El Gran Garrote y el Patio Trasero
El presidente Trump ha priorizado lidiar con las amenazas y las oportunidades de América Latina. Más que esperar préstamos especiales o acuerdos de libre comercio, en nuestro país habría que resignarse a una versión remozada del "gran garrote" con el que Norteamérica disciplina a su patio trasero.
JOSE ALBARRACIN
En un reciente reportaje publicado por el Wall Street Journal -uno de los periódicos económicos más influyentes del mundo, junto al The Economist inglés- el presidente argentino se mostró confiado en que la nueva administración de la Casa Blanca, a cargo del reincidente Donald Trump, facilitará a Argentina la obtención de un préstamo por miles de millones de dólares de parte del FMI; y también, le dará al país la oportunidad de un tratado de libre comercio -nunca antes obtenido- con los EEUU. No pueden atribuirse estas expresiones a la ingenuidad, ya que ese defecto es impropio de los jefes de Estado. Acaso provengan de alguna promesa lanzada al azar en esas reuniones en la mansión de Trump en la Florida, donde nuestro presidente dio muestra de su talento para la danza. En cualquier caso, esa lectura del panorama no parece dar cuenta de los pasos que viene tomando el futuro mandamás de Washington, de cara a su asunción en tres semanas.
FMI.
Lo del préstamo del FMI es una apuesta de alto riesgo. Y no porque a los burócratas de esa institución les preocupe demasiado violar las normas internas, cuando la Casa Blanca así lo ordena. Después de todo, si las carreras de algunos de ellos llegan a su fin, se irán a casa forrados de por vida. El problema es que, cuando en 2018 el gobierno de Mauricio Macri tomó aquel crédito de 45 mil millones (o los que hayan sido, nunca se sabrá) no sólo se violaron decenas de leyes que justificarían la apertura de un pabellón exclusivo para esta asociación ilícita, sino que, además -como todo el mundo sabe, y el propio Macri confesó- ese dinero nunca ingresó a las arcas estatales argentinas, sino que se destinó a la fuga de divisas. Es un elefante difícil de desalojar en el bazar.
La asociación de libre comercio, por otra parte, parece todavía más utópica. No sólo porque Trump haya prometido el establecimiento de tarifas (para él, una "palabra mágica") a China, sino porque amenaza también, por esa vía, con romper acuerdos económicos de décadas con México y Canadá.
Por qué motivo Trump privilegiaría a Argentina por sobre sus socios y vecinos más cercanos e importantes, es una pregunta que sólo encontrará respuesta en los vericuetos del narcisismo que aqueja a nuestro primer mandatario.
Imperialismo.
Pero si se mira la escena completa, resulta claro que la promesa de Trump de "hacer a los EEUU grandes otra vez" no resulta muy compatible con el crecimiento, ni siquiera la recuperación, de Argentina.
El nuevo presidente norteamericano, liberado de toda atadura por su aplastante triunfo electoral, por la actitud genuflexa de "su" Corte Suprema, y la desaparición de toda amenaza judicial contra sus múltiples delitos, ha anunciado sin ningún tipo de pudor que los EEUU entrarán en una nueva etapa de expansión imperialista.
No se trata sólo de las "bromas" que dedicó al canadiense Justin Trudeau, que corrió presuroso a reunirse con él en la Florida para rogarle que reviera eso de las tarifas (Trump se refirió a Canadá como "el nuevo estado de EEUU", y al amigo Justin como "el gobernador Trudeau"). También adelantó la intención de retomar el control sobre el canal de Panamá -en manos de ese país desde hace medio siglo, en tiempos de Jimmy Carter- pretextando que los peajes son muy caros para las empresas norteamericanas. Y ahora viene en serio con la anexión de Groenlandia, que en su período anterior intentó comprarle a Dinamarca, pero que ahora, con las nuevas rutas marítimas producto del deshielo polar, y la riqueza inimaginable en metales preciosos, aparece como un bocado geopolítico irresistible.
¿Qué hueso le puede caer a Argentina en ese banquete, cuando la nueva administración republicana ya anunció que piensa devorarse a varios países del así llamado "primer mundo"?
Enemigo.
La frutilla del postre la aporta la reciente designación de Trump para encargarse, como "enviado especial", de las relaciones diplomáticas de su gobierno con América Latina. Se trata de un "enemigo íntimo" de Argentina, un gusano llamado Mauricio Claver-Carone. Funcionario en la anterior administración republicana, dejó su puesto en el Departamento del Tesoro para hacerse del apetitoso puesto de presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), un lugar habitualmente reservado para latinoamericanos.
Para acceder a esa compulsa debió competir con el argentino Gustavo Béliz, entonces funcionario del gobierno de Alberto Fernández -y como él, rémora del menemismo- a quien Claver-Carone responsabiliza por la operación que descubrió su affair con una empleada del BID a la que, "casualmente", le había subido su salario en cientos de miles de dólares, a cambio de su "cariño".
El odio que este personaje destila hacia Latinoamérica -mucho más allá de Cuba y Venezuela, sus obsesiones personales- se hace especialmente fuerte cuando se trata de Argentina, cuyo jefe de Gabinete actual, también participara en lugares claves del anterior gobierno del Frente de Todos, junto al "monje negro" Béliz.
Para darse especial importancia, el flamante designado publicó una declaración en la que deja claro, hablando de América Latina, que "no hay ninguna otra región del mundo que afecte la vida de los (norte)americanos más profundamente, en el día a día". Y que "desde la inmigración, pasando por el comercio, los narcóticos, el presidente Trump ha priorizado lidiar con las amenazas y las oportunidades en esta región, como ningún otro presidente de USA lo hizo en toda la historia".
Estos son los datos objetivos. Basado en ellos, más que esperar préstamos especiales o acuerdos de libre comercio, habría que resignarse a una versión remozada del "gran garrote" con el que Norteamérica disciplina a su patio trasero. Que cada vez tiene menos de patio, y más de trasero.
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