Vairoleto en palabras
En estas páginas compartimos una serie de poemas escritos por los más renombrados poetas, inspirados en la figura de Juan Bautista Vairoleto, el “Robin Hood criollo”.
Redacción *
En estas columnas transcribimos once poemas en referencia a Juan Bautista Vairoleto, algunos de ellos completos, y otros fragmentados.
Anónimo - “Oración a Vairoleto”
(Recogido en General Alvear, Mendoza, por Walter Cazenave, en 1972).
“Vairoleto amigo, fiel compañero,
no nos olvides, ayúdanos,
que es el deseo de aquellos pobres
por quienes diste tu corazón”.
José “Cochengo” Miranda - “Décima para la muerte de Bairoletto”
En San Pedro del Atuel
en rincón sud de Mendoza
comisión de Santa Rosa
capturó al gauchito fiel,
por un glorioso laurel
el alto jefe secreto
que ende Mendoza directo
venía con orden de alarde
para asesinar cobarde
a Juan Bautista Bairoletto.
Bairoletto se encontraba
enfermo de pulmonía
según dato ya sabía
que la policía llegaba.
El día anterior se marchaba
el fugitivo prolijo
y por amor a sus hijos
el mismo día regresó
dijo: -Por salvarme yo
mi familia cae de fijo.
A las cinco ‘e la mañana
justo y al día siguiente
los pasos del contingente
llegaron a la ventana,
Bairoletto y su galana
tranquilamente dormían,
las cortinas se movían
de la ventana del rancho
y era que miraba el gaucho
el jefe de policía.
Dieciséis hombres armados
aislaron la habitación,
-¡alerta! -gritaba el peón
y a Bautista ha despertado.
Agilmente, resignado,
a su mujer le decía:
-Me hablan y es la policía
hija mía no se aflija,
le recomiendo mis hijas
porque es brava la partida.
Día catorce de septiembre
del año cuarenta y uno
fue el acto más oportuno
en que se efectuó el urdiembre,
difícil que un gaucho tiemble
aunque el peligro le nombren.
-Yo he de salir no se asombren,
soy Bairoletto -les dijo-,
pido perdón por mis hijos
mátenme a mí hombre a hombre.
Bairoletto preguntó:
-¿Es policía de Mendoza?
Si vienen de Santa Rosa,
a esos no me entrego yo.
Pero nadie respondió
a la pregunta de Juancho
y sin tardarse del rancho
salió con fin de entregarse,
las descargas sin tardarse
dejaron sin vida al gaucho.
Y doña Telma Ceballos
un leve clamor sintió
a sus hijas abrazó
víctima de un cruel desmayo;
también el tiro de ensayo
pone a ella en conocimiento
y otros seis tiros al viento
dando grata despedida,
la vivienda fue destruida
por el asalto violento.
A dos pasos de la puerta
un empleado policía
fue el que aplicó una herida
que a Bautista desconcierta,
siempre con sus ansias muertas
altivo se defendía
entre el humo parecía
un reflejo que querella,
como se apaga una estrella
el gaucho quedó sin vida.
El revólver que empuñaba
no hizo ni una tentativa
dando fin a su alma altiva
una bala destinaba,
cuando el combate cesaba
la policía comprobó,
de la vivienda robó
dejando el hogar deshecho,
regresaron satisfechos
por la justicia de Dios.
La policía de Alvear
en el sepelio de sus restos
reafirmó con grave gesto
la traición más popular,
no quisieron perdonar
muchas deudas ya prescriptas,
hoy la historia quedó inscripta
de aquel valiente pampeano
que a los bravos policianos
les tiraba a la gomita.
Aquí termino señores
la historia de Bairoletto
me despido muy discreto
volcando mis sinsabores,
les brinda un ramo de flores
el último fugitivo,
dejó La Pampa su archivo
Chaco, Neuquén, Río Negro,
Santa Cruz, Tierra del Fuego,
fue romántico y altivo.
Juan Ricardo Nervi - “Bairoleto”
Suele cruzar como un espectro.
La noche se detiene
en las calles del pueblo,
para escuchar los cascos
pausados,
simétricos.
“Es Juan…!” dirá en su lecho
don Guido Vottero.
Y tal vez salga, desvelado,
escrutando las sombras,
llamándolo.
Pero no hay nadie.
