Todavía nos debe la cordillera
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo".
Esas son, por supuesto, las primeras frases de "Pedro Páramo", la novela de Juan Rulfo publicada en 1955, que felizmente viene a recobrar interés por el estreno de una notable película mexicana, disponible en una popular plataforma de "streaming". Filme que, por cierto, resulta ser, por sus actuaciones, su arte y su fotografía, bastante más feliz que aquel fallido intento de la década del '60.
Estilo
Casi causa escalofríos verificar lo bien escritas que están esas frases. Como el resto de las escasas 150 páginas que componen esta novela singular, que le alcanzan y sobran para crear un mundo encapsulado en sí mismo. Un mundo que sólo puede ser mexicano, pero que a la vez es universal.
Rulfo, que había destruido una primera novela, mucho más larga y barroca, dedicada a la ciudad de México, apostó aquí a la concisión, y a la incorporación creativa del habla popular de Jalisco. En esa amalgama caben también sus referencias a la violenta historia de las revoluciones mexicanas, que él evoca sin jamás caer en el cliché ni en las intenciones didácticas.
Precursor del así llamado "realismo mágico" -e inspiración clave reconocida por Gabriel García Márquez- su estilo se entronca en realidad en las vanguardias universales. Por un lado, evoca al surrealismo, por su porfiada recurrencia en situaciones oníricas, personajes fantasmas y cadáveres exquisitos. Por otro, abreva en la mejor poesía contemporánea: de hecho el apellido del protagonista evoca a "The Waste Land" de T. S. Eliot, que se había publicado en español recientemente. Y por cierto, el tema de la búsqueda del padre es una de las cuestiones centrales de la literatura, incluso antes de la irrupción del psicoanálisis.
Pero todos estos elementos confluyen en un estilo compacto, irreductible, al que habrá contribuido el carácter tímido del autor, y su parquedad bien de pueblo. Acaso también, su interés por el mundo de la imagen, no sólo por su período de trabajo en la industria del cine, sino también por su condición de excelente fotógrafo.
Escaso
Es proverbial escuchar hablar de lo escueto de la obra de Rulfo. Esta novela y su obra anterior, los relatos de "El llano en llamas", apenas si componen un volumen de 300 páginas. Lo cual resulta llamativo teniendo en cuenta que su autor vivió otras tres décadas sin volver a publicar, pese a que continuó escribiendo.
En realidad, todo ese tiempo estuvo ocupado en su obra antropológica, relevando con rigor científico todo el submundo indígena que aflora en su ficción. "Después de que yo escribí esto, me dediqué a la edición de libros de antropología social en el Instituto Nacional Indigenista… hemos publicado más de 235 libros de antropología social, sobre cada una de las 56 comunidades indígenas que tiene el país, no teníamos información sobre estas comunidades".
Una novela posterior, "El gallo de oro" se frustró cuando se transformó en guión de cine, y nunca pudo volver a su estado novelístico. Otra, "La cordillera" es casi un mito, del que nunca se sabrá cuánto llegó a escribirse.
Irónicamente, al coro de acosadores que perseguían a Rulfo reclamándole más obras, se sumó en su momento el entonces presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari, quien en un acto público le recriminó: "Todavía nos debe ‘La cordillera’". Tan luego él, el Menem mexicano, tanto por el neoliberalismo salvaje y las privatizaciones como por la corrupción rampante, para no hablar de sus crímenes de lesa humanidad. No hace falta explicar quién le debe más al pueblo mexicano.
Espichar
Es de esperar que a esta altura, y con la exposición que ha tomado el mundo indígena mexicano -particularmente desde la insurrección de Chiapas- no queden muchos que se sorprendan con la profusión de muertos y fantasmas que pueblan los relatos rulfianos.
Hoy sabemos que esa convivencia con los difuntos forma parte de la experiencia mexicana, y acaso sea -junto al chile y al peyote- el mejor testigo de la pervivencia de las culturas precolombinas a las que tanto se dedicó Rulfo. Si hasta Disney se tomó el trabajo de producir una simpática película de dibujos animados ("Coco") dedicada a la celebración del Día de los Muertos azteca.
Los nuevos lectores que -con suerte- cobrará el autor con el auge de esta película, acaso se desayunen también de que existe la muerte, en momentos en que el capitalismo delirante presenta esa "curiosa experiencia" (Borges dixit) como algo optativo. Los grandes triunfadores de los negocios hoy sueñan con las terapias novedosas que los volverán inmortales, sobrehumanos, dioses.
La Parca no se hace problemas en esperarlos, tiene todo el tiempo del mundo. Del otro lado los está esperando Walt Disney. Mándenle saludos de nuestra parte.
PETRONIO
Foto: es.wikipedia.org
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