Martes 11 de noviembre 2025

Entre la fragmentación y las peleas internas

Redacción 11/11/2025 - 00.20.hs

Macri vs Milei, Cristina vs Kicillof, Karina vs Santiago Caputo, Bregman vs Grabois, Verna vs Ziliotto. El debate político argentino hoy está centrado más en las figuras que en los partidos, que es como decir más en los gritos que en las ideas.

 

SERGIO SANTESTEBAN

 

Los grandes partidos políticos populares van camino de convertirse en entes fantasmales, con sus sedes devenidas en salas vacías. Lo que tiempo atrás eran activos lugares de encuentro, debate, centro de estudios, bibliotecas, cursos de formación... hoy aparecen semidesiertos y apenas si se abren sus puertas en las semanas previas a los comicios. No muy lejos del modelo “made in USA”, tan admirado por la derecha local, y en donde los partidos no son más que agencias de recaudación de fondos para solventar los gastos publicitarios de las campañas electorales.

 

Hasta las elecciones internas son hoy una rareza en el peronismo y el radicalismo. La participación de los afiliados en la selección de autoridades y candidatos ha caído en el olvido. Todo se acuerda entre cúpulas, entre líneas internas, entre jefes de campamentos. Pasa en otras organizaciones también. La forma en que asumió el nuevo triunvirato de la CGT fue lo más parecido a la sucesión hereditaria de una casa real. Los trabajadores fueron meros espectadores de lo resuelto en una reunión en donde los caudillos rosquearon para ungir a los nuevos secretarios generales.

 

No están solos.

 

También es cierto que los partidos no son las únicas organizaciones que vienen sufriendo un proceso agudo de vaciamiento. Lo mismo ha ocurrido con los sindicatos, las entidades deportivas, las comisiones vecinales y tantas otras instituciones que hasta no hace mucho mostraban gran efervescencia interna y externa. Vivimos una era de dramáticas transformaciones económicas, sociales, culturales y tecnológicas. El huracán neoliberal trajo vientos de destrucción del tejido social, de individualismo extremo, de gran deterioro en las condiciones laborales, de precarización de la vida de enormes capas sociales... Y en ese mar tormentoso navegamos tratando de evitar el naufragio y de salvar lo que nos queda de dignidad humana.

 

En este escenario, que también es global, la clase política fue perdiendo el contacto directo con las personas de carne y hueso, se mediatizó, se amoldó a las normas del marketing, de la publicidad. Los profundos cambios tecnológicos de los últimos lustros profundizó esa tendencia. Las redes sociales son las nuevas tribunas políticas. Javier Milei ganó con comodidad las elecciones presidenciales de 2023 sin necesidad de salir de la Capital Federal. El primer empujón se lo había dado la televisión; después el algoritmo hizo el resto.

 

Cuesta abajo.

 

Los mayores partidos populares fueron los más afectados. Primero el radicalismo, que sufrió como nadie la hecatombe de 2001 y que profundizó su caída aferrándose a un ascendente macrismo, debilitando su identidad y mimetizándose con los discursos y proyectos de la derecha. En los últimos años el peronismo es el que entró en la misma pendiente con un proceso de fragmentación que lo ha convertido en un archipiélago con caudillos provinciales cada vez más autónomos. En las presidenciales de 2023 solo ganó en tres provincias, y en las recientes legislativas volvió a perder en el total nacional ante los libertarios, aunque esta vez ganó en ocho. En La Pampa arañó un triunfo por menos de un punto de diferencia y la debacle del radicalismo fue lo que le posibilitó sumar dos diputados.

 

Una gran crisis de representación es otra de las consecuencias de estos tiempos turbulentos. Las peleas intestinas no logran cuajar en acuerdos, se extienden en el tiempo y no se saldan mediantes mecanismos consensuados que diriman las diferencias. La pelea entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof es la más resonante, pero se replica también en muchos distritos del interior con fracturas que afectaron el desempeño electoral del justicialismo. Los militantes o simpatizantes miran de afuera estos conflictos que, en lugar de sumar, provocan ruido y confusión. La “guerra de egos” parece imponer su lógica y, sin mecanismos internos democráticos de consulta a las bases, se profundizan los desencuentros.

 

Descreimiento.

 

El radicalismo pampeano acaba de convocar a elecciones internas luego del decepcionante resultado electoral de octubre. En el peronismo no se sabe qué ocurrirá cuando se deban elegir las autoridades partidarias el año que viene. Los chispazos entre Sergio Ziliotto, Carlos Verna y Luciano Di Nápoli no encuentran canales de resolución. El peronismo supo dirimir estas cuestiones en elecciones internas, pero hoy pareciera que esta alternativa es mirada con recelo por el temor a “dejar heridas”. Es una gran contradicción. Si los partidos políticos son, como lo dice la Constitución Nacional, “instituciones fundamentales del sistema democrático”, su vida interior democrática debería ser la norma y no la excepción, tanto a la hora de designar a sus autoridades como a la de elegir a sus candidatos. Pero buena parte de la dirigencia aparece más interesada en “ocupar espacios” que en consultar a las bases para que estas decidan. Así la distancia entre los que pretenden conducir y los militantes o simpatizantes no hace más que profundizarse. La consecuencia directa es la pérdida de participación popular en la política, el aumento del descreimiento y, con ello, del ausentismo a la hora de votar que crece a niveles nunca vistos.

 

Este estado de debilidad y desconcierto en las fuerzas que pretenden representar los intereses de los sectores populares no hace más que facilitarle el trabajo a los que están en el otro extremo del arco político. Milei al frente de su partido del poder económico está fagocitando a sus primos hermanos del macrismo construyendo un bloque sin grandes fisuras internas. Así será muy difícil enfrentar a un proyecto de país que, en solo dos años, demostró con creces que no le interesa la suerte de los 48 millones de argentinos sino de una pequeña parte de ellos: los que cortan el bacalao.

 

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