¿Incas en La Pampa?
En su libro Hasta aquí nomás, el escritor tucumano Pablo Rojas Paz postula que esa expresión corresponde a la traducción de la palabra quechua Tucmán, que habría sido pronunciada por los hombres del norte prehispánico al asomarse y ver la llanura “que es el comienzo de la Argentina toda”.
Walter Cazenave *
Lo dicho sirve de introducción a un tópico histórico no del todo dilucidado hasta donde conocemos. Se sabe que, grosso modo, el río Maule marcó el máximo avance hacia el sur de las etnias de cultura incaica. Pero de este lado de la cordillera ¿avanzaron más acá del actual Cuyo?, ¿cuándo, y hasta dónde…? De una investigación emprendida por el licenciado Germán Cazenave, dedicada a otro tema desprendió un dato interesantísimo: en junio de 1922 el por entonces juez letrado en Santa Rosa, Ernesto Sourrouille, dio una serie de conferencias sobre el tema con el título “Primera expedición para exploración y conquista de La Pampa en el siglo XVI”. En ellas Sourrouille comienza con una interesante motivación al preguntarse “si esa fracción del suelo nacional no tiene también su historia” y, tras recalcar las causas que impidieron la conquista de inmediato, destaca que “cuatro naciones sobre el Atlántico: España, Portugal, Inglaterra y Francia, “se lanzaron a realizar al más vasto ensayo de trasplante de una civilización que los siglos verán”, una afirmación controvertible a la luz de las investigaciones posteriores pero muy acorde con las posturas históricas de un siglo atrás.
Las inquietudes de Sourrouille.
Conocí a don Ernesto Sourrouille ya anciano. Yo era un veinteañero que cumplía con la milicia y me asomaba apenas a la historia de La Pampa. En algún escaso diálogo -el vivía en casa de una hija, esposa de un militar- recuerdo haberle oído mencionar algo relativo a un poblamiento muy lejano en La Pampa, muy anterior a la ocupación del llamado desierto y a la colonización posterior. Lamentablemente la circunstancia no dio para más, y no lo volví a ver.
Las referencias relativas a Sourrouille, hablan de alguien que, al margen de su título de abogado, fue hombre de inquietudes intelectuales, arqueológicas e históricas, tanto en su Ayacucho natal como durante su estadía en La Pampa, donde fue juez federal. Esa condición explica la serie de conferencias que diera en aquella lejana Santa Rosa y que publicara el diario La Capital en varias entregas.
Las charlas.
Aquellas charlas, llevadas a cabo en el edificio del salón municipal, consistieron en una introducción extensa sobre los antecedentes de la conquista y establecimiento hispánico, especialmente en lo que es hoy norte de Argentina y sur de Bolivia. Sobre el tema Sourrouille demostró tener un fluido conocimiento. El ciclo se desarrolló en el mes de julio de 1922 y fue reproducido más o menos prolijamente por el diario La Capital, que se editaba por entonces. Cabe imaginar lo que debieron representar aquellas pláticas en la aldea que era la Santa Rosa de entonces, con unos pocos miles de habitantes. La historia territorial apenas si asomaba a un orden sistemático, con una marcada inclinación a un positivismo racista; la gente paisana apenas ocultaba sus recuerdos -despreciados a menudo- con un orden temporal y genealógico difícil de entender para quien no perteneciera a su cultura. De allí que un poblamiento de quinientos o más años atrás se parecía mucho a una idea surgida de la fantasía. Claro que debía atenderse porque el expositor era nada menos que el juez federal…
Por cierto que no es nueva la especie de la ciudad perdida, quizás poblada con incas y españoles y que reforzara el mito de los césares, pero aquí la novedad consiste tanto en el expositor como en el ámbito.
Datos sugestivos.
Pero ¿en qué se basaba tan polémica y controvertible afirmación? La documentación al respecto no parece ser muy abundante pero, hay un par de detalles sugestivos, aunque siempre hipotéticos y en un nivel especulativo. Algunos de esos detalles, muy posteriores a las charlas de Sourrouille, fueron consignados por autores que, especialmente y con distintos métodos, incursionaban en la toponimia “araucana-pampa” como se la solía llamar.
Eliseo Tello -aquel del “largo amor peregrino”, en el decir de Edgar Morisoli- ya en el ocaso de su vida, me dijo personalmente que entre los ranqueles, con quienes había vivido, había una memoria de los pueblos del norte que habían llegado a lo que hoy es La Pampa. Y refería dos elementos, a comprobar ambos: uno era una suerte de obelisco dejado como señal de su máximo avance hacia el sur, acaso situado en la parte meridional de Mendoza u oeste de La Pampa, no ubicado hasta hoy; el otro, más significativo, unas ruinas de piedra que todavía se podían ver (década de 1970) en unos médanos allende el pueblo de Bonifacio (….), ubicado en el oeste bonaerense. Personalmente estuve en el sitio e indagué al respecto pero nadie sabía nada. Tampoco en una vista satelital de detalle se advierte algo que pueda avalar o sugerir lo dicho por Tello, que pusiera avales a la afirmación.
La sutileza toponímica.
Al respecto Enrique Stieben, en su Toponimia araucana, aporta un dato muy singular. Hace notar que el nombre Cuchillo Co (Agua o Aguada del Cuchillo según versión más difundida, en alusión a la facilidad de obtenerla cavando con esa herramienta), tiene la particularidad de que cuchillo en lengua mapuche y sus derivados cuenta con su propio sustantivo: winu, lo que haría impropio el topónimo Agua del Cuchillo; pero reemplazando dos letras bien puede resignificar el nombre por Cuchi Yaco (Aguada del Chancho, pero en idioma quechua. La trasposición podría sugerir una presencia de ese origen, sí que remota: coincidiría con una referencia al pecarí o cerdo americano, nada que ver con el jabalí europeo que mucho después introdujera Pedro Luro.