Solamente esos trancos
que se hunden en lo oscuro:
uno, dos, tres, cuatro...
Acaso algún relincho,
lejano.
Pero es él ¡quién lo duda!
“anda por ahí”,
buscando,
prófugo de su angustia,
cansado de huir, de tanto huir
con su esqueleto
enancado.
Tiene en la calavera
el orificio de su espanto:
el que puso una tarde entre las cejas
del turco,
un policía bravo
recuerda que en su huida
a caballo,
un niño remontaba su barrilete,
y el cielo era un baldío
con olor a pasto.
“¿...Y mi niñez, cómo era?
¿Cómo era yo, mamá…?
Nunca la supe”.
Uno, dos, tres, cuatro...
Los cascos del lunanco
percuten en la calle
por donde huyó una vez,
con su asco.
“¿Por qué tan solo, siempre?
¿Y por qué este rencor?
¿Fui bueno? ¿Malo?”.
Allá vivía Amieva,
acá, Alejandro Campos.
en la esquina Cometta,
¡su testigo de cargo!
“Volví cuando te fuiste;
me estaban esperando,
mamá,
pero estuve a tu lado
vestido de llorona,
llorando.
Desde entonces, ya no;
no lloré nunca:
bebí mi llanto.
Ahora vuelvo por ti,
por aquel niño
que lloró en tu regazo.
Vuelvo en pos de la lágrima
perdida.
pero es en vano...”.
Suele volver, montado
como cuando se fue.
Uno, dos, tres, cuatro:
se quiebra en la distancia
su paso.
Habrá quien se santigüe
-¡Cruz Diablo!-
porque es Juan ¡quien lo duda!
y “anda por ahí”
buscando...
Edgar Morisoli - “El último”
1. No va más, y él lo sabe. Apenas si le queda
media unca de agua,
su coraje, su desesperación,
un puñado de balas para el güinche
y la última puteada para la policía.
Despeado el moro, se acabó la huida.
¿Adónde disparar por esos campos
puro escorial, de a pie, ya sin destino?
Hasta ahí nomás llegó, y ahora, contempla
ese fogón final -unas brasitas-
con el caballo inútil a su lado…
2. No va más él ni el mundo que ha vivido,
el viejo Territorio de la Pampa Central:
criollaje del Oeste, gringos de las colonias,
indios dispersos, turcos ambulantes,
la violencia, el olvido, la muerte cotidiana,
la vida cotidiana mentirosa y mentida
como ese naipe falso que el Diablo mesturó.
(¿Violencia, pero cuál? ¿Sólo la suya?
¿Y quién se acuerda de los changarines
allá en Jacinto Aráuz, en una fosa?)
… Sombra de Juan Bautista sobre los blanquillales,
su mundo ya no existe.
Él sobrevive
casi por un capricho de la suerte,
por una burla triste,
desmemoria de un tiempo que el Tiempo degolló:
¡montes de nadie, medanadas hondas,
trillo perdido de los bandoleros;
aquellos ojos negros de una moza
Santillán o Lugones por los toldos,
del obraje fantasma; y huir, huir, huir,
entre los totorales sin orillas ni ampara!
3. “Malhaya con el moro, despearse justo ahora
cuando rumbeaba al sur!”
De los chihuidos
baja una racha hereje, un viento lobo…
Se oye un tropel. Lejano. Lejanísimo.
Cuando quiso acordar, ya era recuerdo.
José Adolfo Gaillardou - “Juan, el libre”
(Musicalizado por Roberto Palmer)
La pampa tiene un matrero
que se encendió de cardales,
fue un sargento con espuelas
quien le charqueó los ijares.
Por los caldenes del monte
se fue llevando su sombra,
todo el silencio lo esconde
si la justicia lo nombra.
Con su rifle y su caballo
y en la nuca su sombrero,
le dio su frente a la vida
tan macho como el pampero.
Luna, escúchame, luna,
cuán libres viven los pobres
tan libre como nación.
Viento, escúchame, viento,
cuán libre va por la pampa
tan libre como murió.
Ya saben de quién les hablo
si digo que lo mataron,
que por la noche y dormido
las balas lo atravesaron.
Eso dicen y no saben
que con su alma galopando,
paso alazán como siempre,
a los ranchos visitando.
