Domingo 21 de abril 2024

Gracias por no procrear

Redacción 27/11/2022 - 10.50.hs

Según las Naciones Unidas, el pasado 15 de noviembre nació el ser humano número ocho mil millones. El sujeto en cuestión es sólo un dato estadístico, nadie se molestó en ir a buscar a ese recién nacido, pese a los generosos viáticos que pagan los organismos internacionales. Tampoco hubo una estrella que los guíe como a los reyes magos. Pero lo más probable es que el bebé en cuestión haya nacido en la India, que según los mismos cálculos, el año que viene estará superando a China como el país más poblado del mundo.

 

Dilema.

 

La cuestión poblacional ha sido siempre un dilema de difícil abordaje. Durante mucho tiempo -con auge en la década de los años 70- existía un discurso oficial que lo consideraba un problema: de hecho existía un término tremendista para designarlo: "explosión demográfica". Desde los países centrales bajaba un discurso homogéneo -con un leve tufo racista- sosteniendo que el subdesarrollo estaba relacionado con la superpoblación, y que los países del Tercer Mundo harían bien en controlar los ímpetus procreadores de sus ciudadanos.

 

El chiste hubiera sido gracioso si no fuera porque hubo países que se lo tomaron en serio, y acometieron campañas de esterilización masivas, muchas veces, sin consentimiento de las víctimas. Es lo que pasó en la India bajo el gobierno de Indira Ghandi, tal como se relata con dramatismo en la novela "Un delicado balance" ("A fine balance") del escritor Rohinton Mistry, que aparentemente va camino a transformarse en una miniserie de TV. No deja de ser irónico que estas atroces violaciones a los derechos humanos fueran presentadas como medidas "progresistas".

 

La verdad es que nuestro crecimiento poblacional es un diploma que certifica nuestra condición de especie dominante del planeta. También es cierto que, en realidad, la tasa de natalidad viene decreciendo, al punto que en 2022 fue un 1% inferior al año 2020. No falta quien haya dado una señal de alarma sobre este fenómeno, ya que la población es un componente esencial del poder relativo de los países, y es precisamente entre las naciones más prósperas donde la gente se reproduce menos.

 

Paradoja.

 

No paran ahí las contradicciones que plantea este galimatías. Se dice que el principal desafío derivado del crecimiento demográfico es el cuidado del medio ambiente, lo cual tendría cierta lógica. Sin embargo, las naciones que más contaminan, y que más contribuyen al calentamiento global, no son las subdesarrolladas superpobladas, sino las ricas "democracias occidentales" que ostentan tasas de natalidad más bajas.

 

Otra paradoja ostensible es que, mientras el aumento poblacional dificulta el llamado "desarrollo sustentable", que tiene al combate del hambre y la enfermedad como objetivos centrales, lo cierto es que al mismo tiempo, medidas propias de ese "desarrollo sustentable", especialmente las atinentes a la salud, la educación y la paridad de género, tienden a reducir los índices de fertilidad.

 

Vale decir, que el problema no admite enfoques simplistas como los que se procuró imponer el siglo pasado. Sólo una cosa debe tenerse por cierta: que la tendencia indica al África Subsahariana como la región del mundo con mayor curva de crecimiento poblacional. Tal parece que los humanos estamos volviendo al lugar donde se originó nuestra especie.

 

Extinción.

 

A todo esto -y hablando de soluciones simplistas- un caballero residente en Portland, Oregon, EEUU, llamado Les Knight, viene trabajando hace décadas en una solución al problema, desde su lugar como fundador del "Movimiento de Extinción Humana Voluntaria". Dicen que, para ser un promotor del Armageddon humano, se lo ve una persona cordial y amigable.

 

De hecho, los eventos que organiza su "movimiento" no pueden ser más entretenidos, incluyendo fiestas con fuegos artificiales, y hasta un partido de cricket nudista que tuvo lugar en el patio de su casa. En todos estos acontecimientos flamean pancartas con el invariable slogan: "Gracias por no procrear"("Thank you for not breeding").

 

Y es que Knight no propone el suicidio colectivo, como algunas de las sectas que pululan en el país del Norte. Su propuesta es menos drástica: para ayudar al planeta, está convencido que lo mejor que podemos hacer los humanos es dejar de tener bebés.

 

Desde luego, esa no es la opinión de los expertos. En la conferencia internacional sobre el cambio climático que acaba de cerrarse en Egipto, representantes de casi 200 países coincidieron en que la cuestión ecológica fundamental es el calentamiento atmosférico, producto de las emisiones contaminantes de los países centrales. Y que la solución más viable es el establecimiento de premios y castigos para hacer que la contaminación les resulte más cara a las grandes empresas. En este sentido, aún cuando podemos presumir su inocencia, el planteo de este movimiento termina siendo funcional a los intereses de las multinacionales (salvo, claro está, las que fabrican pañales).

 

Otra cosa que dicen los expertos, y que hace difícil la propuesta de "stop babys", es que de los 121 millones de embarazos anuales en el mundo, casi la mitad son involuntarios.

 

Por algún motivo, sin embargo, resulta irresistible albergar un sentimiento de ternura hacia este personaje, que claramente esconde un niño dentro suyo (ya se sabe, la mejor manera de permanecer niño es no volverse padre). Y francamente, da curiosidad eso del cricket nudista. Capaz que aburre a los pocos minutos, pero, como decía una vieja, hay que probar de todo.

 

PETRONIO

 

Foto: consent.yahoo.com

 

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