Domingo 28 de abril 2024

Una voz honesta

Redacción 06/09/2023 - 08.21.hs

Habitualmente, los motivos a considerar por esta columna son, claramente, de índole social, política o económica. La presente, sin embargo, opta por una consideración de orden cultural, orden que a poco que se lo analice, no es más que una arista de la política.

 

La razón de semejante exordio es que la semana que pasó se cumplió medio siglo de la muerte –asesinato—de Víctor Jara, quizás el mayor representante de lo que por aquellos años se dio en llamar Nueva Canción Chilena, una forma poética y musical que, con notable calidad, se adentraba en los temas económicos y sociales reivindicando y alentando la esperanza de un pueblo por muchos años sumido en la miseria.

 

La esperanza en esos tiempos era el gobierno socialista de Salvador Allende y la muerte que dejara como consecuencia directa del golpe del general Augusto Pinochet, un traidor cabal que violando el juramento “por su honor militar” y la confianza que el presidente había depositado en él dándole el carácter de comandante en jefe de las fuerzas chilenas, encabezó el sangriento golpe de septiembre de 1973.

 

Al margen de los miles de muertos y desaparecidos (derivados del siniestro Plan Cóndor, implementado desde los Estados Unidos (que reconocieran recientemente su responsabilidad en el mismo) el odio de clase de la derecha chilena se encarnó en Víctor Jara y lo que sus canciones representaban. Simultáneamente con el golpe militar fue detenido y llevado al campo de concentración en que se había convertido el Estadio Nacional de Chile; allí fue torturado bárbaramente y después fusilado, según se dice, por la espalda.

 

Hijo de un campesino y una cantora popular, sus asesinos quisieron matar en él la esperanza, y también la alegría, que surgían de sus canciones que habían trascendido las fronteras chilenas y que se mantienen vigentes hasta la actualidad. Vale su recuerdo para hoy, cuando el país trasandino vive momentos duros, en alguna medida todavía resabios de aquel golpe canallesco, incapaz de tolerar una voz honesta y una guitarra popular.

 

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