Jueves 11 de abril 2024

Machismo reaccionario made in Estados Unidos

Redacción 08/06/2022 - 10.00.hs

El 1 de junio un jurado de Estados Unidos en Fairfax, Virginia, se pronunció a favor del actor Johnny Deep en la mayoría de los puntos del juicio por difamación que seguía contra su exesposa, la actriz Amber Heard.

 

VICTORIA SANTESTEBAN*

 

El juicio, sospechosamente televisado, fue material de entretenimiento de masas desde abril, convirtiéndose en trending topic en redes sociales que apoyaron a un pobrecito Deep y destruyeron a una malvada Heard. La judicialización televisada de la vida privada a modo de reality show banalizó la violencia doméstica a la vez que relativizó los relatos de sus víctimas, para desestabilizar lo conquistado en clara intentona reaccionaria contra el feminismo. La sentencia favorable a Deep ha sido festejo patriarcal que acusa entre tantísimas cosas a Amber Heard de ser la responsable de un potencial fin del "Me Too" (como si un único caso podría borrar las conquistas del feminismo). Más allá de los festejos reaccionarios, el decisorio - que todavía no está firme- y todo el proceso en sí, llama al silenciamiento de víctimas erigiéndose como otro retroceso en materia de derechos de las mujeres, propio de la ola reaccionaria que atraviesa Estados Unidos en los últimos tiempos.

 

Caso.

 

En 2018, la actriz Amber Heard publicaba un artículo en The Washington Post titulado "Hablé contra la violencia sexual y me enfrenté a la ira de nuestra cultura. Esto tiene que cambiar" en el que daba a entender haber sido víctima de violencia doméstica, sin mencionar a Deep. "Me convertí en una figura pública que representa el abuso doméstico y sentí toda la fuerza de la ira de nuestra cultura para las mujeres que hablan". Deep demandó a Heard por US$ 50 millones afirmando que el artículo refería claramente hacia su persona, y esto estaba repercutiendo -sobre todo- en su carrera profesional. No era la primera vez que el tema de la violencia en la pareja se hacía pública: en oportunidad del divorcio, en 2016, Heard había solicitado medidas de restricción de acercamiento y acusó a Deep de haberla golpeado. Luego, en una suerte de arreglo privado, ambos acordarían que habían tenido una "relación pasional", para metafóricamente esquivar la violencia. En 2020, el diario británico The Sun publicó que Deep era un "golpeador de esposas" por lo que el actor accionó por difamación y perdió. La justicia británica determinó que la descripción de The Sun era "considerablemente cierta" y concluyó que Deep había abusado físicamente de Heard en al menos 12 ocasiones. Pero en Estados Unidos, a pesar del precedente perdidoso y de la amplísima protección dada por la Primera Enmienda que hace que los juicios por difamación sean muy difíciles de ganar, Deep resultó victorioso.

 

Libertad.

 

La primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos protege el derecho a la libertad de expresión y ha sido el emblema de la democracia estadounidense, aunque el derecho a la protección de fuentes periodísticas flaquea y quienes ejercen el periodismo pueden ser perseguidos penalmente por publicaciones poco simpáticas. El accionar de Heard, conforme lo entendido por el jurado de Virginia, no quedó protegido por la Constitución y entonces, constituyó difamación. De esta forma, la primera enmienda no protegió los dichos de Amber, donde ella aseguraba ser víctima de violencia, lo que a todas luces tiene efectos disuasivos para las víctimas de violencia. A eso se suma el ensañamiento contra Heard - que en nuestro país se erige como violencia mediática y simbólica y que en Estados Unidos resulta una figura legal impensada dada justamente la primera enmienda- como reforzador del silenciamiento.

 

Mala.

 

El juicio de Deep contra Heard se convirtió en una ventilada de trapitos en pleno estrado replicada en millones de pantallas a partir de su televisación. Por la naturaleza íntima de estos casos y la exposición despiadada que suponen es que se evita sean transmitidos por la prensa -esto además fue lo solicitado por Heard - pero los tribunales de Virginia decidieron espectacularizar la violencia. Esto facilitó que medios de comunicación y redes sociales construyeran a una Amber calculadora, mala y desesperada por destruir -y sacarle plata- a su aclamado ex, a quien se salió al rescate, ubicándolo como el pobre pirata que quería salvar su nombre - y contratos-. Amber encarnó el papel de la mala víctima, repleta de privilegios blancos, sin sentimientos, debilidad, ni dolor. A fuerza de memes y consideraciones judiciales estereotipadas, se la alejó de la imagen de la víctima piltrafa, la única que resulta verdaderamente creíble. La campaña de demonización de Amber, una presunta víctima de violencia, incluyó tacharla de mentirosa y así responsabilizarla por el (deseado patriarcalmente) hundimiento del MeToo.

 

Me Too.

 

En 2017 -con influencias del NiUnaMenos argentino de 2015- nacía el movimiento Me Too, en denuncia a la violencia sexual en el mundo de Hollywood, para luego expandirse a demás ámbitos y territorios. El movimiento supuso el empoderamiento de las históricamente silenciadas en una industria cómplice de los abusos, que empezó a temerles ante la ola de denuncias. Es en este contexto en el que Heard hizo la publicación que le costaría el actual juicio de difamación. Entre todas las acusaciones que pesan sobre ella, se la responsabiliza de aprovecharse del Me Too y ahora de promover a su aniquilamiento, porque las denuncias por violencia habrían perdido credibilidad con su actuación judicial. La vieja táctica: enemistarnos para que también las feministas nos unamos a los ataques contra Amber. Y además, como si un único (y dudoso) caso pudiera destruir lo conquistado. Para sumarse a las descabelladas elucubraciones, se viralizó el hashtag "Men Too" (los hombres también) como si los hombres necesitaran de más protección en plena sociedad patriarcal.

 

Backlash.

 

Con un porcentaje ínfimo de denuncias falsas por violencia de género a nivel mundial -se dice sería del 0,01%- a partir de la sentencia se habló de un punitivismo feminista revanchista que a fuerza de mentiras arremeten contra varones, al que se le paró el carro con una sentencia contra denunciadoras seriales. Un claro blacklash antifeminista, un machismo reactivo sobrevuela Estados Unidos, con decisiones que retroceden en materia de derechos de las mujeres: el derecho al aborto -¡conquistado en 1973!- tambalea y el intento de desmantelar las conquistas del Me Too se agudiza. La persecución inquisitorial contra Heard -que constituye violencia de género más allá de si efectivamente cometió o no un acto de difamación- nos remonta tenebrosamente a hogueras que, entonces, nunca desaparecieron.

 

*Abogada Magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles

 

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