Lunes 05 de mayo 2025

Una invisible tormenta perfecta

En medio de la sequía, a falta de intensas precipitaciones veraniegas, llueven las críticas. Se suponía que el panorama sería otro, pero no hay buen clima. Las “fuerzas del cielo” no estarían ayudando. Y las decisiones de quienes gobiernan en la tierra, tampoco.

 

El problema es que no se ponen de acuerdo sobre el diagnóstico y menos sobre las soluciones. Allí comienzan los reclamos y las recriminaciones. No la vieron venir y ahora parece que se les avecina la tan temida tormenta perfecta.

 

Las herramientas del ministro.

 

El “mejor ministro de la historia” no llega nunca a poder demostrar lo que los presidentes que los han designado tanto le elogian. Ya fracasó una vez y hasta ahora nada hace pensar que tenga en sus manos las cartas ganadoras. Hasta ahora, solo confirmó que sabe dejar de pagar deudas y después pedir ayuda con préstamos a larguísimos plazos que deberán abonar otras generaciones. Así cualquiera puede llegar al superávit. El hombre asegura que tras todas las correcciones los números van a mejorar, pero parece que ese futuro nunca llega. En algún momento, cuando ya no pueda encontrarle la vuelta, le echará las culpas a algún factor externo –político, económico o una fusión de ambos- y se mandará a mudar. En ese momento su trabajo ya estará realizado: favorecer a los poderosos y facilitarles grandes ganancias. Las pérdidas quedarán –una vez más- a cargo del pueblo trabajador.

 

No se trata de una simple opinión personal. Para muestra, basta un botón: hasta sus amigos del negocio agropecuario se cansaron y se animaron a cuestionarlo públicamente y a mandarle mensajes directos en las redes sociales. Le creyeron una vez más pero el hombre les volvió a fallar. A él le alcanza con que su herramienta preferida, el Excel, le muestre siempre un signo positivo, aunque las deudas se le acumulen en otra columna cada vez más grande.

 

Pero resulta que a la gente del campo se le acabó la paciencia. Las grandes empresas lo empezaron a imitar y anunciaron que dejarán de abonar sus obligaciones futuras. Los chacareros más chicos, menos diplomáticos, le muestran sus cultivos quemados por la sequía y le ruegan que elimine las retenciones, tal como el gobierno libertario prometió y hasta ahora no cumplió.

 

Mal clima.

 

Desde el campo pampeano, los productores miran el horizonte y lo que ven no les gusta nada. Esperaban otro clima de negocios para esta época: buenos rendimientos, mejores precios internacionales, quita de retenciones y una realidad cambiaria favorable,

 

La realidad es muy distinta: en el campo hay una tormenta perfecta, con derechos a la exportación que el gobierno nacional por el momento parece que no tiene previsto ni siquiera bajar y una reducción en las cotizaciones de los granos. Por si fuera poco, el dólar está “planchado” y sin miras de revalorización.

 

Ese mal clima se traduce en una bronca que algunos productores ya no contienen. Por eso le escriben directamente por las redes a Caputo, le piden que “acomode el Excel” y que corrija sus decisiones porque al campo “no le cierran los números”.

 

Desde General Pico y desde Trenel se empezaron a alzar las voces. Hablan de una situación “desesperante”, dicen que están “fuera de juego” y que ese modo, sin cosecha tampoco aportarán retenciones para sumar en el Excel ministerial.

 

¿Cuál será la receta de Caputo? ¿Pedir más créditos impagables al Fondo Monetario Internacional para cerrar él los números a favor en su programa de computadora? Hasta ahora, nunca mostró otra forma de resolver sus problemas…

 

Un problema inevitable.

 

Los ruralistas no son los únicos afectados en el sector productivo pampeano por un modelo que no los incluye ni contempla. La industria frigorífica también está mostrando que sus números no cierran: hay bajo consumo interno y condiciones desfavorables para la exportación de carne. Con señalar que el precio de una hamburguesa en Argentina está en el podio de los más caros del mundo ya queda todo dicho: imposible competir.

 

De momento, queda claro que ni unos ni otros la vieron venir. Los gobernantes confiaron en un clima que los ayudaría. Los productores creyeron que los gobernantes los ayudarían. Nada de eso ocurrió.

 

La tormenta perfecta que nadie desea está dando vueltas por allí. No la vieron venir y no se sabe cuándo comenzará, pero cada vez hay más certezas sobre un fenómeno inevitable. No será la primera vez que nos pasa. Ojalá que sea la última.

 

DANIEL ESPOSITO

 

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