El “Estado-manicomio” vive su esplendor
No es descabellado afirmar que lo más atroz de la Argentina del presente es su estructura disparatada. El régimen libertario ha convertido la vida diaria en una pesadilla distópica.
Por Ricardo Ragendorfer*
La paradoja que se relatará a continuación trae al recuerdo un diálogo ocurrido el 14 de diciembre de 2015, durante el velatorio de 42 gendarmes malogrados al accidentarse el micro que los llevaba a Jujuy; allí debían desalojar un acampe por orden de la flamante ministra de Seguridad del macrismo, Patricia Bullrich. Fue cuando el jefe saliente de esa fuerza, Omar Kannermann, le sopló a su sucesor, Gerardo Otero, al oído.
-Tenga mucho cuidado con ella.
Otero, sorprendido, quiso saber la razón. Y la respuesta fue:
-Porque esta mujer es yeta.
Pues bien, el 21 de mayo pasado, Bullrich -ya como ministra libertaria- anunció con bombos y platillos la reducción del índice de homicidios, cuya tasa, entre comienzos de 2024 y el primer trimestre del año en curso, es de 3,8 casos por cada 100 mil habitantes. “La más baja de América Latina” supo ufanarse sin disimular su orgullo.
Nada más inoportuno. Porque, apenas unas horas después comenzaron a difundirse los primeros datos del asesinato de Bernardo Sergio Seltzer y sus dos hijos, Ian e Ivo -de 15 y 13 años-, acuchillados por Laura (esposa y madre de las víctimas), antes de infringirse un puntazo en el corazón. En definitiva, uno de los episodios más espeluznantes de la historia policial argentina.
Ya se sabe que el móvil del asunto fue un brote psicótico. Y que el festín de la prensa incluyó dos de esos detalles que invitan a suponer que la realidad siempre supera a la ficción; a saber: un video en el que Bernardo -consultor de una empresa dedicada a la comercialización de granos- se permitió, al tomar la palabra en un congreso del rubro, la siguiente frase: “Tengo dos hijos hermosos y una esposa amorosa; agradezco a la vida tenerla y haberla encontrado”. Y un posteo de ella en su cuenta de Instagram, fechada el 6 de septiembre de 2015, donde publica una fotografía en la que se la ve exhibiendo el libro Crímenes en familia, de Cynthia Ottaviano, sobre siete casos emblemáticos al respecto, con un epígrafe que ahora resulta estremecedor: “Ivo se porta horrible, jua”.
Armas.
Pero volvamos a las estadísticas de Bullrich, en virtud de un desglose que ella omitió: del total de los asesinatos ocurridos en Argentina durante el período relevado, solo el 32% fue cometido en ocasión de robo (o sea en el marco de la llamada “inseguridad”), ya que el resto se refiere a crímenes intrafamiliares o intravecinales o de género, entre personas que, claro, se conocían previamente. Dicho en otras palabras, nada menos que el 68% de los victimarios pertenece a la parte “sana” de la población.
Siendo así, es notable que el gobierno haya flexibilizado los requisitos para la compra y la posesión de armas con calibres de guerra. Un plan que lleva el criterioso nombre de “tenencia express”, según su resolución, publicada el 20 de mayo en el Boletín Oficial.
He aquí otra coincidencia fáctica: dos días después se viralizaría en los noticieros una escena tomada por cámaras de seguridad en una coqueta calle de La Lucila, que exhibe a un energúmeno fuera de sí -identificado como Néstor Alvaro Bulacios, de 41 años- al amenazar al vecino del chalet lindero al suyo, un pibe de 15 años, muy molesto por el volumen de la música. “¡Te voy a meter un tiro en el pecho!”, vociferaba una y otra vez. El hecho es que empuñaba una pistola semiautomática, calibre 9 milímetros, con una bala en la recámara. Cabe destacar que su permiso de tenencia estaba en regla.
¿Cuántos sujetos como él accederían ahora, favorecidos por la flamante laxitud en la materia, a canalizar sus disgustos con un chumbo en la mano? ¿Y cuanta sangre correrá gracias a ello? ¿Acaso semejante medida no invita, sin sutileza alguna, al homicidio por “emoción violenta”? Tal vez eso integra la letra chica de la “Escuela Austríaca”.
Neurosis.
No es una novedad que sus postulados son una Biblia para el presidente Javier Milei. Y que se trata de una rama marginal del pensamiento económico heterodoxo, cuya base de sustentación es el “individualismo metodológico (que desestima el carácter colectivo de los procesos sociales), en franca oposición a las teorías neoclásicas keynesianas y marxistas. Nacida y desarrollada en Viena durante la primera mitad del siglo XX, sus hallazgos doctrinarios pasarían a la historia como una simple extravagancia del campo de las ciencias sociales, dado que propone un programa de aplicación imposible. Pero ese corpus teórico hizo que el líder libertario encontrara su lugar (espiritual) en el mundo.
Dicho sea de paso, justo cuando tipos como Carl Menger y Ludwig von Meses trazaban los ejes de ese invento en la ciudad de los valses, allí mismo, otro austríaco, el doctor Sigmund Freud revolucionaba el conocimiento de la mente humana al explorar su inconsciente a través del psicoanálisis.
En este punto, es necesario mencionar a uno de sus discípulos: Wilhelm Reich, quien se distanció de él por su posición con respecto al papel del factor político-social en las neurosis individuales, derivando así -según su óptica- en fenómenos colectivos. Tal es la idea que desgrana en su ensayo Psicología de masas del fascismo (1933), donde intenta una síntesis entre el materialismo dialéctico y el psicoanálisis.
Claro que, si hubiese tenido la ocasión de observar a la Argentina actual, Reich no hubiese dado crédito a sus ojos. La naturalización de la irrealidad ya es aquí un hecho consumado, comenzando por la “inestabilidad emocional” del primer mandatario.
En este punto es necesario retroceder al ya remoto 23 de junio de 2018, cuando, en la ciudad salteña de Metan, dio una conferencia en la sede local del Colegio de Abogados de la Provincia, no siendo, por ese entonces, más que un pintoresco panelista de TV. En esa ocasión insultó a viva voz a una periodista por lo que le iniciaron una causa, que incluye una “valoración” suscripta por el psicólogo de la Corte Suprema local, Pablo Carrizo Saavedra. Y allí consigna “el peligro” y los “indicadores de riesgo que evidencia para sí y para terceros”, tal como reveló el periodista Hugo Alconada Mon en el diario La Nación.
Tal -diríase- disfunción no sólo abarcaría a sus ministros y funcionarios, sino que, al parecer, también se extiende a cierto sector del cuerpo social. El carácter alocado de sus noticias policiales da cuenta de ello.
No es descabellado afirmar que lo más atroz de la Argentina del presente es su estructura disparatada. Tanto es así que el régimen libertario ha convertido la vida diaria en una pesadilla distópica, un castigo orwelliano que, por rebasar los límites de lo estrictamente político, merecería ser estudiado desde el campo de la sociología psiquiátrica. El “Estado-manicomio” vive su esplendor. (*en tiempoar.com.ar)
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