Viernes 26 de abril 2024

En el mediodía ocurren cosas

Redacción 25/01/2024 - 00.12.hs

Es en el mediodía donde ocurren las cosas, las que a la luz del día pasan desapercibidas por no estar en la obviedad de las sombras: una escalerita que se abre con una puertita arriba y una dama que se descubre pensando que no la ve nadie con su gato y toma el sol principiante del verano semidesnuda; un loco que sabe de su locura y se ha puesto a descansar bajo un árbol que le revelará toda la sapiencia perdida de este mundo perdido y se pone a hablar con las hojas; unos chicos que arman un inofensivo "charuto" a pleno sol y plena calle sin disimular nada; alguien que confiesa un crimen o una maldición o una felonía a su amada que nada puede hacer expuesta a la iridiscencia en el café cercano; un robo en un banco, brevísimo como un rayo; una llamada para concertar un cita en quince minutos aprovechando que el marido está trabajando lejos en la hora del almuerzo. Repican las campanas del mediodía y todo es posible en la ciudad desnuda. Nace un niño, se va un viejo por la misma puerta giratoria en la mitad de la jornada exacta. Pero el mundo luce cansado.

 

El político encumbrado, un insolvente criminal elegido por la gente hipnotizada, da una conferencia improvisada a un puñado de micrófonos hambrientos: dice pavadas, exalta las mentiras y se sonríe sobrador. Arriba la cámara enfoca el mediodía justo en la esfera del reloj: sería revelador, mágico y justiciero que la aguja perfecta que está justo sobre su cabeza se desprenda del cabezal gigantesco y lo clave a la tierra, perforándole el corazón envenenado de mentiras. Todo puede ser.

 

Por el mediodía se suele hacer el ocupado, no atiende el celular o avisa que tiene una reunión importante, pero lo que hace es esconderse dentro de su auto, bajo una arboleda cerca del laguito a escuchar a Charly García. “¡Qué importan ya tus ideales..!”, resuena el coro de Serú Girán y empieza a soñar con un sábado azul, un mar en primavera y una vida peligrosa. “¡...O me mates este mediodía... nena...!". Sale a caminar, ya ajusta el calor su presencia de verano en ciernes. El mudo gira y gira, harto de vivir.

 

Son tres de familia y están bañando la moto como si fuese un animal mitológico. Se ríen y parecen estar de fiesta. “Lavadero”, dice en el cartel chorreado a la cal. Cerca, otras tres personas de una familia del interior toman mate frente al cementerio y pellizcan un pan envuelto en papel estraza. Unos al sol del mediodía se están ganando el pan con desesperación por los mil pesos que obtendrán. Otros vigilan a los parientes muertos mientras el sol les cae en la mollera y no sienten nada, por el cansancio y la ausencia de apego alguno por el movimiento. Les sobra dinero y tiempo, mientras el mediodía los empuja hacia el centro de la tierra muy cerca de los huesos de sus difuntos; los otros tres, mojándose por tan pocas monedas, en cambio, están tan vivos como esta luz que baña el paisaje.

 

Es el mediodía en las serranías. Marcha la gente en todo el país. Muchos miran el clima, el tiempo y arriesgan su jornal. Aquí los dramas del país parecen suspendidos sobre el polvo fino, los caminos pedregosos y la ausencia de dolor. Algunos que vacacionan como pueden se refugian en la sombra de los álamos y refrescan sus penas traídas de las ciudades en el agüita fresca de los arroyos. Quieren estar felices en medio de la guerra económica y emocional que se le han declarado por la que no se inmutarán hasta que regresen. Recuerdo un chiste de Mafalda. De regreso a su departamentito, el padre estira los brazos antes de abrir y exclama -¡Ahh, uno vuelve sintiéndose otro! Mafalda, tomando las facturas acumuladas en el piso le contesta que “parece que te llegaron cuentas, pero debe ser al otro que fuiste”. El cuadro final es el papá de la niña arrinconado con pesadumbre en el sillón del living. Me va a suceder lo mismo, qué duda cabe. Mientras, viendo la iridiscencia del mediodía serrano girar sobre los cerros, pienso en mi futuro, en el de todos y en el paro y la marcha. Y como en el bolero, canto bajito. “Quizás, quizás, quizás…”. (Por Adrián Abonizio / abonizio@gmail.com)

 

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