Con 100 años de diferencia dos estudiosos de la lengua mapuche, fray Félix José de Augusta y Ana Fernández Garay, coinciden en que winu es la correcta traducción de cuchillo.
Casamiquela.
Rodolfo Casamiquela hacía notar que, al margen de las represas que caracterizan el lugar, en la roca del cerro hay huecos -morteros en realidad- de un tipo cuya presencia no iba más allá del sur de Córdoba. Un dato acaso complementario a la sugestión nominal del lugar y de los restos arqueológicos allí ubicados podría ser que Cuchillo Co se ubica prácticamente a la latitud de Lihué Calel, a unos 90 km de distancia en línea recta, pero en esta sierra, si bien plena de elementos sugerentes para la arqueología, no se advierten represas para eventuales embalses de agua, aunque el lugar es mucho más apto para esas obras y su utilización.
También es de hacer notar que por Cuchillo Co no pasaban grandes rastrilladas.
Volviendo a lo consignado el conferencista narra a grandes rasgos las peripecias de los conquistadores españoles en la parte norte de nuestro país, Chile y Bolivia y entra en lo más interesante de sus conferencias desplazando las referencias hacia el sur y haciendo notar las expediciones para aprovisionamiento de sal, casi todas en el actual territorio pampeano, Puelches entre otros que se relaciona con lo indicado a posteriori. Además aparece la mención de la mítica población de Trapalanda o Lin Lin, ubicadas en un impreciso sur patagónico. Tan poderosa era la imaginación y el afán de riquezas de aquellos españoles que los llevó a organizar grandes expediciones con ese rumbo las que indudablemente se adentran en lo que es hoy territorio pampeano. Lo notable es que a lo ya conocido por la historiografía (posteriores trabajos de Nocetti y Mir, entre otros, sobre la gran expedición de Jerónimo Luis de Cabrera) Sourrouille agrega una de 1578, menos conocida, que estima debió llegar unas sesenta leguas “más largas que las habituales”, dice, más allá del paralelo 35, que fracasa por la distancia y escasez de alimentos y agua. Y esta es la parte más sugestiva y atenida al título de las conferencias y que consta en la última de ellas. Por su significado y proyección dejamos la palabra al propio Sourrouillue, consignadas en el diario La Capital de fecha junio de 1922.
Datos misteriosos.
Sobre una exploración levantada años después sobre la riqueza de los valles Telan y Curaca en aquellas tierras desconocidas se conoce en forma de la leyenda. La descripción del valle de Curaca corresponde a la zona del río Salado o Chari Lerun y de la laguna Hurre Lafquen, el cerro Payén o del Cobre, Lihué Calel, Choigue Mahuida y las lagunas Dulce y Amarga conocidas como centro de acción de los Puelches en plena Pampa Central.
Allí habitaba una generación de indios ingas, es decir de raza andina que vino huyendo de los españoles de Almagro para no someterse, que conocían cultivos, poseían ganados y practicaban la metalurgia. Hasta el nombre del cacique principal consígnase en dicho documento: se llama Quilquinta y usaba vincha de oro con una borla que le caía sobre la sien a la manera del Inga del Cuzco (detalle este muy significativo, decimos nosotros). Más allá de la provincia de indios Ingas de Curaca encontrábase una de hombres blancos españoles en Telan. Decíase en la información que su jefe era un tal Quiroz y que eran ya muy viejos mezclados con indios (…..) estas noticias pueblos de indios y españoles perdidos se las daba al gobernador Ramírez de Velasco un indio Pilan y una india Ubina aprisionados en las comarcas de los Ríos Cuarto y Quinto por donde pasó después de Abreu una expedición de Sotomayor gobernador de Chile que pasó con 400 hombres de Buenos Aires a Mendoza por primera vez para hacerse cargo de su gobierno sin tener la penosa travesía del estrecho. En esta información consigna Velasco que su antecesor Abreu había llegado cerca de aquel valle o provincia de Curaca de modo que, si a esta noticia nos atuviéramos la expedición se habría internado bien al interior de la Pampa pero prefiero invocar el testimonio seguro de algunos contemporáneos menos interesados en inducir al rey a que ordenara una nueva expedición a los famosos Césares.
La información es sólida, al menos en su ubicación geográfica ya que posiciona el valle del Curaca (se diría que una trasparente proyección del actual término Curacó) en la zona de las grandes lagunas de Puelches, de las que el Curacó es efluente; también del cerro Payén o Payún, conocido por la existencia de cobre. Esta información empalma con el singular dato que “conocían cultivos, poseían ganados y practicaban la metalurgia”. Al pensar que en la información consta que en la zona lagunar de Puelches vivía “un cacique inga”, sin demasiada audacia se podría considerar que la palabra Curacó -Agua de la Piedra, en lengua mapuche- tiene un sonido muy similar a “curaca”, que en lengua quechua significa “cacique o gobernador”.
Por una similar razón de eufonía el valle de Telan se asemeja al Telén actual y, sugestivamente, se ubicaría en la zona de Leubucó, que tantos cristianos albergara posteriormente según diversas crónicas. La migración, entonces, habría empezado muy tempranamente.
Resulta indudable el atractivo de las conferencias de Sourrouille, especialmente porque un siglo atrás, cuando fueron expuestas, el tema estaba poco estudiado y acaso todavía algo confuso con los misterios de la Patagonia. Poniendo los pies en la tierra sin embargo hay que decir que, mientras no haya documentos e investigaciones fehacientes, que se articulen con la estructura histórica, estas noticias no pasan de especulaciones, si bien harto sugestivas.
* Geógrafo, colaborador de Caldenia
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