Lunes 05 de mayo 2025

“La de Alpasinche”

Redaccion Avances 30/03/2025 - 12.00.hs

“La de Alpasinche” es una zamba del autor Oscar “Cacho” Valles. En estas páginas conocemos el origen de la canción y la historia de este pueblo riojano por el que pasaron cantores y musicólogas.

 

Ernesto del Viso *

 

Hace muchos años, más de 30 tal vez, escuché en un disco de los Markama, de Mendoza, una hermosa canción de Jorge Sosa y Damián Sánchez: “Para conocer mi pueblo”. Sin pontificar, que de eso suele tener mucho nuestra canción criolla, nos alerta, mansamente, sobre las desventajas de nuestras urgencias o, mejor dicho: apuros.

 

Esos mismos trances en que a veces nos dejan los llamados “tour” de viajes que uno contrata para “conocer” más cosas, más paisajes, en poco tiempo.

 

Los textos introductorios a la canción que mencioné precedentemente, los decía con su habitual parsimonia y muy buena dicción y voz, Marcelo Simón. Es posible que el argumento sea del propio Sosa, de todas maneras, es momento que lo traiga a la ocasión para ejemplificar con mejores palabras y más precisión, lo que este escriba pretende apuntar.

 

 

Si quiere entender mi pueblo tendrá que andar muy despacio. Los que llegan con apuro, seguro pasan de largo”

 

 

Es verdad expuesta a “gritos”, aunque poco escuchada, que la simpleza y la sabiduría popular no son asidas ni vindicadas, mucho menos conocidas, en condiciones de paso apresurado. Se nos escurre como agua entre los dedos lo que llaman la esencia, el carozo del fruto del pueblo. No llegamos a escarificar esa semilla que acoge lo más diáfano y auténtico que tiene ese lugar, caserío, población, paisaje, piedra, yuyo, simple senda de una hebra como diría el bardino Julio (Domínguez) o Edgar Morisoli.

 

Bien lo señala, cuasi sentencioso, como ha sido su estilo siempre, don Atahualpa Yupanqui en su milonga “Para el que mira sin ver”, dedicado al siempre descuidado y nada atento con las cosas de la tierra.

 

 

Para el que mira sin ver la tierra es tierra nomás, nada le dice la Pampa, ni el arroyo ni el sauzal.” (A.Y.)

 

 

Andar rastreando cada rincón del campo o del poblado lentamente, puede llevarnos a encontrarle sentido cierto a lo que aparentemente nos resulta innecesario, y hasta nos alcanza a alumbrar una nueva canción.

 

Escudriñar el porqué de una de ellas, nos llevará por caminos nuevos para algunos o de re-visión para los que ya los recorrieron.

 

Pasando por Alpasinche.

 

Alpasinche es un pueblo riojano, ubicado en el departamento de “San Blas de los Sauces”, en el norte de la provincia, en el deslinde con Catamarca.

 

Como la mayoría de los pueblos de Argentina, a principios del siglo XX, tuvo su medio de comunicación en distancia: el tren. Con pequeña estación, lo suficientemente funcional para el lugar. Corto anden, una puerta principal y una ventana, como tantas del Ramal A5 del Ferrocarril Belgrano, que se iniciaba en Cebollar (dpto. Capital) y terminaba en la ciudad sureña de Catamarca: Tinogasta (en lengua Kakana significa “Junta o reunión de los pueblos”). Este Ramal fue inaugurado el 24 de febrero de 1911, llegando a Alpasinche en 1912. Cubriendo las necesidades de tránsito de pobladores y otros elementos de 13 pueblos, con un recorrido de 194 km, cesó en su total funcionamiento en el año 1977.

 

Briosos veranos desde siempre coronan su vida pueblerina. Corazones ardientes le habitan, fraguados en veranos altos y en secano a veces. Dispuestos a germinar en generosidad de manos abiertas, en el letargo de las siestas, donde cada tanto trashuma el hombre como lo hicieran allá por 1977, Los Quilla Huasi (Navarro, Lastra, Palmer, Valles) camino hacia algún compromiso artístico.

 

Por supuesto que también lo han paseado otros, de menos conocimiento público. Andariegos de la legua, en procura de destinos catamarqueños o riojanos, según señale la rosa de los vientos y las necesidades que dispuestas en arganas de aguardos, empujan los pasos del hombre.

