Una abierta amenaza
Desde que asumió, el presidente Milei viene manteniendo una constante crítica hacia el periodismo y los medios de comunicación tradicionales.
Haya una actitud de crítica constante a los periodistas. En opinión del mandatario, “el periodismo se ha acostumbrado a que sus integrantes deben ser tratados como profetas de la verdad única e incontrastable, a los que no se puede criticar, ni desmentir, ni corregir”. Y si alguien se atreve a hacerlo, “es castigado al unísono por todos los miembros de la corporación y sus agrupaciones”. Además, considera que “quienes ejercen esa profesión lo hacen con una pretendida superioridad” y que en los medios de comunicación “la extorsión es moneda corriente”, al igual que “la mentira, la difamación y la calumnia”.
Sintetizó esas opiniones en una frase altamente controvertible: “Primero te pegan y después te pasan la factura” con “cifras siderales”.
Semejantes afirmaciones, por cierto que graves en alguien que se pretende ejerce la democracia, se acompañan con las formuladas algún tiempo atrás respecto a que los periodistas poseían un "monopolio de la palabra", condición que iban perdiendo gracias a la difusión de las redes sociales, precisamente a las que es tan aficionado el mandatario.
"Es hora de que laburen honestamente. Les llegó la hora de competir de modo limpio. Sí, ahora van a ganar menos dinero pero eso es normal en un mercado libre", concluyó el Presidente en su publicación. Además se quejó porque los medios no transmiten las "noticias maravillosas" de su gestión.
Pero posteriormente, en otro de sus habituales giros conceptuales, calificó al periodismo como una "actividad noble", aunque advirtiendo que “las redes sociales rompieron esas ataduras y si los periodistas quieren pegar tienen que saber que se la van a devolver". La intimidación latente detrás de estas imprudentes palabras presidenciales excede la crítica para interpretarse como una amenaza abierta.
Para no cansar, resulta definitiva la reciente expresión iracunda del Presidente para con los periodistas que criticaron su tardía llegada a los funerales del Papa, autoexcluyéndose del protocolo vaticano: dijo que están “empecinados en ensuciar y tendrían que pedir perdón por mentirle a la población en forma descarada y grosera”.
Con lo expresado anteriormente, que no agota los ejemplos, es fácil comprender la alusión inicial de este artículo: la progresiva crítica del Presidente contra el periodismo –insulto a menudo— no podía si no epilogar en un reciente suceso: la agresión cobarde y traicionera para con Roberto Navarro, uno de los más ácidos y fundamentados críticos del gobierno. Golpeado por la espalda por alguien que difícilmente sea identificado, esa agresión fue precedida por una catarata de insultos más o menos anónimos vertidos sobre Navarro en una reunión pública previa.
Las consecuencias del golpe pudieron ser graves, según el informe médico, y provocaron la solidaridad abierta de gran parte del periodismo. Detrás de esas evaluaciones no es difícil sospechar un aval a la opinión presidencial sobre los hombres de prensa.
Artículos relacionados