Miércoles 24 de abril 2024

Mujeres inspiradoras

Redaccion Avances 08/05/2022 - 10.00.hs

Los temas inspiradores de las canciones son variados, pero seguramente la mayor cantidad corresponde a las canciones de amor; su origen, si bien se mira, se remonta muy lejos, acaso a la época de los trovadores medievales.

 

Faustino Rucaneu *

 

Aunque con mayoría de autores masculinos, prácticamente siempre es una mujer la destinataria de esa clase de canciones pero -y aquí un fascinante intríngulis- no siempre se sabe "quién es la destinataria o la inspiradora". Es un dato que, cuando se puede acceder a él, vale la pena conocer, siquiera para especular acerca de la índole física y espiritual de la musa inspiradora, más todavía cuando se trata de melodías célebres, que en base a calidad poética y/o musical han resistido el desgaste del tiempo. La circunstancia de algunas melodías más o menos conocidas puede servir de ejemplo. A menudo más allá del nombre aludido la canción se apoya en paisajes o circunstancias que le agregan un halo romántico, nostálgico y aun trágico.
Lo que sigue es una referencia suscinta acerca de la identidad de algunas de esas mujeres inspiradoras, una parte de las cuales bien puede decirse que han entrado ya en la leyenda. 

 

María Bonita.
Allá por 1945 se casaron dos celebridades mejicanas: la actriz María Félix y el compositor Agustín Lara, que eran como decir algo así como una femme fatale y un romántico empedernido y estupendo en lo suyo. El casamiento gastó mucho papel e ironías, dada la marcada diferencia de edad entre los cónyuges.
En circunstancias no del todo aclaradas -la pareja ya se había separado y hay varias versiones al respecto- Agustín Lara compuso un bellísimo vals titulado María Bonita, en abierto recuerdo de sus días de amor con una mujer de ese nombre. Conociendo la historia de aquella relación no se precisaba mucho para entender que la María aludida en los versos era María Félix.
La canción, grabada por múltiples intérpretes, se trasformó en una suerte de himno. Es fama que, cuando se sabía con anticipación que la actriz iba a algún lugar, se la recibía a los sones de María Bonita.

 

Malena. 
Desde sus mismos inicios la belleza poética de Malena creó intrigas sobre a quién nombraba o estaba dedicada. Para muchos historiadores del tango  esa bella letra era una proyección del amor que sentía el autor -Homero Manzi- por la notable cancionista Nelly Omar.
Para otros -entre ellos nuestro comprovinciano Roberto Paglia, en cuya casa supo vivir la presunta musa inspiradora- Malena fue una cantante llamada María Elena Tortolero, que habría motivado los versos de Manzi al escucharla en San Pablo, Brasil, al regreso de un viaje. La "sal del recuerdo" que menciona la canción sigue siendo válida para esta mujer, ignota en definitiva.

 

Merceditas.
Este chamamé de letra simple y sentida, todavía mantiene su popularidad en Argentina. Fue grabado por numerosas figuras de nivel internacional y narra una dolida historia de amor. El nombre de sus personajes ha pasado a la historia: Mercedes Strickler y Ramón Sixto Ríos, autor de la canción. Narra un amor simple pero interrumpido, con un real fondo de paisaje, el pueblo de Humboldt, "donde crecen los trigales, provincia de Santa Fe". Ella una típica descendiente de inmigrantes, él un buen mozo de porte criollo. La muchacha -en su decir- se desenamoró pero vivió siempre en la memoria de Ríos, y tanto que ya ancianos, él volvió a pedirle que se casaran. Ella no aceptó y quedó el recuerdo imperecedero de la canción. 
En un último gesto de amor el compositor le donó los derechos de autor por el tema musical que Mercedes le inspiró.

 

Niña Yolanda.
Esta mujer aparece mencionada en la hermosa Zamba de Lozano, de Manuel Castilla y Gustavo Leguizamón. Por ese apelativo la conocían sus amigos; su nombre completo era Yolanda Carenzo. Ya fuera en Yala -estación ferroviaria Lozano- o en alguna otra residencia extraprovincial, organizaba reuniones artísticas a la que concurría la flor y nata de la música argentina, culta o folklórica, e incluso de nivel internacional. En épocas de persecución política también dio protección a quienes se hallaban en esa condición.
Manuel J. Castilla y Gustavo Leguizamón fueron parte de esos grupos de artistas que la visitaban "camino a la Puna". Castilla la evoca relacionándola con la profunda significación de la albahaca en el Norte, al tiempo que evoca "su claridad". Popularmente se la recuerda en un festival conocido como "La Serenata a la Niña Yolanda".