 

Por dos veces han nombrado tu pago, los cantores de la Patria, los del canto nacional criollo. Bastó para resumir el olvido a tu solar, al lujoso dulzor de la memoria, que a veces huele a eternidad.

 

¿Casualidad o destino? El cruce de senderos tal vez tenga que ver. En Alpasinche se dan la mano la ruta Nacional 40, columna vertebral rutera del oeste argentino, que nace en Cabo Vírgenes, provincia de Santa Cruz (allí donde convergen el Mar Argentino con el Estrecho de Magallanes) y finaliza en La Quiaca (Jujuy) y la ruta Nacional 60.

 

Caminantes incansables como han sido algunos de nuestros artistas del folklore nacional, no ha sido imposible que por allí haya pasado primero la poesía de José Ignacio “Chango” Rodríguez, con su musicalidad en Vidala. Esto aconteció mucho antes que Oscar Valles, te regalara una zamba: “La de Alpasinche”.

 

Nunca podremos saber la atracción que, en ellos, el Chango y Valles, ejerciera este pequeño poblado del norte riojano.

 

Por Alpasinche también anduvo la gran musicóloga argentina doña Isabel Aretz, recorriendo la geografía literaria y musical de La Rioja, para concretar su vasto trabajo “Música Tradicional de La Rioja” (Edición de la Biblioteca INIDEF 2-OEA-CONAC, Venezuela 1978). En realidad, y hay que decirlo, este trabajo fue su primera tesis de grado en Música (Especialidad Musicología), que además resultó Primer Premio Fondo Nacional de las Artes (Argentina) en 1967.

 

Corría el año 1946, y de la mano del Prof. Julián Cáceres Freyre, recorre la parte norte de La Rioja. Refiere la Dra. Aretz, en su libro, que en el Dpto. Pelagio B. Luna, hoy San Blas de los Sauces, comenzaron su trabajo de recopilación por Alpasinche. Allí localizó cantoras de Vidalitas y Bagualas como Estaurófila Díaz de Carrizo que le cantó: “Soy sauceño / cierto y soy del Cerro Negro…”, es el mismo sitio minero al que hará referencia el Chango Rodríguez en su “Cantar de Alpasinche (vidala)”.

 

También Isabel grabó al esposo de aquella, Eliseo Carrizo, cantadores nacidos en el siglo XIX que recordaban coplas llegadas de sus padres u otros habitantes del poblado.

 

Caminando Alpasinche, en aquella segunda mitad de los años 40 del siglo pasado, Aretz se descubrió a una cantora que “canta las vidalas que cantan todos”, la Sra. Luisa de Carrizo que con su “tambor” seguramente una Caja Vidalera, le entonó:

 

 

Cierto, ay que me ha de engañar.

 

Por esta calle a lo largo

 

juran que me han de matar

 

con un cuchillo de palo

 

quién sabe si cortará

 

cierto, ay que me ha de engañar.

 

Aquí viene el carnaval

 

por la lomita pelada

 

aquí lo estoy esperando

 

con la alojita colada”.

 

 

Estas coplas también las cita Pancho Cabral, en su valioso ensayo del 2010, “De la vidala a la Chaya” (Agua y copla del canto popular).

 

Eduvijes Diaz y Belisaria Balverde, también habitantes de Alpasinche hicieron su aporte coplero a Isabel Aretz.

 

Alpasinche es el lindero”

 

Luego del tránsito de doña Isabel Aretz, y mucho antes del don Juan Alfonso Carrizo a fines de los años 30, inicios de la década del cuarenta del SXX, recopilando coplas por toda esta provincia, luego y sin poder precisar años de su venida a La Rioja, lo hizo el Chango Rodríguez. Había un invisible lazo que lo ligaba a esa provincia ya que su mamá María Rivolta, maestra y profesora de guitarra, era de origen riojano. La primera obra del Chango, para con la región, está relacionada con un género musical característico de la citada provincia: “Vidala de la Copla”, también compuso otros temas con semejante rítmica: “La Flor del Jazmín” y “Chumao y Cantar”, lo que ha brindado señales erróneas de su nacimiento, pues sabemos que el Chango Rodríguez nació en Córdoba.

 

Recorrió mucho La Rioja, donde debutó a fines de la década del 30, haciéndolo a veces con el seudónimo de Eduardo Toberán.

