Garantía de fracaso
El gobierno nacional que encabeza Javier Milei viene de un estrepitoso fracaso electoral en la provincia de Buenos Aires, que funcionó como detonante de una crisis múltiple, hasta entonces latente. Ya nadie discute la desnudez del rey, sobre todo en materia de reservas.
Dos semanas después, abundan análisis sobre las causas de esa hecatombe. La mayoría coincide en instalar en el tope del podio a la pésima gestión económica. En ese contexto, la corrupción, que hubiera pasado de largo con bolsillos no tan flacos, terminó de colmar la paciencia de los bonaerenses. Pero, apenas por debajo de esos dos puntos, aparece la mala estrategia política: candidatos desconocidos, que no sumaron nada a la marca y una consigna que, desde su raigambre, tiene al menos ocho décadas de antigüedad y ninguna promesa de futuro.
"Kirchnerismo nunca más" es, recordando a Néstor Kirchner ("nos dicen kirchneristas para bajarnos el precio"), apenas una derivación de "Peronismo nunca más", que es una versión apenas más presentable de "viva el cáncer".
A diferencia de Macri en 2019, que recurrió al gorilismo epidérmico entre agosto y octubre de 2019, para sumar ocho puntos de voto antiperonista en la recorrida del "sí, se puede", Milei ya no puede hacerlo. Usó (quemó) esa carta en la primera mano. ¿Y ahora?
Es probable que algunos dólares del complejo agroexportador le den un par de semanas de tregua. Pero eso de ninguna manera impedirá que la turbulencia cambiaria de los días pasados se traslade en todo o en parte a precios. Es cierto que la bajísima demanda frena parcialmente la suba, pero también es cierto que en la otra punta de la ecuación hay un concepto llamado costo de reposición. El almacenero que tiene diez botellas de puré de tomate aspira, de máxima a ganar dinero, pero de mínima a recomprar al menos las mismas diez botellas con el producido de las ventas. Y hoy, ni eso está garantizado.
La certeza de lo que Milei fue a buscar a EEUU y lo que traerá como ofrenda en las últimas horas es la de la ayuda de Trump, que siempre tiene cláusulas y contraprestaciones no escritas. Y esa opacidad sobre formas, montos, plazos, cláusulas y sobre todo, garantías, difícilmente pueda leerse como un activo electoral. Las discusiones en redes, que recuerdan el antecedente de Pemex en los noventa, así lo confirman.
Si cada elección tiene un clivaje y sólo uno y Milei viene de perder por goleada con su "kirchnerismo nunca más", el que se instala de acá a octubre es el de la Argentina como país soberano o como estado asociado o enclave colonial.
Se puede partir del histórico "patria sí, colonia no", que se canta como última estrofa del himno nacional, o del más reciente "la patria no se vende", pero la estrategia discursiva debe incluir elementos pragmáticos: Puerto Rico es estable en su desempleo, en su falta de oportunidades y en sus cortes de luz. Los colonos no viven bien porque transfieren su riqueza a la metrópoli.
Los productores agropecuarios que empezaron la semana festejando las retenciones cero harían bien en tomar nota: peor la pasan los asalariados, más aún si son conurbanos, marrones y pobres. Pero cuando se delega la toma de decisiones, nadie está a salvo. EEUU quiere que Milei reponga las retenciones, no tanto para asegurarse alguna chance de repago, como para favorecer a su propio complejo agroexportador, que es competidor directo del nuestro.
Tiene mucha lógica pensar en un Milei que, desesperado, se ofrece dispuesto a firmar cualquier cosa por un par de fajos de billetes, vendiendo el alma como Fausto (o Vaca Muerta) a cambio de tiempo. Lo loco es creer que eso pueda traducirse en un activo electoral. Si la corrida y la devaluación eran garantía de fracaso, la entrega incondicional no ofrece un panorama mucho mejor.
Si Milei empezó proponiendo un regreso a la Argentina preperonista, ahora nos quiere llevar de regreso al virreinato. ¿Qué puede salir mal? (Por Marcial Amiel, extractado de Página 12)
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