 

La chica de Ipanema.
Helo Pinheiro fue la musa de Tom Jobim y Vinicius de Moraes, quienes quedaron deslumbrados por su hermosura y juventud (tenía tan sólo 17 años) cuando la veían pasar de camino a la playa.
Sesenta años atrás ambos se sentaban a conversar, beber y crear en un bar cercano a la playa de Ipanema y se sintieron impactados a su paso, por su andar.
La canción ganó fama mundial y Helo pasó a ser un símbolo de la playa y aun de Río de Janeiro. Se transformó también en actriz, modelo y empresaria de productos que llevan su nombre.

 

La Morocha.
Detrás de esta composición, acaso el primer tango que trascendió al mundo, está el nombre de una cancionista uruguaya que actuaba a principios del siglo pasado en Buenos Aires. Lola Candales era su nombre y se cuenta que su compatriota, Enrique Saborido, le dedicó una hermosa y pegadiza música a la que el legendario Angel Villoldo le puso letra esa misma noche y la introdujo en una modesta inmortalidad. La composición es, seguramente, la que Borges alude cuando dice "algún piano mandaba tangos de Saborido" en su hermoso poema Fundación mítica de Buenos Aires.

 

La Flor de la Canela.
De esta célebre canción suele decirse que es la pieza musical más famosa que ha surgido del Perú. La compuso Chabuca Granda, una compositora que supo ver la poesía en el recuerdo. La Flor de la Canela fue el apodo de una mujer que en los comienzos del siglo XX solía transitar el barrio de Rimac, en Lima, particularísima en garbo y elegancia. Se llamaba Victoria Angulo Castillo, y Chabuca supo dotar a melodía y letra de un particular sentido evocativo de aquella muchacha que estremecía la vereda "al ritmo de su cadera". Una estatua en el barrio recuerda hoy a la compositora del "segundo himno nacional peruano".

 

Eulogia Tapia.
Así se llamaba la coplera que Manuel J. Castilla conociera una tarde en un boliche de La Poma. Allí sostuvo un contrapunto de coplas en el que -el poeta lo admitía-resultó vencido. En su hermosa composición La Pomeña evoca con palabra poética y bellas metáforas aquella muchacha inmortalizada en sus versos. 

 

Katiusha.
"Katyusha" es una canción de la por entonces Unión Soviética, con auge en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Trata sobre una muchacha que añoraba a su amado, que estaba en el servicio militar. La música fue compuesta en 1938 por Matvéi Blánter y la letra fue escrita por Mijaíl Isakovski. Katiusha es un diminutivo tierno del nombre femenino Yekaterina (Catalina). En el caso de Yekaterina, Katia es el apodo y Katiusha, el hipocorístico.
La canción rusa también dio nombre a los lanzacohetes homónimos que usó el Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial. No deja de ser una paradoja dolorosa que en el combate se recibiera un mensaje de muerte y destrucción bajo el nombre de una historia de amor.  

 

La niña de Guatemala.
El nombre de esta muchacha, inmortalizada en los sentidos versos de José Martí, era María García Granados y Saborío, miembro de la alta sociedad guatemalteca. Su casa era un lugar habitual para las reuniones de artistas y en una de ellas la conoció el patriota y poeta cubano, y se enamoró de ella.
Martí tenía un compromiso de matrimonio con otra mujer, circunstancia que en esos tiempos (fines del siglo XIX) se tomaba muy en serio.
La muchacha murió en 1878 en una circunstancia particular lo que, unido al hecho de no haber podido unirse a Martí y el sentido poema que este le escribiera, dio lugar a la creencia de que había "muerto de amor". A fines del siglo XX el dúo uruguayo Los Olimareños le puso al poema una música muy sentida, lo que contribuyó todavía más a la leyenda.

 

Matilde Urrutia.
Pablo Neruda dedicó el libro Cien sonetos de amor a su tercera esposa, Matilde Urrutia. Las composiciones no son realmente sonetos en su forma clásica y tienen rima libre. Una de ellas tuvo difusión popular cuando el músico Julio Cesar Isella le puso música al soneto XCIII, acaso no de los mejores pero muy populariza por su melodía. Se dice que Matilde tuvo una gran influencia sobre el poeta y "le dio más disciplina de trabajo a su marido", además de "administrar su legado material, literario y moral, y defender los Derechos Humanos". Su carácter fuerte generó amores y antipatías entre las relaciones de Neruda. 

 

Lili Marleen.
En la II Guerra Mundial, alemanes, norteamericanos, ingleses cantaban Lili Marleen. Fue -es- la canción alemana con más éxito en la historia moderna y constituyó un hecho insólito que unió enemigos a través de una melodía.
Su autor fue Hans Leip quien al repartir su amor entre dos mujeres aunó el nombre de ambas en un poema.
Lili trabajaba en una verdulería. Marleen era una joven enfermera. Ambas eran amadas por Hans Leip, por entonces un soldado que, al no poder decidirse por una de las dos muchachas, decidió escribir un poema uniendo los nombres: Lili Marleen. 
En 1938, el compositor alemán Norbert Schultze le puso música al texto, y en 1939, una joven y aún desconocida Lale Andersen grabó el primer disco de Lili Marleen. Los nazis prohibieron la canción al considerarla de "carácter funesto" pero debieron ceder al requerimiento de su propia tropa. Fue la canción favorita de los soldados, independientemente del bando, y se tarareaba entre las trincheras en todos los idiomas.
En Dresde la estatua de una muchacha bajo un farol, frente a un cuartel, y esperando a su hombre, perpetúa la idea central de Lili Marleen. 