 

Su corazón de enamorado siempre, lo habrá paseado por Cerro Negro, cerca de Alpasinche. Un corazón derrotado por el desamor y el desencuentro con que las almas suelen producir esos tembladerales para la ausencia de uno con el otro y la despedida sin más, brindan la ocasión para escribir algunas de estas frases: “Del Cerro Negro por el camino, Alpasinche es el lindero. Flor de jarilla, florcita y cardón, me voy del pago y te dejo” (Ch.R.)

 

 

El Chango Rodríguez, siempre sediento de caminos y conocimientos, como lo demuestra en sus andanzas investigativas y sonoras por Bolivia y Perú.

 

Los senderos de La Rioja lo vieron trasegarlos con su guitarra y un soñado tinku de caja chayera, mientras un viento amigo soltaba a los cuatro rumbos su copla, las coplas de un corazón triste a veces. Siempre el camino a su par.

 

Bolichera de los coyas…”

 

Simón Baltazar Carrizo y Teresa Quinteros, atendieron desde hace mucho tiempo antes de que Los Quilla Huasi pasaran por allí, esa posada o boliche, donde calman sus apetencias líquidas y de las otras también, los sedientos de paso en este caso por Alpasinche.

 

Han sobrevivido allí, para nuestra mirada citadina, pero en verdad han vivido allí, con la prestancia que el destino les ha puesto y calzado en su humanidad.

 

Soles abrazadores para el tiempo del Carnaval, los ha hecho protagonistas del alcance de una jarra de vino, o de esa bebida carnestolendas con que el pobrerío desata sus energías contenidas en un año: la aloja, la algarroba fermentada que ayuda a liberar la carcajada, a la mueca desinhibida del entrelazamiento con el semejante.

 

Allí estaba, un verano del 77, doña Teresa Quinteros, rostro tallado a la luz de los soles riojanos en esos paisajes solariegos de viñedos y Sierra del Velasco, atestiguando sus pasos. Y su vida consagrada a esos menesteres con que Valles la bautiza, desde su mirada finita y fugaz, porque el cantor ha de permanecer solo unas pocas horas y continúa su senda de arte y compromisos artísticos: “bolichera de los coyas…”

 

Sesenta años empeñados en sostener la alegría en el pago, aunque reine en sus adentros la soledad y la pena.

 

Valorada actitud que de rutinas nadie casi evalúa.

 

Claro que Teresa no es la única causalidad en el planeta. Las ha habido otras, como “La Pasto Verde” que Marcelo Berbel homenajeó y des-olvidó, a fines de los 60’ del siglo XX; “Carmen Funes”, fortinera, que en 1890 arma aquella “Posta de la Aguada, por el Neuquén. O doña Santos Moreno “La Rubia”, del S. XIX, que alguna vez se puso al frente de la pulpería familiar, ubicada en la bajada del antiguo Camino Real, entre San Isidro y El Polear (Santiago del Estero), la misma Rubia Moreno que peleara con sus 27 años, a las órdenes de Felipe Varela, en la sangrienta batalla del “Pozo de Vargas”. A ella, Agustín Carabajal y Cristóforo Juárez, le dedicaron una zamba que popularizaron Jorge Cafrune y Los Chalchaleros: “La Rubia Moreno”.

 

Doña Teresa Quinteros, que tal vez ya por estos tiempos, cristiana al fin, ande derrochando su galanura celestial y ese vino bíblico que en la tierra prodigó, sin retaceos, al viajero y al del poblado. Siempre junto a su Simón Baltazar, con nombradía de rey mago y que por aquellos años ya cruzaba sus 63 años (…63 carnavales/ fueron temblando sus cajas/ metiendo aloja en las cajas /y hasta la Chaya sale a bailar”.

 

Muchos años, seguramente, regenteando ese boliche –parador, como ahora le dirían a ese posible y buscado sitio en el camino al catamarqueño Tinogasta. Norte de La Rioja, en el deslinde con la provincia de Catamarca.

 

Pienso que el matrimonio Carrizo/Quinteros, no habrá tenido otro lugar mejor para habitar que este Alpasinche, que como la lengua Cacana revela ser “Tierra Dura” (Alpha:tierra - Sinchi o sinche: dura.)

