Miércoles 07 de mayo 2025

La noche porteña de los 60

Redaccion Avances 25/08/2024 - 15.00.hs

Desde La Perla del Once en donde se compuso “La balsa”, hasta el Instituto Di Tella en donde nació la cultura psicodélica, repasamos algunos de los bares y escenarios que hospedaron a los artistas de Buenos Aires durante la década de 1960.

 

Bernardo Diman Menéndez *

 

Los años 60 fueron la apertura hacia una mirada del futuro para siempre. Con una clase media y trabajadora en constante ascenso, Argentina se encontraba entre las economías más potentes de América, solo por detrás de Estados Unidos y Canadá. El poder adquisitivo de los sectores más pudientes, pasando por la clase media universitaria y trabajadora, hasta llegar a la clase obrera, construyeron una historia de innovación artística y que impactó en las costumbres y hábitos nocturnos de los argentinos.

 

Lejos de la simetría actual de lugares que presenta la nocturnidad en Buenos Aires, fiel reflejo de lo que también sucede en las principales ciudades del mundo, la noche de los años 60 cambió numerosos hábitos y costumbres a partir de la espontaneidad y la creatividad para generar conceptos festivos y nocturnos. La ciudad de Buenos Aires poseía la inmensa cantidad de 2,900 millones habitantes, pero su estructura edilicia, circulación y distribución poblacional, permitían, a diferencia de hoy en día, recorrerla de un modo más tranquilo y cansino, tanto de día como de noche.

 

Para comprender la noche de aquella década, podemos trazar cuatro niveles tomando como principal eje sus costumbres. Un primer nivel definido por el consumo y acceso elitista de lugares como Mau Mau; un segundo nivel que refería a la vanguardia artística como el Instituto Di Tella; un tercer nivel que corresponda a la bohemia musical de lugares como La Cueva o La Perla de Once; y un cuarto nivel acaparado por la clase media forjada en el divertimento masivo de programas como El Club del Clan o Sábados circulares que copaba los cines de la avenida Lavalle y Corrientes, para degustar del buen cine italiano o el Café Concert, y luego seguir de fiesta en clubes de barrio o cafés abiertos las 24 horas.

 

Tomando testimonios del libro Las mil y una noches: Una historia de la noche porteña 1960-2010 de la escritora Cristina Civale, destacamos algunos lugares nocturnos que fueron claves para la vida cultural de su época.

 

Mau Mau.

 

Inaugurado en abril de 1964 por los hermanos José y Alberto Lataliste, Mau Mau debe su nombre se debe a la canción “Papa-Oom-Mow-Mow” de la banda californiana The Rivingtons. Su concepto estético hacía referencia al living de una casa millonaria. Por sus inmediaciones pasaron conocidos deportistas, modelos, actores y cantantes como Alain Delon, Charles Aznavour, Rudolf Nureyev, Mirta Massa, Claudia Sánchez, Chunchuna Villafañe y Guillermo Vilas.

 

Fue un espacio pionero en pasar música flamenca de la mano de su DJ Ezequiel Lanús, cuyos vinilos se los dieron las azafatas que iban al lugar. Los tragos predilectos para los habitués de entonces eran el café, el whisky y el Cuba Libre, y en la barra otorgaban a sus clientes más famosos una tarjeta vip que permitía entrar con descuentos a las discotecas internacionales más exclusivas del momento, como Jimmy’s en París, Le Bateau en Río, Annabelle’s en Londres y La Boite en Madrid. Mau Mau cerró sus puertas definitivamente en 1994, luego que el atentado a la embajada de Israel destruyera gran parte de su fachada. Actualmente, en sus instalaciones funciona el bar Florería Atlántico.

 

Instituto Di Tella.

 

Inaugurado en 1963, el Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella se hizo popular a partir de artistas conceptuales como Marta Minujín y Federico Manuel Peralta Ramos. Su aporte fue el de cruzar la música contemporánea con las artes visuales. La obra “La Menesunda”, una de las primeras instalaciones artísticas a cargo de Minujín y Rubén Santonín, atrajo a multitudes de diferentes estratos sociales, desde la clase media a la bohemia proletaria.

