Pasión de bailarina

Para Juliana González Carreño, la danza es su forma de vida. Con Dis-ney, Violetta, Topa o una compañía independiente, la santarroseña hace lo que más le gusta. "El escenario es mi lugar en el mundo", asegura.
Volvió de Colombia y se instaló en su departamento del barrio del Abasto en Buenos Aires pero las valijas casi ni las tocó. Es que en 24 horas subió nuevamente a un avión para instalarse en Salta. Y de ahí a Costa Rica o México. Así es la vida de una bailarina profesional. En aeropuertos, ensayos, hoteles, shows y escenarios. Pero también en una compañía que funciona como cooperativa a pura garra y pulmón. Todo sirve para desarrollar sus 24 horas de artista full time.
"Mi lugar en el mundo", no duda Juliana González Carreño al hablar sobre el escenario. A los 25 años, la santarroseña tiene todo un camino recorrido en esos dos universos que para nada se chocan sino que se complementan: el profesionalismo y el placer de hacer lo que más le gusta.
"Desde mayo integro el staff de Junior Expres. Es un producto de Disney que es conducido por Topa, muy conocido por el público infantil. Me llamaron directamente, no hice audición y el trabajo se estrenó en el teatro Opera de Buenos Aires para las vacaciones de invierno. Es un show gigantesco que dirige Oski Guzmán, alguien que tiene un talento increíble" contó.
"Para mí es como volver a ser niña, un laburo hermoso con artistas de excelente nivel. Todos cantan, todos bailan, todos son de primera y el show no subestima a los chicos, así que es totalmente disfrutable", agregó.
La actualidad de Juliana está en el espectáculo de Disney junto a Topa. Luego de una gira por distintas provincias del país llegó el tiempo de traspasar las fronteras. A Ecuador y Colombia en las últimas semanas y a Costa Rica, México y Chile en las próximas.
"Nunca me había subido a un avión, y hacerlo gracias a lo que amo es algo difícil de describir. En mi primer viaje sonreí todo el tiempo, parecía una nena. Para mí es un sueño estar bailando y viajando, conocer otros países, otras culturas, realmente es hermoso".
La vocación de Juliana tardó poco en aparecer. Tenía seis años cuando se encerraba en su habitación y bailaba sin parar. Un día su mamá entró y la vio. "Yo escuchaba la radio y bailaba; me dio un poco de vergüenza pero le dije que quería bailar, y de ahí no paré más", recordó. Comenzó a tomar clases con Mariela Ruggeri, una referente de la danza a nivel nacional.
Las horas de estudio en la Escuela 6 primero y el colegio de la Universidad después, fueron siempre combinadas con las clases de bai-le, con Mariela en el jazz, luego con Carolina Fernán-dez en ballet y contemporáneo y más tarde con "Yayo" Martín abriéndole las puertas a su medio de vida hoy.
"Con Yayo fue un comienzo hacia el profesionalismo, me tomó como asistente y cuando me fui a estudiar a Buenos Aires viajaba a Santa Rosa cada 15 días. Desde los 15 años tenía alumnas a mi cargo y eso fue un empujón clave porque me di cuenta de lo que quería hacer con mi vida. Desde chica estuve unida a lo profesional desde la pasión, así que Yayo fue mi mentora para saber que esto es un trabajo y cómo hay que encararlo para poder vivir de la actividad", explicó.
Con esa senda marcada, Juliana se instaló en Buenos Aires para el ingreso a la Universidad Nacional de Arte. Estudió la carrera Composición Coreográfica en Danza y Teatro, que se extiende por seis años y que completó hace dos. La vida porteña, lejos de sus padres Horacio y Rosana pero junto a sus hermanos Gabriel (30) y Elías (24), se combinaba con audiciones, ensayos y libros hasta que se encontró con Natalia Mussio.
"Trabaja para el Choque Urbano. Ella me enseñó a entender el ritmo de ser bailarina en Buenos Aires y a fusionar el baile comercial con la búsqueda del lenguaje personal. Soy su asistente y trabajo a la par de ella. Me ayudó un montón y me abrió puertas, empecé a ir audiciones, a trabajar para Disney y a hacer muchas cosas", contó.
Una de esas actividades está en la compañía La Soga, un emprendimiento junto a Natalia y Sebas-tián Iglesias que funciona como una cooperativa y que produce obras de manera independiente. "Le ponemos mucha garra, lo hacemos desde las ganas de construir y generar, está buenísimo y la verdad que desde ahí conecto más con lo personal, con lo que es pasión y lo que me gusta. Son mundos distintos los dos trabajos, pero igual de valiosos, todo me sirve para nutrirme y enriquecer lo que hago", resaltó Juliana.
Su ingreso al mundo de los shows a gran escala se dio de la mano de Violetta, la mega estrella entre el público preadolescente. "Hice una audición cuando no se la conocía, fue algo en un minuto y me empezaron a llamar para clips. Después fue un furor mundial y resultó una experiencia increíble, con una producción gigantesca, fue toda una situación nueva de maquillaje, cámaras, superproducción".
El año pasado también formó parte de otra mega producción, la de Aliados, un programa de TV creado por Cris Morena. "Fue un show con un despliegue terrible, todo enorme, todo a escala mundial con las coreografías de Gustavo Carrizo. Una súper experiencia, bailar en el Gran Rex repleto fue muy fuerte por el vínculo que se genera con los adolescentes. Había momentos en que no se escuchaba la música por los gritos de las chicas. Era un lío salir del teatro, cosas increíbles que por suerte pude disfrutar. Y también aprender. Todo suma y me ayuda a crecer". Sobre todo si es un escenario, donde Juliana vive para bailar y baila para vivir.

De tamaño
y reclamos

Juliana reconoce que más allá de su talento y profesionalismo, físicamente encaja perfecto para la búsqueda de espectáculos infantiles y adolescentes. "Mido 1,50 -se ríe- y parezco de 15 años. Los que bailamos tenemos un aspecto muy adolescente y eso funciona para el Mundo Disney. Gracias a esos proyectos pude trabajar con distintos coreógrafos. También entendí el profesionalismo y comencé a cobrar por el Sindicato de Actores, que es el que nos representa, por eso es importante un reclamo que hay en todo el país para tener una Ley Nacional de Danza".