 

Teresa y Simón dos bien “Sinchi”. Dos almas que hacen honor a ese fonema que simboliza: fortaleza.

 

Origen de la Zamba.

 

Roberto Palmer, es quien en verdad me cuenta el 12 de mayo del 2009, a pedido mío, cómo nace la zamba “La De Alpasinche. Roberto, el Paglia nacido en Gral.Pico (La Pampa), por entonces revistaba en las filas de Los Cantores de Quilla Huasi desde 1962. La anécdota / testimonio, sucede por el año 1977, verano del 77. El conjunto llevaba a cabo una de sus tantas giras por el norte del país, más exactamente, por las provincias de San Juan, donde siempre han sido muy bien recibidos, como que eran ahijados artísticos de Buenaventura Luna (sanjuanino), La Rioja, Catamarca. Dice Palmer: “…era tiempo de carnaval y pasando por un boliche de campo, paramos a tomar algo fresco.

 

Adentro del mismo había un montón de mujeres criollas, coyas, vestidas con sus ropas típicas habituales: coqueando y cantando coplas vidaleras, de carnaval precisamente. Realmente una maravilla para todos nuestros sentidos. Más puro no podía ser, asevera Roberto con entusiasmo, ante semejante acto de verdadera identidad regional. “Por todo esto, además de saciar la sed y calmar un tanto el calor - andábamos en nuestros autos como lo hicimos por más de 30 años, en nuestro país- nos quedamos un buen rato disfrutando de todo ello. El dueño del boliche, de Alpasinche, era el mencionado en la zamba de Cacho (Valles), Simón Baltazar Carrizo, que estaba con su mujer, Teresa Quinteros, criolla también la dama. Estuvimos un largo rato con ellos conversando, mientras tanto Valles se ocupaba de averiguar sus nombres y algunas otras cosas. Cacho era muy rápido para todo ello, pues al verlos inmediatamente se le había ocurrido una historia para lo que después sería la zamba”.

 

Era habitual la mirada de Valles, que luego trocaba en canción. Ya lo había hecho unos 10 años antes andando por Chaco con el grupo, cuando se interiorizó de las muertes de Isidro Velázquez y Vicente Gauna, uno de tantos aquellos “Jinetes rebeldes” del que nos contó a principios de este siglo el pampeano Hugo Chumbita, y compuso el chamamé “El último Sapucay”. O la historia que les narraron correntinos al conjunto, que por entonces integraban: Valles, Palmer, Lastra y Núñez, sobre un preso que tallaba en madera, sea un “palito de ruda” o de “palo santo” imágenes de muertos al San Son (santo de profunda veneración entre los trabajadores del litoral, Santo del trabajo) y al San Alejo (el santo de los mendigos) y que se ofrendaban para el 15 de agosto, día de San la Muerte.

 

Cirilo Miranda, era el tallador, que purgaba sus culpas delictivas tras de los muros rosados de la cárcel de Corrientes, como expresa una de las frases del chamamé citado.

 

 

“La de Alpasinche”, letra y música de Oscar Valles, Los Quilla…la graban para el disco “La Casa de la Luna” dedicado a Fernando Portal (ex integrante y fundador, del grupo), que había fallecido hacía poco (27 de septiembre de 1977), de la presentación del disco en 1978. Se destaca en la introducción e interludio el bandoneón de Dino Saluzzi.

 

Se la puede escuchar en Youtube.

 

 

* Músico

 

 

La de Alpasinche Letra y Música: Oscar Valles.

 

Pasando por Alpasinche,

 

camino de Tinogasta

 

Simón Baltazar Carrizo,

 

por las bagualas viene a cantar.

 

Sesenta y tres caranavales

 

fueron templando sus cajas,

 

metiendo aloja en las coplas

 

y hasta la Chaya sale a bailar.

 

 

Si anda cruzando La Rioja,

 

pasando pa’Catamarca,

 

por el Cebollar adentro,

 

por Aimogasta dele nomás.

 

¡Si dan ganas de quedarse por ahi!

 

chayando y cantando para el Carnaval.

 

 

Pasando por Alpasinche,

 

doña Teresa Quinteros,

 

refresca la voz sedienta

 

de los gargueros sin descansar.

 

Bolichera de los Coyas,

 

su vino va compartiendo,

 

las alegrías por fuera

 

y por adentro la soledad.

 

 

 

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