objetivos, pero antes hay unos cuantos temas de los que ocuparse con anterioridad. Más aún, si se tiene en cuenta que en la Legislatura pampeana las fuerzas opositoras –a las que se supone que lidera la UCR- frenaron durante casi medio año el tratamiento de una ley que habilitara un aporte solidario para garantizar un refuerzo alimentario de los que menos tienen.
Deberían tener en cuenta que Alfonsín llegó a la presidencia, tras la recuperación de la democracia, con un discurso que hacía hincapié en que con la democracia “se come, se cura y se educa”. Y resulta que ahora facilitan con sus votos los vetos al financiamiento educativo y a la mejora de haberes para los jubilados, entre otras cosas, mientras se recortan fondos para los hospitales públicos.
Y para colmo, como para volver a superar nuestra capacidad de asombro, nos venimos a enterar que la autora del proyecto contra los “cargos hereditarios” nombró a su propio progenitor como auxiliar legislativo. ¿Eso es lo que entendió cuando en su partido le hablaron del “padre de la democracia”?
Familiares y amigos.
En el proyecto que presentó argumenta que “el acceso a cargos públicos debe basarse exclusivamente en la idoneidad y competencia de los candidatos, y no en la relación familiar con un empleado”, pero en los hechos ella hizo lo contrario. Increíble pero real. La iniciativa habla en sus fundamentos de bregar “por un Estado basado en la igualdad y el mérito”, en línea con un proyecto similar presentado por un gobierno nacional que también cuenta con familiares en el gabinete y en los ministerios. "El empleo estatal tiene que ser para quienes demuestren capacidad, no para quienes tienen conexiones familiares. Es momento de construir un sistema más transparente y justo para todos", sostienen los defensores de esta idea compartida por libertarios, macristas y radicales. Pero resulta que todas las negociaciones para apoyar vetos terminaron en canjes por cargos para ubicar a amigos y familiares en el Estado. Apoyan al “topo” que confiesa su amor por la destrucción del Estado, pero en cuanto pueden asumen un cargo para asegurarse un ingreso mensual y algún que otro negociado.
Duele ver esta realidad argentina. Las declaraciones de Milei coincidieron con una fecha clave en la historia democrática de nuestro país: fueron el 30 de octubre, el día en que se conmemoraron 41 años de la realización de las históricas elecciones presidenciales de 1983 que dieron ganador a Alfonsín y pusieron fin a la última dictadura cívico-militar.
A más de cuatro décadas de ese momento, da escalofríos pensar que de aquel “padre de la democracia” se terminaron engendrando unos terribles hijos de la gran vergüenza ajena.
El mismo sistema deberá corregir estos errores. Es la última esperanza que nos queda.
DANIEL ESPOSITO
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