 

El proyecto culmine de esta relación entre la música y lo visual se materializó en 1968 con la obra titulada “Importación-Exportación”, que consistía en una especie de túnel donde el público ingresaba y luego pasaba por una sala de luces estroboscópica que hacían que todo brillara. Luego pasaban hacía otra sala tapizada con alfombras persas y pósters psicodélicos de San Francisco que generaban una ilusión de movimiento. En el centro de la sala había una bola de incienso y dentro de ella una piedra de hachís quemándose. En la última sala aparecía una pantalla con parlantes de alta potencia por los que sonaba rock psicodélico estadounidense, y donde tocaron en vivo bandas como Manal y Almendra. Los artistas habían tomado el concepto del Swinging londinense y los shows lumínicos de Pink Floyd, pero aggiornados al plano local, impactando al público porteño que formó colas de hasta diez cuadras de lago para poder ingresar a la instalación. Tras de más de seis décadas de innovación y experimentación artística, el Di Tella sigue siendo hasta el día de hoy un gran impulsor de la vanguardia.

 

El Florida.

 

El Florida es un bar ubicado en San Martín y Córdoba y frecuentado en los 60 por estudiantes y artistas. Era asiduo concurrente una de las estrellas del Di Tella, el crítico Jorge Romero Brest. La manera de vestir era heterogénea, podría ser de sobrio traje o llevar puesto ropa con las nuevas tendencias coloridas de bambula. Convivían en él los dandys con los coperos de bares y las trabajadoras sexuales, y formó parte de lo que se denominó durante los 60 el “flower power criollo”. Actualmente, sus instalaciones se mantienen y funciona bajo el nombre de Florida Garden.

 

Cine Monumental.

 

El Monumental fue un cine en el que la fiebre de neón y pantallas gigantes provocaba que las películas más taquilleras llegaran a durar seis meses en cartelera, especialmente las de directores italianos, franceses y norteamericanos. El acceso a un imaginario popular creativo y ascendente entraba en sintonía con el hecho de que el trabajador promedio de Argentina era el mejor pago de Latinoamérica, y la cinefilia fue un furor que complementó la música joven que veía la clase media por televisión. Sus instalaciones fueron modernizadas y actualmente funciona bajo el nombre de Multiplex Monumental Lavalle.

 

La Cueva.

 

Envalentonados por el consumo de anfetaminas y alcohol, la troupe de Moris, Tanguito y Lito Nebbia hicieron de La Cueva un lugar clave para que dar sus primeras actuaciones en vivo. El mítico lugar fue refaccionado por Sandro y funcionó entre 1964 y 1967. Su concepto era el de naufragar y pensar en la utopía de la revolución, mientras la ciudad dormida le daba una estirpe de bohemia y vanguardia al lugar, cuyos recuerdos quedarían grabados en el imaginario popular con el lanzamiento de “La balsa” por Los Gatos. Los continuos allanamientos de la policía hizo que cerrara sus puertas para siempre a mediados de 1967, y en su histórica ubicación de Avenida Pueyrredón al 1723 se construyeron una serie de edificios.

 

La Perla.

 

Pizzería ubicada en la zona de Once, congregaba a estudiantes, trabajadores y por la noche a la bohemia estudiantil y artística. En los baños de La Perla se cargaban sus concurrentes nocturnos con anfetaminas como el Perviti -la misma droga que usada los soldados nazis para no quedarse dormidos durante los combates- y también probaban diferentes tipos de ácido lisérgico, incluido el STP, cuyo efecto podía llegar a durar casi una semana. En esos mismos baños, una noche Tanguito y Lito Nebbia compusieron “La balsa”.

 

La Perla cerró sus puertas definitivamente el 14 de enero del año 2017 y un mes más tarde reabrió enteramente reformado como parte de una cadena de pizzerías. En sus baños, se puede encontrar una placa conmemorativa del origen de “La balsa”.

 

* Indie Hoy

 

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