 

La Dolores.
Esta canción, tan conocida en los países de habla castellana hasta algunos años atrás, está inspirada en una "copla de ciego" que menciona con salaz ironía a Dolores, una mujer de existencia real que tuvo la desdicha de "andar en coplas", injustas por lo que se dice. Se trató de María Dolores
Peinador Narvión, una linda muchacha que atraía, además, por sus ojos azules. Tuvo una buena posición económica, estuvo casada y fue madre de varios hijos. 
Sobre la copla y su memoria se edificó un mito que incluye desde versos burlescos hasta visitas turísticas a un mesón tradicional que, según se dice, estuvo vinculado con la mujer. Murió en la miseria y fue enterrada "en una "tumba de caridad".

 

Dulce Georgia Brown.
Es una hermosa canción norteamericana de los años veinte del siglo pasado. En realidad ese título, montado sobre un apellido común en la cultura anglosajona, es el de la protagonista de una comedia musical -Cabaña en el cielo- en la que el Diablo envía a una vampiresa (mujer endiablada, desde ya) para que con sus atributos tiente al protagonista de la obra.
Obviamente semejante origen hace añicos la idea de una humilde muchacha campesina, idea que suele acompañar a quienes no conocen el mefistolfelico origen.

 

Más allá de las nombradas, hay cantidad de canciones con nombres femeninos de las que nunca se sabrán su motivación y origen. Para ejemplo algunas de las más sugestivas y, acaso, misteriosas.

 

Germaine.
En esa nómina inabarcable de canciones sin identificación de las inspiradoras, está Germaine, un hermoso tango de Carlos López Buchardo. La composición, sin letra, evidentemente está dedicada a una muchacha francesa, casi seguramente de Montmartre, el barrio bohemio de artistas al que iban a parar todos los argentinos que marchaban tras la estela de la Ciudad Luz, donde el autor vivió varios años.

 

Rosa de Unduavi.
Una muy sentida evocación de un amor boliviano del poeta salteño César Perdiguero. Lo curioso es que muchos años después de escrita un periodista salteño fue a Unduavi para encontrar a la protagonista. Solamente encontró una mujer en quien había hecho ella el tiempo. Y prefirió no identificarla.

 

María Salomé.
Este nombre, ubicado en medio de la realidad y la mitología del folklore andaluz, gitano especialmente, parece ocultar (o haber sido) el de una muchacha despechada que, en premio a su expresividad en el baile, pidió al jefe de la tribu la vida de quien la había ignorado. Realidad o leyenda, o bien mezcla de ambas, la canción fue muy popular décadas atrás, muy especialmente por el misterio que traslucía.

 

Rosa.
Ya camino de la ancianidad el famoso compositor Agustín Lara -antes citado en esta nota por María Bonita- conoció la muchacha a quien dedicara su  amor y reconocimiento. Hasta hoy las biografías de Lara no dan como segura la identidad de la inspiradora de tan hermosa melodía y letra.

 

La Mónica Pérez.
Pegadizo tanto en música como en letra, este joropo venezolano hunde su origen en el tiempo y tiene ya la más pura condición folklórica, es decir: anónima. Seguramente hubo una real Mónica Pérez, perdida en los años; un poeta sensible y popular y un músico sutil transformaron aquella persona y sus amores en un clásico de la música popular latinoamericana. 

 

Niña de Curacó.
La inspiradora de los sentidos versos de Juan Carlos Bustriazo Ortiz y la bella melodía de Guri Jaquez era, es, una clara muchacha del Oeste pampeano que enamoró al poeta. De ese amor surgieron algunas de las más hermosas melodías y versos que se han concretado en nuestra provincia. La identidad de la inspiradora no es desconocida pero el autor de esta nota, que la conoció, prefiere resguardarla.

 

Para Elisa.
Para cierre una canción de otro tipo de popularidad: clásica y que ha transitado los pianos de casi todo el mundo. Aunque no hay una seguridad plena, el nombre podría aludir a Therese Malfatti von Rohrenbach, una joven alumna de Beethoven, de la que habría estado enamorado. También hay otras posibles candidatas de haber sido las motivadoras de esta hermosísima fantasía musical.
Por lo escrito se evidencia que el romanticismo no tiene límites de ritmos ni amores.

 

* Colaborador 

 

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