Jueves 18 de abril 2024

Calfucurá y la Patria Grande

Redaccion Avances 04/06/2023 - 15.00.hs

Me preguntaba un periodista tiempo atrás si junio representa un mes especial para los pueblos indígenas de La Pampa, a propósito de recordar que, durante el mes de junio, en el pasaje de la noche del día 23 al 24, comienza el nuevo ciclo o año nuevo americano.

 

 

José Depetris *

 

 

La rigurosa observancia a esta forma americana de medir el tiempo, los ciclos vitales y el derrotero de los astros conjuntamente con el comportamiento de la naturaleza fue revitalizándose en la cosmogonía de las nuevas generaciones reasumidas casi desde condiciones extremas de desmemoria injustamente impuesta. De amnesia colectiva, de identidades dispersas y enmascaradas. Vamos, de profunda amputación cultural.

 

No podría asegurarlo, me apresuré a contestarle al periodista, puesto que las propias comunidades originarias hacen las evaluaciones de su propio devenir y moldean las formas de significar en sus luchas y planteos, manifestaciones y estrategias.

 

Debemos ser absolutamente respetuosos en este sentido. Aunque, en realidad, se podría señalar que durante el mes de junio confluyen hechos que pasaron a ser significativos por su propio peso en la zaga americana de nuestras pampas del sur. Como efectivamente lo fue la muerte del cacique Juan Calfucurá en Salinas Grandes, acaecida un 3 de junio de 1873 y del que se cumplen exactamente 150 años.

 

 

La desaparición del máximo referente de la Confederación indígena fue un hecho de tan profundo calado en la pampa cimarrona de entonces, como absolutamente olvidado hoy.

 

Su tarea durante décadas estuvo orientada a coaligar a todas las tribus, parcialidades y pueblos originarios de ambas vertientes de la cordillera para frenar con contundentes resultados durante décadas el avance sobre los territorios ancestrales por parte del blanco.

 

La posterior disparada al sur tan solo un lustro más tarde de su muerte de las gens salineras por obra y acción de los coroneles de Roca taparon rápidamente rastros y vestigios de aquel pueblo con el misterioso polvo de la tierra adentro.

 

Los militares expedicionarios con sus armas y utillajes, con su religión y su ciencia, reduciendo, convirtiendo, describiendo, ordenando, legitimando, apoderándose de los espacios, de los cuerpos, de las almas, también de los muertos desenterrados, de los esqueletos diseminados en las vitrinas de la academia exhibidos como demostración y advertencia, cimentaron el nuevo orden.

 

Y de este tenor, le siguieron otros eventos en otros junios. La muerte de Epumer Rosas, el último gran cacique de los ranqueles el 13 de junio de 1884 en la estancia de Bragado del senador Cambaceres, es uno de ellos. Aprisionado, esclavizado, desposeído, enfermo y anciano, fue exhibido para la tilinguería porteña cual espécimen silvestre. Cuentan que, sobre su tumba, construyeron un pequeño oratorio en la estancia.

 

Si mal no recuerdo, también fue durante un mes de junio, pero del 1879, que el coronel Racedo, ocupando ya militarmente el corazón del caldenal, ordena a la soldadesca que profanen la tumba de Mariano Rosas muerto apenas un año y medio antes en el lugar. Y que acondicionen los restos para luego enviarlos de regalo a Karl Kunner, científico de paso por el país que tenía interés en tales “objetos antropológicos”.

 

Finalmente se los apropia el Perito Moreno y, con número de inventario, los destina a engrosar las “novedades” para las vitrinas de su museo. Donde ya reposaba el cráneo de Juan Calfucurá.

 

Y fue un 23 de junio también, pero de 2001, en que son devueltos a su tierra aquellos sagrados restos de Mariano Rosas desde el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, fruto de una construcción colectiva y del ejercicio de la memoria ancestral de las comunidades revitalizadas. Y también de gran parte de los pampeanos que no cuentan con ascendencia indígena.

 

Fue una circunstancia en que la sociedad en su conjunto entendió la deuda pendiente con todos aquellos que fueron víctimas del despojo, arrojados a los márgenes de mejores oportunidades y silenciados durante generaciones.

 

Fue una circunstancia que conmocionó no solo hacia el interior de la comunidad ranquelina, sino en ámbitos y círculos de los más diversos orígenes que están “repensando” aquel proceso sociocultural de exclusión no tan lejano en el tiempo para hacer lugar a otro derrotero con todas las voces, con todas las voluntades, con mejores condiciones de igualdad y de oportunidades.

 

El empeño iniciado pocos años atrás por un grupo de personas de diversos orígenes en pos de la repatriación de los restos del cacique Juan Calfucurá, al lugar donde su propia comunidad lo designe, ha transitado un saludable camino en la re-consideración de su extraordinaria figura histórica, gravitando con centralidad absoluta en la política argentina desde el corazón de las pampas durante cuarenta años. Dominados por las guerras civiles, la secesión de la provincia de Buenos Aires del resto de la Confederación Argentina, la guerra del Paraguay, las rebeliones montoneras y otras revueltas varias.

 

Crear conciencia y debate es saludable. Esta Comisión lo logró, ciertamente.

 

Surgieron sin duda posiciones antagónicas, razones de peso, razones ideológicas o meramente de ocasión.

 

Tenemos experiencia acá, en Santa Rosa, con el caso de la extensión de la avenida central del nombre de San Martín por sobre el de Julio Roca que generó un debate público interesante. En lo personal, entiendo importante haberlo hecho entonces porque oxigenamos en el campo de las ideas relatos consagrados y sacramentados. Hoy se impone hablar del Chachay Calfucurá.

 

Porque es evidente que en diversas regiones de la Argentina profunda dejaron su impronta naciones originarias que hoy fluyen en un sincretismo construido pese a todo. Diría que contra todo -el menoscabo, la persecución, el genocidio, la sustitución de identidad-, y afloran en una cultura mestiza con anclaje en realidades históricas regionales, en lenguas, mitos, territorios ancestrales. Que en definitiva son la realidad en nuestra región, que aporta definitivamente a la carnadura del complejo mosaico cultural hondamente americano que da sentido al concepto de la Patria Grande soñada por nuestros fundantes. Bueno, en realidad por algunos de ellos.

 

 

* Investigador

 

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