Me cuentan que lo mataron
con balas de gran calibre,
y allí va por la leyenda
llamándose “Juan, el libre”.
Julio Domínguez “El Bardino” - “Milonga Baya”
En las cuerdas celestes
de mi guitarra,
cantaron una vuelta
muchas calandrias.
Y pasó un viento sur
tapando a gatas,
el rastro a Montesinos
tras las yeguadas.
Una milonga canto
para la Pampa,
otra me va llevando
por la distancia.
La que pienso y no digo,
esa es más larga,
es casi un imposible,
milonga baya.
Dicen que las milongas
nacen hermanas,
y maman de los pechos
de las guitarras.
Cuando pasa la noche,
de madrugada,
los cantores te acunan
milonga baya.
Una milonga canto
para la Pampa;
otra me va llevando
por la distancia.
Y pasó un viento sur
tapando a gatas,
el rastro a Bairoletto,
que nadie tapa.
“Don Pedro Zúñiga” (Fragmento)
¿Usted se acuerda don Pedro
¿o ya no se acuerda nada?
En los tiempos que el Atuel
hizo aumentar las majadas,
de Bairoletto, de Ainó,
de puesteros y boleadas.
¿Usted se acuerda don Pedro?,
¿o ya no se acuerda nada?.
“El volvedor” (Fragmento)
Picazo de encuentros altos
flete de parar a mano,
en el Oeste pampeano
fue bastante codiciado,
y ahora que se me ha dado
por mentar a los caballos
trataré si es que no fallo
en un floreo directo.
Diciendo que, siendo inquieto
porque era asunto de urgencia
para cambiar de querencia
se lo pidió Bairoletto.
“En el Boitano” (Fragmento)
¿A qué se debe todo esto?
preguntarán los que escuchan
esa alegría fue mucha
llegó hasta ponerme inquieto.
El alma de Bairoletto
que siempre me acompañó
aquella noche llegó
a tocarme las espaldas
fue justo en aquella barda
que mi padre galopeó.
Félix Domínguez Alcaraz - “Sonajera Nro. 1”
Cuántos siglos vibrando
tus aleros volcánicos,
barda azul y rojiza,
donde Juan Bautista
se guarecía
y mis ojos se llenaban
de diucas.
Matra rajada,
vi en tus paredes
una guitarra vieja
y el nombre de Leonor Amaya
grabado en un mate
de avestruz overo.
Tu viento pichero curtió
las manos de Pancho Villegas.
Voy a nombrarte
porque quiero escalar
tu basamento hundido,
barda…
quiscosa y albaricoquera
decir de la gente que habita
tu meseta xerófila y ancestral.
Esta boca tomillosa
se para en tu umbral…
para decir guitarras…
Me destroza el alpatacal;
yo quiero mis calandrias…!
Enrique “Quique” Rodríguez - “Juan Bautista Bairoletto. El último bandido romántico” (1994-Fragmento)
Cayó vencido en Carmensa
o San Pedro del Atuel,
quizás el destino infiel
permitió aquella torpeza;
la respuesta a tu nobleza
el pueblo te la está dando,
el humilde está llorando,
y te brinda su respeto,
Juan Bautista Bairoletto,
El pobre te sigue amando.
Allí duerme el bandolero
venerado por la gente,
y sigue siendo un presente
y el amigo más sincero,
defensor del chacarero
y del pobre, con dignidad,
conociendo su bondad
lloran al gaucho caído,
que no lo creen vencido
y vive en la eternidad.
A un boliche llegaría
Bustriazo, aquel oficial
que luego en trance fatal
al gaucho eliminaría.
Bairoletto al policía
lo tenía encañonado
tras de la puerta apostado,
lo dejaba caminar
llevando las de ganar
el gaucho lo ha perdonado.
En un continuo fugar
sorteaba a la policía,
y a bala siempre cubría
su defensa al disparar;
nunca ha querido matar,
esto comenta la gente,
y el pobre humilde indigente
siempre lo sabrá alabar;
lo suele catalogar
como el hombre más valiente.
Fue carteador de esperanzas,
fueron cortos los caminos
que le trazara el destino
al galopar las distancias;
quedó escrito en las estancias
por su amistad y su respeto
el recuerdo más correcto
ante quien lo conoció;
por eso te canto yo,
Juan Bautista Bairoletto.
* Compilación de Sergio De Matteo
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