Incitación a la violencia
Desde hace años, Javier Milei se manifiesta públicamente con odio y con incitación a la violencia. Sin embargo, que se conozca, hubo una sola intervención judicial para frenar al desquiciado. Fue en 2018 ante graves insultos a una periodista de la ciudad de Metán, provincia de Salta, proferidos por el hoy presidente durante una conferencia que daba en el Colegio de Abogados de esa localidad. De inmediato una fiscal, Susana Redondo Torino, actuó de oficio. Luego, el magistrado interviniente Carmelo Paz, resolvió: “Ordenar al señor Javier Gerardo Milei abstenerse de ejercer actos de violencia física o psíquica, como así también de proferir insultos, palabras agraviantes y realizar amenazas descalificantes contra la señora Teresita Frías”. Asimismo decidió “prohibir al señor Javier Gerardo Milei la participación en calidad de disertante y/o panelista de cualquier charla y/o reunión pública que efectúen las organizaciones estatales y no estatales en la ciudad de San José de Metán, bajo apercibimiento de ley”.
Finalmente, el magistrado ordenó pericias psicológicas de las que nunca se supo su contenido y resultado.
Desde aquellos actos de violencia, hasta el discurso de la noche del 28 de septiembre de 2024, en parque Lezama, pasó mucho odio bajo el puente.
Hay que recordar que esos discursos siempre se enuncian con la intención de intimidar e incitar a la violencia, ya sea para exteriorizar sentimientos de agresividad incontenible o bien para obtener réditos políticos. En el caso de Javier Milei, es por ambas razones a la vez. En sus recorridos, los dirigentes violentos definen un blanco determinado y luego avanzan contra él. Más tarde, suelen incorporar nuevos objetos de persecución según los delirios y magnitud del odio de los autores. Es interesante recordar que Hitler, por ejemplo, comenzó sus discursos de violencia contra los comunistas (1933) a quienes persiguió, encarceló y asesinó. Luego, extendió sus diatribas contra judíos, homosexuales, gitanos y personas con discapacidad. El mundo sabe bien como terminó.
En el aludido discurso en parque Lezama, ante varios miles de seguidores, direccionó su incitación a la violencia fundamentalmente contra la figura de Cristina Fernández de Kirchner, los “Kukardos” y finalmente respecto de los “nuevos traidores”. Así, mientras arengaba contra la ex presidenta de la nación, sus seguidores gritaban a coro: “Cristina presa, Cristina presa”. Milei, riendo, gritó: “Señores jueces, teléfono…”. No sería extraño que en los próximos días se diera a conocer, de manera sincronizada, alguna resolución judicial en perjuicio de CFK.
De una comparación con discursos de tiranos, puede observarse que Milei en el parque gritaba exactamente igual que Adolfo Hitler, pero insultando en castellano. Así, simulando voz ronca y en referencia a quienes considera sus enemigos, vociferó: “Y les cerramos el orto”, calificándolos como “pedazos de soretes”. Sus seguidores, al escuchar esos epítetos, gritaban eufóricos: “Hijos de puta, hijos de puta, hijos de puta”.
El discurso de Milei en parque Lezama fue ilegal. Sus dichos están prohibidos en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas (art. 20), así como en la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial (art. 4o.). Ambos instrumentos integran la Constitución Nacional. En igual sentido, viola entre otros, los arts. 211 y 212 del Código Penal.
Argentina está gobernada por un presidente que apuesta a la violencia y al caos social. Lo llama anarcocapitalismo y en Parque Lezama lo denominó “El cambio liberal radicalizado”.
El trasfondo de los discursos de Javier Milei es siempre cruel, violento y de provocación. Es el resultado de un delirio evidente del personaje y del aprovechamiento de ese desequilibrio de parte de quienes manejan los hilos del poder real. Frenarlos a tiempo evitará daños irreparables. (Por Carlos Rozanski, ex juez de Cámara Federal y miembro fundador del Foro Para la Justicia Democrática)
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