Miércoles 24 de abril 2024

“Tenía puesta la camiseta del diario”

Redaccion Avances 24/08/2022 - 15.28.hs

Uno de los principales activos del diario La Arena, en estas casi nueve décadas de trayectoria, fueron los recursos humanos y la virtud de los directivos para transmitir la importancia que tiene cada uno de los actores para que esta hoja llegue diariamente a los lectores. Quizás, los más visibles sean los periodistas y/o fotógrafos, pero detrás están los diseñadores, talleristas, armadores y finalmente los distribuidores y canillitas.

 

En Eduardo Castex, “don Gumersindo” Funcia fue distribuidor durante casi cuatro décadas. Fallecido el 3 de mayo de 2020, a los 93 años, dejó una profunda huella no solamente en las calles castenses, sino también en el vínculo con esta empresa. “Mi viejo tenía dos o tres salidas al año, porque a las 4.30 o 5 horas ya estaba arriba para ir a buscar los diarios. Más allá que era su trabajo, él tenía puesta la camiseta de La Arena y se enojaba cuando alguien criticaba al diario por una noticia o por algún tema puntual”, recuerda hoy su hijo Néstor, con los ojos humedecidos.

 

La rutina de Funcia se alteraba para el aniversario del Club Estudiantil que ahí “trasnochaba” hasta la una y media, o las fiestas de fin de año –Navidad y Año Nuevo-. El resto de los días, excepto que jugará Independiente de Avellaneda, entre las 22 o 22.30 horas, ya estaba

 

durmiendo. Cuando su esposa Agueda se descuidaba, aún en los últimos años, se iba a comer un “pedazo de chorizo con el vino de la cajita porque otro no tomaba”, recuerda –ahora risueño- su hijo. “Y si, Estudiantil, Independiente y La Arena, eran sus pasiones”, destaca.

 

¿Cómo llegó Funcia a La Arena?.,, bueno, fue precisamente Néstor quien se relacionó inicialmente como canillita, cuando tenía la distribución Santiago “Cacho” Bregani, pero este después tuvo que abandonar por sus diversas actividades laborales, y ahí Gumersindo Funcia se hizo cargo de acercar los diarios a los suscriptores y los kioscos.

 

Trabajo poco reconocido.

 

El canillita en los pueblos es casi una actividad en extinción, y hasta poco reconocida. En algunos pueblos hay calles que llevan nombres de ilustres desconocidos y de repudiados personajes de nuestra historia, pero –al menos en Eduardo Castex- no hay un pasaje que reconozca el trabajo de los canillitas.

 

Con frío, con calor, con lluvia, a la madrugada o al mediodía, pero llegarán a la casa de los suscriptores. No hay domingos, ni feriados.

 

Así es la tarea periodística, y ellos son el último eslabón de las empresas periodísticas, pero el primer vínculo con los lectores.

 

“Mi viejo gastó tres bicicletas repartiendo La Arena. Hace 30 años atrás había más de 10 vendedores, y te puedo asegurar que había vendedores que tenían clientes fijos que se hacían un buen sueldo mensual. Hoy a los chicos no se les da por vender diarios, pero es un buen trabajo”, asegurA Néstor.

 

“Antes José Pérez vendía entre 50 y 60 diarios por día, el ‘Tigo’ Chavez, los hermanos Cole y Arnes y los Nagel, vendían muchos diarios todos los días”, recuerda.

 

Recorridos.

 

“Don Funcia” o “Don Gumersindo” o simplemente “Gumer”, arrancaba la jornada a las 4.30 horas, iba a buscar los diarios a la comisaría, regresaba a su casa y junto a su esposa Agueda armaban “la primera tanda” del recorrido -puntillosamente programado para no hacer cuadras

 

de más- para un grupo de suscriptores. Agueda después armaría más diarios para el “segundo trayecto”, y para entregar a los canillitas que iban a retirar los ejemplares.

 

A las 8 horas, más o menos, Funcia terminaba el reparto diario, incluidos los kioscos. Y después saldría a cobrar. Y al mediodía, atendía a los canillitas que regresaban con alguna devolución. “Era una rutina que se repetía todos los días, pero mis viejos eran muy felices.

 

Tenían una identificación total con La Arena”, reafirma el hijo. “Si llovía, tenía una capa y una bolsa, y salía igual, porque consideraba que a los clientes había que atenderlos. Y trabajó hasta los 80 u 82 años, porque falleció –hace poco más de un año- a los 93 años”, agrega.

 

“Los amigos de La Arena”.

 

En esas épocas, décadas del 70, del 80 y aún en los 90, el trabajo en las empresas periodísticas aún era “cara a cara”, porque no existían el home banking, ni las transferencias electrónicas y menos las billeteras virtuales.

 

La Arena tenía los cobradores, y así llegaban –una vez al menos y veces un poco más- los Guito Gaich, o Cacho Dal Bianco y hasta Tonio Datri, entre otros, a la casa de Funcia para retirar la recaudación. Y así entablaron amistades prolongadas. “Mirá, mi viejo siempre carneo y le gustaba. Hacia los chorizos para el aniversario del club, para las fiestas de algunas instituciones. Y los muchachos de La Arena sabían, entonces venían cerca del mediodía, se quedaban a comer, obviamente chorizos, y después se iban. A algunos les carneaba, y después se llevaban los chorizos a sus casas en Santa Rosa”, recuerda Néstor.

 

Alegría.

 

Una de las últimas salidas que tuvieron Gumersindo y Agueda fue para los 75 años de La Arena. Con sus mejores pilchas fueron al acto que se realizó frente al edificio, y después compartieron el almuerzo en uno de los salones de un hotel ubicado sobre la ruta nacional 5, en el acceso este de la capital pampeana.

 

Aquella jornada la disfrutó a pleno. Charló y se saludó con todos los conocidos de la “vieja guardia” y conoció a los más jóvenes que se habían sumado a la redacción y/o distintas áreas de esta empresa periodística.

 

Era visible que se sentía parte “de la familia de La Arena”. Hoy –aún post mortem- recordar a quienes formaron parte de esta historia de casi nueve décadas, es una manera de reconocer a quienes fueron forjando el papel del periodismo pampeano, porque más allá que no escribieron o no retrataron, también dejaron plasmada su trayectoria en esta hoja. Hoy seguramente estará brindando con “un pedazo de chorizo” y el vino tetra brik de la cajita verde. (por Marcelo Urtiaga)

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?