Lunes 05 de mayo 2025

Una especie trashumante

Redacción 20/04/2025 - 13.15.hs

La derecha ha tenido éxito en imponer, como tema central, la cuestión de la inmigración. Por supuesto, no como "tema de debate", ya que no hay nada que les moleste más que la discusión civilizada. No, lo que se buscó y obtuvo, como lo enseña el Manual del Buen Fascista, fue construir un enemigo al cual echarle la culpa de los males que asolan al país, cualquier país. Y para eso, lejos de recurrir a información confiable o a datos duros, optaron por contar todo tipo de fábulas, como aquella de que los inmigrantes haitianos se estaban comiendo los gatos y otras mascotas de los ciudadanos "de bien", uno de los memes más recordados de la última campaña presidencial en EEUU.

 

Confiable.

 

El problema no es sólo la mala fe o la vagancia a la hora de estudiar seriamente el supuesto conflicto de la migración. El problema es que ni los estados nacionales, ni tan siquiera las Naciones Unidas, recaban la cantidad de datos necesarios para observar en tiempo real el movimiento de personas entre los distintos países del mundo.

 

Pero eso acaba de cambiar. Y la información -toneladas de ella- proviene de una fuente inesperada: la empresa Meta, dueña de las redes sociales Facebook, Instagram y Whatsapp. Tomando el dato de la ubicación de más de 3.000 millones de usuarios de Facebook (algo así como un tercio de la población mundial), provenientes de 181 países, por el período que va de 2019 a 2022, y con el aporte analítico de las universidades de Harvard y de Hong Kong, ahora se cuenta con un mapa interactivo que muestra a las claras la magnitud del fenómeno.

 

Contando solamente la gente que cambia de país y permanece en destino por más de un año -excluyendo así el turismo y los negocios- se llega a la conclusión de que vivimos en la época en la que mayor cantidad de gente en toda la historia de la humanidad se encuentra viviendo fuera de su país de nacimiento.

 

¿Un ataque de altruismo de parte de Meta? Puede ser. Probablemente era hora de que este monstruoso monopolio, que se la pasa recabando datos personales -hasta los más íntimos- de sus usuarios, espiándolos a sol y sombra para obtener perfiles que vender a los fines publicitarios, ya sea que se trate de colocar stocks de zapatillas deportivas, o candidatos electorales más o menos tenebrosos.

 

Data.

 

Con ser una muestra realmente impresionante en su tamaño, la verdad es que la data compilada no abarca a todo el mundo: hay un faltante importante representado por los países en los cuales Facebook está prohibido, o seriamente restringido, como China, Cuba o Irán.

 

Aún con esas limitaciones, es sorprendente descubrir que cada año un promedio de 30 millones de personas emigran de su lugar de origen. Sorprende, porque realmente el acto de emigrar no sólo implica un alto costo afectivo: también involucra una importante inversión en recursos económicos y logísticos, que francamente no están disponibles para el segmento más vulnerable de la población mundial.

 

El mapa muestra una serie de puntos calientes a lo largo y a lo ancho del planeta, entre los cuales el de los Estados Unidos resalta por la intensidad del tráfico humano. En 2022 hubo más de cuatro millones de personas que eligieron emigrar con ese destino, pero a la vez, una no menos sorprendente suma de 840 mil personas abandonaron ese país por algún otro destino. Que sólo en un año ese país haya tenido un crecimiento neto de más de tres millones de habitantes, pese a las notorias restricciones -por no hablar de la manifiesta hostilidad- hacia los inmigrantes, resulta aleccionador: en particular para Latinoamérica, que desde la pandemia al presente ha duplicado su cantidad de migrantes hacia el Norte, que representan dos tercios del total.

 

Este dramático flujo humano puede obedecer a causas económicas o culturales, pero no son, en modo alguno, las únicas. Así como durante la guerra civil en Siria se vivió una crisis de refugiados en Europa, en la historia más reciente ha sido la guerra en Ucrania la crisis más expulsora de población local, y no sólo en ese país (de donde huyeron dos millones y medio) sino también en la propia Rusia, que perdió casi un millón de habitantes.

 

Caliente.

 

Hay otros puntos calientes en el planeta. El más singular probablemente lo representen los Emiratos Arabes, donde la economía se basa, en buena medida, en el trabajo de los migrantes, que casi duplican la población local (sólo en 2022 los ingresos de personas colocaron a esta pequeña nación en el tercer lugar mundial en el ranking de movimiento poblacional). En contrapartida, existen países como Filipinas, cuya economía se basa, por el contrario, en la gran cantidad de trabajadores que emigran al exterior, principalmente como personal de servicio doméstico, y cuyas remesas periódicas de dinero a familiares representan una décima parte del producto bruto interno. Una situación que obedeció a una política pública que hace cincuenta años se intentó como temporaria, pero que ha perdurado en el tiempo.

 

Otras singularidades la representan países como Chile o Argentina, que reciben emigrantes provenientes de países más pobres de la región -sobre todo, Venezuela- pero cuyos propios habitantes también intentan suerte en otros países como los EEUU o Europa occidental.

 

Los datos de nuestro país no dejan de ser llamativos: mientras recibió un total de casi 162 mil inmigrantes, los individuos que salieron del país superan los 215 mil. España es, por lejos, el principal socio en estos flujos: el mismo año hubo 57 mil emigrantes, lo cual se explica en buena medida por los lazos que persisten de la época colonial (fenómeno que también se verifica en los ex imperios europeos de Inglaterra, Francia y Portugal). Pero entre los otros países que interactúan en nuestro intercambio demográfico, las naciones hermanas de Paraguay (34 mil) Bolivia (casi 35 mil) Venezuela (18 mil) y Perú (16 mil) muestran que anualmente, por cada dos individuos que ingresan a la Argentina, uno regresa a su lugar de origen.

 

Y la verdad es que, cuanto más se observa el fenómeno en detalle, más claro resulta que los movimientos migratorios son fluctuantes, que la gente va y viene. Y que este movimiento resulta más libre y visible en las regiones del mundo donde es permitido, como la Unión Europea o el Mercosur: por el contrario, cuando las normas migratorias se vuelven más estrictas, la gente termina quedando prisionera de un lado o del otro de la frontera, con el consecuente resultado de sufrimiento y frustración. La histeria contra los inmigrantes, se ve, no sólo es inefectiva: también termina resultando contraproducente.

 

PETRONIO

 

Fotos: msf.org.ar

 

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