La motosierra más eficaz fue contra la conciencia política
El experimento de la ultraderecha mileísta logró, en la mayoría del país, un holgado respaldo electoral que sorprendió a propios y extraños. La Pampa figuró entre las ocho provincias donde ganó el PJ y sus aliados.
SERGIO SANTESTEBAN
Por estas horas, como de costumbre, periodistas, politólogos, analistas de toda laya estamos enfrascados en descifrar los resultados electorales de este domingo. Y, también como de costumbre, una de las expresiones más utilizadas es “la gente”. Como si toda “la gente” hubiera votado de una única manera.
Hubo un resultado inesperado que, otra vez como de costumbre, no anticipó ninguna encuestadora. Hubo un respaldo importante al gobierno nacional en la mayoría de las provincias y la Capital Federal. Pero también hubo enorme ausentismo y casi el 60 por ciento de los sufragios fueron para fuerzas opositoras. Ergo, no debería utilizarse aquella expresión totalizadora como si el triunfo electoral -indiscutible- del gobierno hubiera sido absoluto, sin matices.
Entre las explicaciones que se ensayan para describir los resultados aparecen frases de este tipo: “la gente vio un gobierno débil y decidió apoyarlo”; “la gente sigue apostando al futuro”; “la gente valoró la estabilidad de precios”; “la gente no ve con malos ojos el acercamiento a Trump para que nos ayude a salir de la crisis económica”; “la gente no quiere volver al pasado”...
Muy pocos prefieren poner la lupa en la gran cantidad de votantes que, siendo trabajadores dependientes o autónomos, pequeños o medianos empresarios, profesionales, etc., le vuelven a poner su voto a un proyecto político que los agrede, los excluye como ningún otro hasta ahora. Este experimento de la extrema derecha que encarna Milei ya mostró con absoluta transparencia su naturaleza, sus objetivos. Y hay amplios sectores sociales que vienen padeciendo su crueldad. Apoyarlo con el voto responde a una lógica comprensible en las clases altas -las únicas ganadoras- pero no en las clases medias y bajas que son sus víctimas. Y el importante respaldo que sigue manteniendo entre estas últimas aparece como el resultado, entre otras razones de menor peso, de una visible falta de conciencia política, o de clase, si se prefiere.
Víctimas y victimarios.
La maquinaria de destruir el desarrollo del pensamiento crítico, la sensibilidad social, los lazos solidarios de clase ha demostrado ser muy eficaz. La captura de las subjetividades, como dicen los cientistas sociales, por parte de una superestructura económica, cultural y, desde luego, ideológica ha logrado el milagro: que en las democracias liberales las víctimas elijan a sus victimarios. Lo vemos en Argentina y en buena parte del mundo. En un artículo anterior hablamos del tema.
El fracaso del último gobierno peronista, los discursos de la antipolítica promovidos desde los grandes medios y replicados por las redes sociales, la exacerbación de las emociones viscerales a expensas del razonamiento, la exaltación del individualismo extremo, la cultura de masas dirigida a generar “ganado” en lugar de ciudadanos (como dice el filósofo Byung Chul Han), etc., han terminado por minar las capacidades de reflexión política en grandes sectores de las clases medias y bajas. Sin ir más lejos, el actual presidente argentino es un producto del marketing televisivo que irrumpió en la política nacional sin haber ocupado siquiera una banca de concejal. Y se jacta de ello, para delicia de sus mandantes y sus adeptos.
La explicación del masivo voto a Milei por efecto único del “antiperonismo” parecería quedar corta, ya que existen otras opciones que podrían canalizar el voto “gorila” por fuera de la extrema derecha que lleva dos años de arrasar el ingreso de trabajadores y jubilados, el tejido productivo, la salud y la educación públicas, la ciencia, etc. Por no hablar de los resonantes casos de corrupción: la estafa cripto, las coimas de la hermana Karina, el narcoescándalo o las muertes por el fentanilo adulterado.
La indiferencia del electorado de Milei de base popular -no de clase alta que tiene sus buenas razones para apoyarlo- ante el grave daño social provocado en estos dos años, nos está hablando de un adormecimiento de la conciencia colectiva, una fuga de la realidad inmediata hacia una promesa de futuro construida en base al sacrificio de millones de compatriotas que se hunden en el desamparo. Obviar este fenómeno en el análisis electoral es caer en la autocomplacencia o, peor aún, en la demagogia. Una cosa es explicar, otra, muy diferente, justificar desde una postura paternalista.
Y por casa...
En lo que concierne a La Pampa, este domingo figuró en el lote minoritario de ocho provincias que no se pintaron de violeta. Aunque por muy poco margen (menos del 1 por ciento), el peronismo logró revertir una tendencia negativa de las últimas elecciones de medio término y pudo instalar dos de los tres diputados en juego. No es poca cosa en medio de la tormenta que arrasó el mapa político nacional.
Otra vez Santa Rosa fue el lugar determinante para ese triunfo y volvió a contrastar con General Pico, en donde las intrigas intestinas del PJ conspiraron decisivamente en favor de los libertarios. Quedó claro que el gobernador y el intendente santarroseño fueron los dos motores que traccionaron para que en suelo pampa festejara el peronismo.
Artículos relacionados
