Miércoles 19 de noviembre 2025

Inquietantes sucesos

Redacción 19/11/2025 - 00.17.hs

En el fondo de la actualidad política de Latinoamérica, más allá de las convulsiones de distinta intensidad que a diario sacuden al subcontinente, una pregunta se colectiviza: ¿La presencia del mayor portaviones del mundo en aguas del mar Caribe, es una baladronada de Trump o, reviviendo la doctrina del Gran Garrote, un paso previo al ataque a la nación hermana?

 

Frente a la ambición de dominar la mayor reserva petrolera del mundo, el declarado afán de eliminar la amenaza que para los Estados Unidos significan los narcotraficantes, aparece como francamente ridículo. Aunque cualquier chispa podría provocar el incendio, los sucesos son cada vez más inquietantes: los barcos de guerra norteamericanos han destruido media docena de lanchas tripuladas, achacándoles la condición de narcos, pero sin ofrecer prueba alguna de ello. La cifra derivada de la acción ya se eleva a un centenar de muertos. Esa actitud sugiere que ya ni siquiera inventan provocaciones que lleven a la guerra, un proceder en el que los estadounidenses tienen una larga tradición, de la que se podría recordar Pearl Harbour o el Golfo de Tonkin.

 

El proceder yanqui ha sido tan audaz (o tan torpe) que ha movido a que su principal aliado, Gran Bretaña, haya dejado constancia que no adhiere a esos métodos que, además, han trasladado también a la vertiente del océano Pacífico, provocando una airada protesta de Colombia, a cuyas puertas sucedieron los hechos.

 

Si se concretara un ataque norteamericano contra Venezuela, el grado de alineamiento con los Estados Unidos que Javier Milei le ha dado al país sugiere que los argentinos debamos prepararnos para una vergüenza más, del tipo de aquella en que nos sumió Menem, cuando mandó un par de buques de guerra de la Armada Nacional para que se sumaran al bloqueo a Irak, si bien las circunstancias diplomáticas de entonces eran distintas. Nos guste o no, aquel fue el primer paso dado por la Argentina para dejar de ser aquel “país de paz, pan y trabajo” tan mentado por poetas y patrioteros.

 

El recalentamiento de la situación, con el apoyo subordinado de algunos países sudamericanos ganados por la derecha, ya ha provocado declaraciones significativas por parte de Brasil, que parece haber recuperado su dignidad tras los años de Bolsonaro y llama a la reflexión sobre la posibilidad de una verdadera tragedia para Sudamérica.

 

No se trata de establecer las posibilidades militares de uno y otro de los países en conflicto; aunque el ejército venezolano ha pasado a ser posiblemente el mejor equipado de Latinoamérica, con armas muy modernas adquiridas a Rusia y China, no hay dudas de que la fuerza norteamericana es incuestionablemente superior, tanto en número como en armamentos, pero los yanquis parecieran despreciar lecciones anteriores (recordar Corea, Vietnam y Afganistán). Si Trump se atreviera a dar el tremendo paso de un ataque abierto, los preparativos venezolanos sugieren que podría haber una guerra de mediana o larga duración dado que el terreno se presta para la guerra de guerrillas.

 

A Trump, cuyo globo de “hacer nuevamente grande a los Estados Unidos” se va desinflando rápidamente, parecen importarle poco tanto las consecuencias de una decisión semejante en política exterior como las repercusiones en el interior de su país, donde no solamente un muy alto porcentaje de ciudadanos y políticos se opone a cualquier aventura militar, sino que, en buena medida y debido a sus carencias de perspectiva política, acaba de perder la alcaidía de Nueva York, la ciudad más grande de la Nación.

 

Que una intervención armada en el “patio trasero” norteamericano le pueda devolver algo de popularidad es bastante dudoso.

 

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