El amor y el odio se miden en las urnas
La última semana terminó de dejar en claro, por si hiciera falta, la diferencia entre dos modelos que se enfrentarán en las urnas dentro de una semana. Más allá de los matices que puedan tener otras listas, más hacia la derecha o más hacia la izquierda de una u otra idea, en el fondo se puede observar claramente que todo se reduce nada más ni nada menos que al amor y al odio.
Obviamente, esto no viene de ahora en nuestro país. Para no remontarnos más atrás en la historia, solamente bastará recordar aquella anónima inscripción que rezaba "Viva el cáncer", para celebrar la muerte de Eva Perón.
Más acá en el tiempo, hubo quienes se permitieron dudar del fallecimiento de Néstor Kirchner y hasta se atrevieron a lanzar sospechas acerca de si su cuerpo estaba colocado realmente en el cajón mortuorio. En este caso, la duda ya no era anónima, sino corporizada por una conductora de televisión, reconocida vocera del neoliberalismo criollo. Claro que en casos como éste siempre se amparan en lo que "la gente dice en la calle", para luego ser convenientemente acompañada por un coro de periodistas que responden al poder hegemónico y se encargan -antes y ahora- de reproducir y amplificar cada una de estas cuestiones.
Cinismo actualizado.
En estos tiempos preelectorales, este odio vuelve a aflorar en personajes como Patricia Bullrich, quien se permite sospechar del mal trance de salud por el que está pasando la vicepresidenta de la Nación. Ya no es para asombrar, pero realmente indigna que se permita decir con total desparpajo que la operación podría una cuestión programada "para no dar la cara" ante una eventual derrota electoral.
Cuesta entender -o no tanto- que a la presidenta del macrismo se le pueda ocurrir decir semejante barbaridad a una mujer que siguió gobernando en este país tras perder al compañero de toda su vida. Si no decidió dejar sus funciones en ese momento, no se puede ser tan cínico como para argumentar semejante barbaridad, sin respeto y sin código alguno.
Claro que después, al observar la reacción de repudio generalizado, intentan desmentir y aclarar sus dichos, como cuando se permitieron dudar sobre las vacunas y sugerir la existencia de coimas. Siempre apostando a agrandar la "grieta", porque allí es donde ganan, dividiendo a la población.
En esos gestos se ve la diferencia entre unos y otros.
Para quienes no recuerdan, para muestra basta recordar el caso del senador Esteban Bullrich, afectado por una dolorosa enfermedad. Y ahí fue Cristina la que dejó las diferencias políticas de lado para enviar un mensaje de pronta recuperación que asombró tanto a estos militantes del odio que tuvieron que terminar por reconocer la actitud, en la que quedó en claro que más allá de la rivalidad política están la calidad humana.
Una reacción y otra, dos ejemplos en estado puro, uno de pleno amor y otro propio de los "odiadores seriales".
La guerra y la paz.
Otro caso de los últimos tiempos que sirve como demostración es lo ocurrido en Bolivia. Un gobierno, el de Macri, decidió mandar armamentos para reprimir al pueblo y jugar de este modo a favor de una destitución de un presidente electo democráticamente, con el que precisamente no comulga con sus ideas políticas. El gobierno argentino que le sucedió, el de Alberto Fernández, trabajó internacionalmente a favor de la institucionalidad y hasta para salvar la vida en peligro de Evo Morales. Uno jugó para la guerra y el otro para la paz.
Y para quienes necesiten más pruebas, de las inocultables, de esta forma de ejercer el odio, se puede recordar otro caso de los últimos días. Nuestro ex presidente, ese que se llenó la boca hablando del respeto a las instituciones y a la libertad de presa, tomó y arrojó el micrófono de un periodista que representa a uno de los pocos medios que no son afines a sus ideas. Odio puro, ante la incomodidad de tener que concurrir a una citación judicial.
Ahí se puede ver como sale a la luz el desprecio que sienten por cada situación en la que se ven obligados a salid de su "zona de confort". Por eso se molestan tanto cuando salen al interior y se encuentran con preguntas incómodas de los periodistas, por fuera del blindaje con el que cuentan en la Capital Federal.
Básicamente, a estas dos actitudes se reducen las ideas de uno y otro partido. En una semana sabremos quién gana y qué nos espera para los próximos dos años.
En el cuarto oscuro, dependerá de todos nosotros la decisión de apostar por una patria inclusiva en la que el amor termine de vencer definitivamente al odio.
DANIEL ESPOSITO
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