Un golpe de nocaut
Considerar que el llamado mundo desarrollado o “Primer Mundo” generalmente impone sus ideas y sus criterios a casi toda la población del resto del planeta no es ninguna originalidad. Los latinoamericanos en general y los argentinos en particular desde hace mucho tiempo hasta la actualidad hemos caído en esa tentación que se manifiesta a través de la ciencia, la música, la tecnología, la literatura, la moda, el deporte…. La cultura en un sentido amplio, podría decirse. Cierto también es que esos prestigios no se basan en caprichos sino que normalmente son manifestaciones de la inteligencia y que la mayoría de las veces las aceptamos pasivamente.
Esa actitud también se manifiesta en el mundo de los negocios, que paralelamente mueven el mundo, y así fundadamente adoptamos sus concepciones, estructuras y hasta su lenguaje en la materia, a punto tal que ciertas formas de difusión y opinión al respecto se consideran palabra sacra e indiscutible para el resto de la humanidad negociadora. El mejor ejemplo acaso sean los periódicos del hemisferio norte, ya que cuando el Financial Times, The Economist o The Wall Street Journal notician algo el mundo presta atención.
En esos mismos parámetros se puede encuadrar la revista Forbes, tenida por la mejor y más seria publicación en el mundo de los negocios, a tal punto que todos los años se aguarda con expectativa su famosa “lista de los 500”, referida a los quehaceres relativos en la materia y a las mayores fortunas. De allí que un medio de esa jerarquía haya publicado una tremenda opinión sobre el presidente Javier Milei (y para más: en título muy destacado) ha conmocionado el ámbito económico internacional, especialmente en el terreno del neoliberalismo.
Es que Forbes dejó a un lado los pintoresquismos y extravagancias del presidente argentino y, al considerar su participación en el sonadísimo caso del ”robo-cripto” de $Libra calificó a esa acción como “el mayor robo de criptomonedas de la historia” y, coincidiendo con otros medios mundiales, destacó que el fraude ha sido un bochorno para el Presidente, que promovió la inversión de dinero virtual desde sus redes personales en forma más que sospechosa. De la tremenda afirmación de Forbes ningún partidario del gobierno ha dicho nada, y se comprende ya que está respaldada por más un centenar de denuncias en el país, donde la tan complaciente (con los poderosos) justicia argentina encuadró el hecho como abuso de autoridad, estafa, tráfico de influencias y cohecho. En forma simultánea hay acciones policiales y judiciales emprendidas en los Estados Unidos y España.
Ante la previsible catarata de juicios –que acaso terminaremos pagando todos los argentinos—el gobierno ha tenido reacciones penosas: no sólo movió las fichas políticas para impedir que el Senado de la Nación concretara una comisión investigadora (una vergüenza más para con nuestros poderes legislativos), también la creación de un inofensivo organismo, la Oficina Anticorrupción, destinado a averiguar lo que ya es sabido por todo el mundo donde –conviene recordarlo— Milei paga muy caro las torpes manifestaciones despectivas que tuvo para con algunos gobiernos, que ahora ponen sobre el tapete su accionar financiero.
En definitiva, se puede decir que, aunque ya el periodismo mundial había abierto las puertas a las críticas más duras, el artículo de la revista Forbes fue un golpe de nocaut para los partidarios de Milei, a quienes ni siquiera les dejó el consuelo de culpar al populismo.
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