Un jardinero peligroso
Tanto la ficción como la realidad ofrecen múltiples ejemplos de personas o personajes que llegan a posiciones de mucho poder, no por sus capacidades y méritos sino por encadenamientos de circunstancias azarosas.
En el (no tan) lejano 2011, el candidato a gobernador de Santa Fe por el PRO, el comediante Miguel Del Sel, estuvo a nada de convertirse en huésped de la Casa Gris por cuatro años. Fue, tal vez, el primer síntoma de que el escritor polaco estadounidense Jerzy Kosinski, autor de la inolvidable novela "Desde el jardín" (1971), podía haberse quedado corto respecto de la realidad, unas pocas décadas más tarde.
El texto fue llevado al cine años más tarde, con el inolvidable Peter Sellers en el lugar protagónico de Chance Gardiner, pero por hoy alcanza con volver al libro que narra las peripecias del muy particular jardinero de una mansión neoyorquina que nunca conoció la calle y, por la venta de la propiedad que constituye todo su universo, se ve empujado fuera de ella.
Apenas cruzar la calle, Chance protagoniza un accidente de tránsito que implicará un punto de inflexión en su vida y en la del país que lo alberga, Estados Unidos. Es atropellado por un auto de lujo, que transporta a los Rand, una familia muy influyente tanto en el mundo de los negocios como en el Partido Republicano.
Hechizo extendido.
La conversación de Chance es monotemática (sólo conoce el jardín y la jardinería) y se reduce a una docena de expresiones vinculadas a geranios, rosales y robles, que repite ad infinitum, pero suena honesta y eso es, tanto para los Rand como para su entorno, una bocanada de aire fresco en un mundo de rosca y especulación constante. Luego, Chance llega a la televisión y el hechizo se extiende, de las élites a las masas.
A pocos días de la presentación de fórmulas de una elección presidencial, al partido se le caen los candidatos naturales. En un cónclave secreto, los “bosses” del partido, sus auténticos dueños, deciden que él es la figura indicada para representarlos. Lo que más los atrae es su condición de "hoja en blanco", de "hombre sin pasado", sin antecedentes, ni buenos ni malos, pero sobre todo sin lealtades ni compromisos previos que interfieran con sus planes.
La novela de Kosinski termina con Chance como candidato. No hubo saga ni secuela, no sabemos cuál fue el resultado electoral ni cómo hubiera sido la "gestión Gardiner" si hubiera salido ganador en las urnas.
Peligrosas consecuencias.
Tal vez, habría sido más feliz que la Argentina actual: Gardiner era un sujeto solitario, monotemático y limitado, pero también sereno y pacífico, fruto de sus largos años en el bucólico jardín. Incapaz de dañar a una planta, mucho menos a un ser humano, ni que hablar a uno jubilado o discapacitado, podría recorrer el conurbano tranquilamente. En el peor de los casos, cosecharía indiferencia.
Como sea, la obra de Kosinski da cuenta de manera brillante de cuán permeable a ciertos fenómenos de hipnosis era la sociedad de los medios masivos de comunicación, en la etapa final del siglo pasado y de las peligrosas consecuencias que eso conlleva(ba). Chance pasa de jardinero a candidato a presidente en apenas una semana.
Lo que Kosinski no aborda, pero queda flotando en la cabeza del lector, es qué pasa después, cuando el hechizo se desvanece, cuando la sociedad finalmente cae en la cuenta de que votó a un jardinero. Porque lo que se construye en una semana puede evaporarse con la misma facilidad, como comprueban hoy los huéspedes de Olivos.
Fragmentación y fragilidad.
Medio siglo después, las cosas han empeorado bastante. A diferencia de los medios tradicionales, que podían decirnos sobre qué pensar pero no qué pensar sobre eso, los algoritmos, en manos de media docena de corporaciones globales, mucho más poderosas que cualquier Estado nacional, han empujado un proceso de fragmentación de pantallas, discursos, agendas y audiencias que deja al embrujo de Chance en la categoría de cuento de hadas.
Los algoritmos han capturado la soberanía política, aquí y en el mundo, y obligan a repensar la arquitectura de la democracia, aunque ese no sea el tema de hoy.
Las puestas en escena son hoy infinitamente más sofisticadas, pero a la vez más frágiles, por la inestabilidad estructural que genera la desigualdad y porque las tecnologías terminan, más temprano que tarde, por exhibir las limitaciones de sus protagonistas, a fuerza de exposición constante.
Si Kosinski sólo nos narra el ascenso de Chance, los argentinos asistimos hoy, en la vida real, a la otra mitad del recorrido de un gobierno. Para abajo, que siempre es más rápido. (Por Marcial Amiel/Página 12)
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