Lunes 22 de abril 2024

País en modo factoría

Redacción 28/05/2022 - 00.09.hs

La imperiosa necesidad de obtener dólares para pagar la desmesurada deuda externa conduce a un modelo exportador de materias primas que nos hace retroceder al viejo esquema de las factorías coloniales.

 

MARCOS REBASA

 

El país está a punto de entrar en un proceso que va a transformar su estructura económica de manera trascendental. De igual manera que sucedió en los '90 con las privatizaciones. Cambios que suelen venir para quedarse. Es lo que ocurre desde hace ya un tiempo con la tendencia a conformar un modelo de exportación de los recursos naturales para responder a la demanda internacional de commodities. Esta inclinación se ha acelerado en los últimos tiempos. El final de la etapa aguda de la pandemia y el estallido de la guerra han contribuido a movilizar a funcionarios y empresarios en pos de esta cruzada con la que se pretende salvar la crisis que enfrentamos.

 

Esta convicción de importantes sectores del país está influenciada por una imperiosa necesidad de obtener divisas, dólares, para los requerimientos de la economía. Nadie puede oponerse razonablemente a ello, ya sea para solventar los insumos necesarios para el desarrollo, ya sea para ir devolviendo el endeudamiento con el FMI.

 

Un modelo "exitoso".

 

En ese contexto toda política para obtener divisas se ha convertido en prioridad absoluta. Los esfuerzos para obtener inversiones que permitan la extracción de recursos naturales de rápida transformación en exportaciones es hoy la constante de despachos oficiales y del empresariado.

 

El modelo que se viene ejecutando y promoviendo con naturalidad con ese objetivo es el que denomino "modo factoría". Tiene sus antecedentes aquí y en el mundo: es el que predominó durante varios siglos a través del accionar de los países de la Europa dominante en la etapa pre y post Revolución Industrial en relación con la búsqueda de riquezas en sus dominios coloniales.

 

En ese modo de producción, o de saqueo dependiendo de las características, los países o empresas autorizadas por ellos obtenían, allende los mares, importantes bienes para su desarrollo. Las factorías en los primeros tiempos se dedicaban a bienes de los océanos en islas y costas, como la captura de la ballena y las pieles de lobos marinos y otra fauna. También en la obtención de especias, y alimentos como el café, el cacao y el azúcar. En otros continentes el té y el opio, la sal y las maderas.

 

Tierra arrasada.

 

Pasada la primera etapa colonial el modelo consistió, como en el período anterior, en dominar el territorio correspondiente, a su población, y con la fuerza y el terror a veces, extraer un bien específico del lugar y transportarlo a los centros europeos de consumo. Riquezas en alimentos, recordar la United Fruit Company en Centro América; en minerales valiosos, la búsqueda de oro y otros metales en Bolivia; en madera, la Forestal en nuestro país.

 

La factoría representaba un modo de producción que centraba el esfuerzo en un solo producto al que se le extraía el máximo beneficio, hasta que finalizaba esa posibilidad. Quedaba entonces casi siempre tierra arrasada, es decir pobreza en la población y a menudo la depredación del territorio explotado. También es cierto que el modo factoría fue evolucionando ya que las economías de la etapa posterior a la época colonial exigieron ordenar ese modelo, modernizándolo y otorgándole estabilidad en los territorios ocupados. Para ello se amplió la producción a varios productos por territorio y a tecnologías de maximización de los resultados de los diversos recursos. Los países del sur de los tres continentes asistieron entonces al desarrollo de la explotación moderna de sus recursos naturales.

 

El pasado que vuelve.

 

El modo factoría de aquella primera etapa parecía entonces como algo del pasado, hasta que vuelve a reaparecer ahora, como ocurre con muchas cosas, con motivo de las necesidades crecientes de los bienes que ofrecen los recursos naturales. Vuelve entonces la mirada hacia los alimentos, el acaparamiento de tierras de grandes países y corporaciones en Africa, Asia y América Latina para sustentar a sus poblaciones. La factoría ahora implica la producción de determinados y específicos alimentos en tierras lejanas aptas para ello, con ocupación de sus territorios más o menos consensuada con los respectivos gobiernos.

 

Se repite el modo factoría para la adquisición de algunos minerales necesarios para las industrias y para las baterías de acumulación de electricidad. Se practica en estos tiempos con inversiones importantes para extraer un mineral específico en diversos territorios, suscitando conflictos con la población por sus efectos contaminantes. Las corporaciones se llevan el mineral en bruto lo transportan hasta sus centros de consumo para procesarlo, obteniendo así la mayor renta de ese bien, dejan poco valor en origen, pero mucha contaminación.

 

Se llevan esa materia prima en bruto y la usan o procesan en sus países de origen, dejando algunos beneficios en los territorios, en la medida del grado de corrupción de sus gobiernos. En países más desarrollados se negocia la renta que queda en el territorio, pero la mayor parte del beneficio la obtiene el productor, siempre.

 

Hoy y aquí.

 

La generalización de esta modalidad del sistema capitalista se advierte también de alguna manera en nuestro país en el momento actual. La novedad es cierta avidez desatada para aprovechar a como dé lugar las ventajas relativas de nuestros recursos por su carácter y ubicación geopolítica. Son ofrecidos públicamente a la demanda internacional por dichos atributos, con auspicios oficiales.

 

Ese patrón de producción consolidaría también un nuevo proceso de destrucción de la industria nacional, y sus dos consecuencias directas: la baja de empleo local y de tecnología nacional. Pero el peor perjuicio que puede adjudicarse a esta alternativa es perder la oportunidad de un inteligente acuerdo con los sectores productivos para obtener una renta nacional digna y adecuada a la pertenencia local de los recursos, sin haber realizado antes una negociación que condicione las inversiones a la maximización de la porción de renta y divisas a retener en poder de las arcas nacionales.

 

La ansiedad de los funcionarios y la codicia de los empresarios impide por ahora acuerdos de este tipo. Se ha naturalizado que la oportunidad implica ceder derechos y ventajas razonables y abandonarse a un proceso que no asegura ni siquiera su propósito declarado: importantes divisas. Por lo menos acordes con los bienes y valores puestos en juego. (Extractado de El Cohete a la Luna).

 

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