Domingo 28 de abril 2024

No podés pelearte con el Ratón Mickey

Redacción 30/04/2023 - 12.29.hs

Si en casa hay una quinceañera esperando regalo, o si simplemente el plan es gastar unos dólares (con lo baratos que están) y llevar la familia a los pagos de Orlando, hay una noticia de último momento a considerar: El Reino Mágico de Disney está oficialmente en guerra con el Estado de Florida donde se encuentra asentado. Más concretamente, la guerra es con el gobernador local, Ron De Santis, quien además es el más serio contendiente contra Donald Trump para la nominación a presidente por el Partido Republicano en las elecciones del año próximo.

 

ESI.

 

Todo empezó el año pasado cuando De Santis consiguió que la legislatura estadual sacara una ley sobre educación primaria, en la cual -entre otras medidas ultra conservadoras- se establecía la prohibición de tratar en clase la cuestión de la orientación sexual y la identidad de género. Un tópico más o menos habitual en la currícula de la educación sexual integral, pero no para los republicanos de estos días.

 

Extrañamente, y por presión de sus empleados en la Florida, la compañía Disney emitió un comunicado en el que criticaba la medida. Una crítica que provenía de una empresa supuestamente experta en niños, como lo viene siendo desde hace casi un siglo con sus películas, historietas, y sus gigantescos parques temáticos.

 

La respuesta de De Santis no se hizo esperar. Luego de tratar públicamente a la compañía de "woke" (un insulto nuevo que ha inventado la derecha norteamericana, que equivaldría a nuestro "zurditos de m...") comenzó a tomar medidas para socavar las notables concesiones que se le concedieron a esa firma hace unos cincuenta años, cuando estableció su imperio de más de diez mil hectáreas en la ciudad de Orlando, en lo que antes era territorio de granjeros y hoy es uno de los centros de vacaciones más visitados del mundo.

 

Condado.

 

Es sorprendente enterarse de la enorme autonomía de Disney en Orlando: virtualmente es un condado entero que se autogobierna, o, mejor dicho, es gobernado por la corporación. Tienen facultades para regular una amplia gama de actividades, como la protección contra el fuego, la recolección de basura, el mantenimiento de rutas y caminos, el planeamiento urbano, la generación de energía, la emisión de bonos y hasta la policía.

 

A diferencia de otros condados, que eligen a sus representantes para cumplir estas funciones, en Orlando el que manda es la compañía del Ratón Mickey. No es una democracia, claro está, pero nadie puede llamarse a engaño: desde el comienzo ese establecimiento se llamó "El Reino Mágico de Disney", esto es, una monarquía, con un rey invisible que quizá sea el ubicuo Mickey, o quizá sea el propio Walt, hombre de hielo, desde sus gélidas cámaras de criopreservación.

 

Este status especial le fue concedido a la empresa a fines de los años sesenta, cuando Florida era poco más que un páramo, económicamente atrasado, muy distante de la locomotora productiva que es hoy. Desde esta posición de fuerza actual -y acaso por algún trauma infantil- De Santis comenzó a apretar las tuercas y recortarle facultades de autogobierno que, por esas ironías del destino, les habían sido concedidas por otro gobierno republicano.

 

El contraataque de Disney no se hizo esperar, y acaban de demandar al gobierno de De Santis por violar la libertad de expresión, ya que -dicen- también las compañías tienen derecho a opinar sobre temas de interés público, sin estar sujetas a las represalias de los gobernantes. En lo que parece un guiño al mundo de las series de TV de hace cincuenta años, contrataron a un abogado de apellido Petrocelli.

 

Polémica.

 

No es la primera vez que el emporio del viejo Walt se ve inmerso en una polémica ideológica. Lo raro es que la vez pasada, en lugar de acusarlos de "zurditos" era todo lo contrario, les endilgaban el promover los valores mercantilistas del capitalismo a través de sus historietas para niños. Esto ocurrió en 1971 con la publicación, en Chile, de la obra de Ariel Dorfman y Armand Mattelart, "Para leer al Pato Donald - Comunicación de masas y colonialismo".

 

Cuando apareció ese libro, el diario francés Le Monde tituló "El Pato Donald contra Allende", en referencia al presidente socialista chileno que dos años después sería derrocado por Pinochet. Hoy, si bien el fondo de la cuestión siguen siendo los negocios, la pelea ideológica coloca a la compañía de entretenimiento del lado izquierdo del espectro. No es que Disney se haya vuelto marxista, es que los republicanos se vienen corriendo cada vez más a la derecha.

 

Por años, los personajes comandados por el "aprendiz de brujo" Mickey posaron de ser un reservorio de la inocencia y el candor infantil. Dorfman y Mattelart develaron que detrás de esa fachada, los pequeños Hugo, Paco y Luis eran adoctrinados en la búsqueda desenfrenada del dinero, y hasta un personaje central de la tira, el tío Rico Mc Pato, guardaba una bóveda llena de oro en la que se revolcaba, feliz como un cerdo.

 

Por derecha también se les criticó el poco apego a los valores patriarcales, con relaciones familiares confusas, con noviazgos eternos que nunca terminaban en matrimonio (que lo digan, si no, las pobres Minnie y Daisy), y con personajes que andaban por el mundo desnudos de la cintura para abajo.

 

En estos tiempos posmodernos, ¿qué representa Disney realmente? Una sola cosa es cierta: sigue siendo una máquina de generar dinero.

 

PETRONIO

 

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