Martes 30 de septiembre 2025

Sospechosas ligazones

Redacción 30/09/2025 - 00.19.hs

El triple femicidio concretado y descubierto la semana pasada conmocionó al país y las franjas limítrofes, especialmente porque la crueldad fue el común denominador en la muerte de las jóvenes. Pero una vez pasada la conmoción inicial empezaron a aparecer las aristas más o menos inexplicables que plantea el hecho. Una parte del periodismo (de donde brotaron muchas de esas objeciones) “carancheó” largamente sobre lo ocurrido, aunque también fue partícipe de la difusión de lo sucedido y las objeciones que de él se derivan.

 

En principio llamó la atención de la opinión pública –que rápidamente se identificó con lo ocurrido— que la policía, con los enormes medios que posee, por más que fuera rápida en descubrir los homicidios, ignorara la existencia y operación de la banda de narcotraficantes peruanos sindicada como autora, Esa circunstancia volvió a sugerir una circunstancia sospechada (y avalada por algunos hechos en un pasado no muy lejano) de que existen integrantes de la fuerza que tienen alguna implicancia con los narcos, una actividad que produce ventas diarias por miles de dólares y cuya sustracción parcial habría generado el crimen como “castigo ejemplar”. A ello se puede sumar el horroroso hecho de que la tortura y muerte de las jóvenes fuera presenciada (¿por aviso previo?) por casi medio centenar de personas por canales de TV de los llamados streaming. No se puede dejar de recordar el hecho de que, cuando se quiso darle a las emisiones televisivas el carácter de servicio público, la propuesta fue rápidamente rechazada por el gobierno mileísta, amparándose en la remanida desestatización de los medios, una actividad que, de existir, posiblemente hubiera cubierto el espectro televisivo.

 

Por otra parte, es llamativo que la actividad se haya centrado en la búsqueda y detención de un miembro que aparece como cabeza de la banda, pero con una evidente jefatura menor como para decidir semejante acción. Hay, los hechos parecen demostrarlo, una evidente pirámide de mando –y de enriquecimiento consecuente— en cuyo vértice hay nombres muy trascendentes en acciones diversas y con ligazones sospechosas, tal la actividad de un legislador que en su campaña electoral se movilizó parcialmente en un avión que le cediera una persona reconocida en los medios como narcotraficante. En cualquier país serio son varias las cabezas que hubieran caído, además de volcar la culpa sobre “perejiles”.

 

Dentro de la estructura estatal, como hace habitualmente, la ministra de Seguridad procuró llevar agua para su molino mediante declaraciones, cuanto menos inconsistentes y tampoco la oposición al gobierno manifestó rechazo pleno al hecho. Sí fue evidente que el gobierno, a través de órdenes de la ministra, no aceptaría manifestaciones reclamando justicia que excedieran el nivel barrial: quedó demostrado con la represión sufrida por los familiares y participantes cuando quisieron llegar a lugares emblemáticos, como la Plaza de Mayo.

 

Pero donde los comentarios alcanzaron niveles asombrosos fue en las declaraciones que hiciera el propio presidente de la República, mientras buscaba en las Naciones Unidas una trascendencia que le fue esquiva. En un único y polémico posteo, Javier Milei, apelando a su ya fatigado y fatigante “caballito de batalla”, no encontró mejores razones que decir. "¿A quién votaron ahí? Al kirchnerismo. ¿Quién liberó asesinos? El kirchnerismo. ¿Quién votó contra la trata? El kirchnerismo. ¿A quién culpan? A Javier Milei", dice el mensaje que compartió el mandatario. Ni una palabra con la autoridad que da su cargo y/o la solidaridad para con los familiares.

 

Enfrascado en su egocentrismo, el Presidente no advierte que la caótica situación económica que él promueve hace que “pibes jóvenes, no encontraron otra salida que vender droga en los barrios, y esa actividad va a seguir creciendo” con las consecuencias que ya se advierten.

 

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