Los poemas presentes
"La trampa del camino se ciñó ayer como un filo que cortara de golpe las seis cuerdas de una guitarra, sobre la presencia física de este chico que era toda vitalidad y que desde la rienda suelta de su vocación se había constituido en una voz piquense y pampeana que competía al chispero de las estrellas con su lluvia de coplas andantes". Así informaba un diario local la muerte del poeta y compositor piquense Heraldo Hernández, un "gaucho cantor" o recitador reconocido, ocurrida el 11 de febrero de 1975 como consecuencia de un trágico accidente en cercanías de General Pico, después de una larga y agotadora gira por el oeste de la provincia de Buenos Aires. Regresaba de la localidad de Pigüé acompañado por el "Chango" Núñez, con quien mantenía una gran amistad que crecía a través de la música. Todos los años en febrero, se lo vuelve a recordar en el monolito levantado por sus amigos en 1985 en su recuerdo. Una fiesta popular, como las que él supo recorrer y animar.
Poeta testimonial.
El poeta había nacido el 18 de febrero de 1948 y estudió en la Escuela 111 piquense durante la etapa primaria, después ingresó al Colegio Nacional, pero no lo concluyó, y decidió hacer Contabilidad y Dactilografía en un instituto privado de la zona. Fue un ciclista reconocido -participó de varias carreras importantes en la provincia- pero a los 17 años se volcó definitivamente a su vocación: el canto y las coplas. ¿Por qué se definió por la música? "Su vocación proviene por la avidez de observar las costumbres, los hábitos de la provincia. Fue un poeta testimonial comprometido socialmente, le cantó al hachero, al peón de campo y a las mujeres, principalmente", cuenta su hermano, Dardo Hernández.
Cancionero.
Sus letras consiguieron trascendencia en el ámbito nacional durante los primeros años setenta. Algunas de ellas, incluso, fueron musicalizadas por Daniel Altamirano, que tiene previsto grabar un trabajo con doce poemas de Heraldo, y Daniel Toro. Además, el año que viene, a modo de homenaje, saldrá un disco con sus poesías interpretadas por artistas pampeanos.
Querido por todos, el famoso cantante iluminó durante sus 26 años de vida -murió a una semana de cumplir 27- el cancionero pampeano y a medida que pasa el tiempo, su obra toma una dimensión cada vez más importante y trascendente. Su pérdida, sin dudas, fue un hecho destacado -tristemente- para buena parte de la comunidad piquense que igualmente sigue adoptando sus poesías.
Para comprobarlo, solo hay que observar todos los años la cantidad de gente que se acerca en la fecha de su fallecimiento al monolito que sus allegados construyeron camino a la localidad de Dorila para recordarlo en el lugar del accidente que le costó la vida.
El año pasado se juntaron en el lugar más de mil personas, con música, fogones y asados espontáneos. Para el sábado 16 de febrero pasado estaba previsto un nuevo encuentro en ese espacio, pero esta vez el clima jugó una mala pasada a los organizadores, a los amigos y vecinos de Heraldo, que tal vez nunca lo conocieron personalmente, aunque sin embargo le tomaron cariño a través de sus poemas.
Recitador criollo.
Heraldo dejó una marca notable en la poesía como autor e intérprete. Era un recitador criollo y un "poeta gaucho" de letras románticas, su obra siempre estuvo orientada hacia la llanura pampeana. Con su "concepción hernandiana" se animó a interpretar sus propias poesías.
"Le gustaba mucho interpretar poemas de Osirio, de Rodríguez Castillo y de varios poetas pampeanos y orientales. Pero fundamentalmente su arte era el recitado gauchesco, le apasionaba la repentización (improvisación) en la payada", comenta su hermano.
Sus poemas fueron editados por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de General Pico, en los años 80, un hecho destacado y simultáneo con la construcción del monolito que recuerda el trágico accidente.
Sobre el momento preciso de la muerte de su hermano, Dardo recuerda: "Debe haber sido uno de los acompañamientos hasta el cementerio más importantes de la historia de Pico, la familia sufrió mucho la pérdida de Heraldo. Además, vino gente de todos lados, porque él había cosechado amigos por todos lados".
"Era un hombre de bien -continuó-, un tipo derecho, un gaucho bárbaro, cero arrogancia. Venía de una gira a Pico y lo primero que hacía era ir al asilo de ancianos a darle un recital de los suyos a los viejitos. Ese era Heraldo".
Su obra.
Heraldo fue nombrado ciudadano ilustre de General Pico. En su zona de influencia desarrolló una breve pero intensa carrera artística. Llegó con sus poemas a numerosos y destacados espacios artísticos pampeanos y de una amplia región del país. Es más, el famoso escenario de la Peña piquense "El Alero" fue denominado en los últimos años con el nombre de "Heraldo Hernández".
Uno de los poemas más importantes que compuso el pampeano es "Chaya para un adiós en La Rioja", que alcanzó una destacada trascendencia a nivel nacional cuando Daniel Altamirano lo musicalizó, y además fue grabado por el conjunto folclórico que por entonces conformaba el nombrado cantor con sus dos hermanos -eso ocurrió entre los años 1971 y 1972-. Finalmente, ese poema terminó convirtiéndose en un clásico famoso del repertorio de sus amigos Los Altamirano.
"Además del sentido romántico, su obra también estuvo encaminada hacia distintas reivindicaciones sociales, siempre estuvo junto a los obreros, los changas, quizás un poco influenciado por la época de los 70 que a su vez marcó el boom del folclore", asegura Dardo, orgulloso por la vida de su hermano.
Los amigos.
Conmocionados por la muerte de su amigo, en los años 80 se formó una agrupación integrada por "Pichón" y Daniel Alomar, Gabriel Leones y Carlos Hernández, y otros amigos de Heraldo, a quien conocieron muy bien y hasta el día de hoy tienen presente. "Ellos mantienen en excelente estado el monolito que recuerda a mi hermano, donde la gente se junta cada año y conmemora su muerte y cada cumpleaños", cuenta Dardo.
Y sigue en su relato, conmovedor: "Los vecinos se auto convocan esas dos fechas al monolito, hay gente de General Pico y de otras localidades vecinas. En los últimos años, se reunieron más de 1.500 personas que armaron un gran fogón, acompañado por músicos que fueron marcados por Heraldo".
Dardo, por último, al contar parte de la vida de su hermano también comenta que uno de sus amigos, Leones, plantó frente al monolito alrededor de 120 especies nativas entre las que hay algarrobo, caldén y piquillín. Allí, en cada una de esas especies, crece también la memoria y el orgullo de un gran poeta que se fue pero que dejó su música. Heraldo Hernández.
El recuerdo.
Su nombre no es uno más en las calles de la ciudad norteña, ubicada en el barrio Talleres, aquella zona que lo tuvo como su niño prodigio y que también lloró su muerte, como miles de pampeanos. Es que a pesar de los 38 años que pasaron de aquel trágico accidente su presencia se mantiene en cada baile, en cada peña, en cada canción folclórica de la zona norte.
De forma llamativa, y contrariamente a lo que todos pensaban, la voz del joven poeta y cantante pampeano no se apagó con su muerte. Sus letras siguen sonando, principalmente en la casa de la Calle 15 al 219, a unas pocas cuadras del centro de General Pico donde Heraldo nació y vivió toda su vida. Esa misma vivienda que hoy habita su madre.
Mariano S. Rodríguez Vega
PERIODISTA
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