Sabado 27 de abril 2024

Vairoleto en palabras

Redaccion Avances 21/01/2024 - 15.00.hs

En estas páginas compartimos una serie de poemas escritos por los más renombrados poetas, inspirados en la figura de Juan Bautista Vairoleto, el “Robin Hood criollo”.

 

Redacción *

 

En estas columnas transcribimos once poemas en referencia a Juan Bautista Vairoleto, algunos de ellos completos, y otros fragmentados.

 

 

Anónimo - “Oración a Vairoleto”

 

(Recogido en General Alvear, Mendoza, por Walter Cazenave, en 1972).

 

 

“Vairoleto amigo, fiel compañero,

 

no nos olvides, ayúdanos,

 

que es el deseo de aquellos pobres

 

por quienes diste tu corazón”.

 

 

José “Cochengo” Miranda - “Décima para la muerte de Bairoletto”

 

 

En San Pedro del Atuel

 

en rincón sud de Mendoza

 

comisión de Santa Rosa

 

capturó al gauchito fiel,

 

por un glorioso laurel

 

el alto jefe secreto

 

que ende Mendoza directo

 

venía con orden de alarde

 

para asesinar cobarde

 

a Juan Bautista Bairoletto.

 

 

Bairoletto se encontraba

 

enfermo de pulmonía

 

según dato ya sabía

 

que la policía llegaba.

 

El día anterior se marchaba

 

el fugitivo prolijo

 

y por amor a sus hijos

 

el mismo día regresó

 

dijo: -Por salvarme yo

 

mi familia cae de fijo.

 

 

A las cinco ‘e la mañana

 

justo y al día siguiente

 

los pasos del contingente

 

llegaron a la ventana,

 

Bairoletto y su galana

 

tranquilamente dormían,

 

las cortinas se movían

 

de la ventana del rancho

 

y era que miraba el gaucho

 

el jefe de policía.

 

 

Dieciséis hombres armados

 

aislaron la habitación,

 

-¡alerta! -gritaba el peón

 

y a Bautista ha despertado.

 

Agilmente, resignado,

 

a su mujer le decía:

 

-Me hablan y es la policía

 

hija mía no se aflija,

 

le recomiendo mis hijas

 

porque es brava la partida.

 

 

Día catorce de septiembre

 

del año cuarenta y uno

 

fue el acto más oportuno

 

en que se efectuó el urdiembre,

 

difícil que un gaucho tiemble

 

aunque el peligro le nombren.

 

-Yo he de salir no se asombren,

 

soy Bairoletto -les dijo-,

 

pido perdón por mis hijos

 

mátenme a mí hombre a hombre.

 

 

Bairoletto preguntó:

 

-¿Es policía de Mendoza?

 

Si vienen de Santa Rosa,

 

a esos no me entrego yo.

 

Pero nadie respondió

 

a la pregunta de Juancho

 

y sin tardarse del rancho

 

salió con fin de entregarse,

 

las descargas sin tardarse

 

dejaron sin vida al gaucho.

 

 

Y doña Telma Ceballos

 

un leve clamor sintió

 

a sus hijas abrazó

 

víctima de un cruel desmayo;

 

también el tiro de ensayo

 

pone a ella en conocimiento

 

y otros seis tiros al viento

 

dando grata despedida,

 

la vivienda fue destruida

 

por el asalto violento.

 

 

A dos pasos de la puerta

 

un empleado policía

 

fue el que aplicó una herida

 

que a Bautista desconcierta,

 

siempre con sus ansias muertas

 

altivo se defendía

 

entre el humo parecía

 

un reflejo que querella,

 

como se apaga una estrella

 

el gaucho quedó sin vida.

 

 

El revólver que empuñaba

 

no hizo ni una tentativa

 

dando fin a su alma altiva

 

una bala destinaba,

 

cuando el combate cesaba

 

la policía comprobó,

 

de la vivienda robó

 

dejando el hogar deshecho,

 

regresaron satisfechos

 

por la justicia de Dios.

 

 

La policía de Alvear

 

en el sepelio de sus restos

 

reafirmó con grave gesto

 

la traición más popular,

 

no quisieron perdonar

 

muchas deudas ya prescriptas,

 

hoy la historia quedó inscripta

 

de aquel valiente pampeano

 

que a los bravos policianos

 

les tiraba a la gomita.

 

 

Aquí termino señores

 

la historia de Bairoletto

 

me despido muy discreto

 

volcando mis sinsabores,

 

les brinda un ramo de flores

 

el último fugitivo,

 

dejó La Pampa su archivo

 

Chaco, Neuquén, Río Negro,

 

Santa Cruz, Tierra del Fuego,

 

fue romántico y altivo.

 

 

Juan Ricardo Nervi - “Bairoleto”

 

 

Suele cruzar como un espectro.

 

La noche se detiene

 

en las calles del pueblo,

 

para escuchar los cascos

 

pausados,

 

simétricos.

 

 

“Es Juan…!” dirá en su lecho

 

don Guido Vottero.

 

Y tal vez salga, desvelado,

 

escrutando las sombras,

 

llamándolo.

 

 

Pero no hay nadie.

 

Solamente esos trancos

 

que se hunden en lo oscuro:
uno, dos, tres, cuatro...

 

Acaso algún relincho,

 

lejano.

 

 

Pero es él ¡quién lo duda!

 

“anda por ahí”,

 

buscando,

 

prófugo de su angustia,

 

cansado de huir, de tanto huir

 

con su esqueleto

 

enancado.

 

Tiene en la calavera

 

el orificio de su espanto:

 

el que puso una tarde entre las cejas

 

del turco,

 

un policía bravo

 

 

recuerda que en su huida

 

a caballo,

 

un niño remontaba su barrilete,

 

y el cielo era un baldío

 

con olor a pasto.

 

 

“¿...Y mi niñez, cómo era?

 

¿Cómo era yo, mamá…?

 

Nunca la supe”.

 

 

Uno, dos, tres, cuatro...

 

Los cascos del lunanco

 

percuten en la calle

 

por donde huyó una vez,

 

con su asco.

 

 

“¿Por qué tan solo, siempre?

 

¿Y por qué este rencor?

 

¿Fui bueno? ¿Malo?”.

 

 

Allá vivía Amieva,

 

acá, Alejandro Campos.

 

en la esquina Cometta,

 

¡su testigo de cargo!

 

 

“Volví cuando te fuiste;

 

me estaban esperando,

 

mamá,

 

pero estuve a tu lado

 

vestido de llorona,

 

llorando.

 

Desde entonces, ya no;

 

no lloré nunca:

 

bebí mi llanto.

 

Ahora vuelvo por ti,

 

por aquel niño

 

que lloró en tu regazo.

 

Vuelvo en pos de la lágrima

 

perdida.

 

pero es en vano...”.

 

 

Suele volver, montado

 

como cuando se fue.

 

Uno, dos, tres, cuatro:

 

se quiebra en la distancia

 

su paso.

 

Habrá quien se santigüe

 

-¡Cruz Diablo!-

 

porque es Juan ¡quien lo duda!

 

y “anda por ahí”

 

buscando...

 

 

Edgar Morisoli - “El último”

 

 

1. No va más, y él lo sabe. Apenas si le queda

 

media unca de agua,

 

su coraje, su desesperación,

 

un puñado de balas para el güinche

 

y la última puteada para la policía.

 

 

Despeado el moro, se acabó la huida.

 

¿Adónde disparar por esos campos

 

puro escorial, de a pie, ya sin destino?

 

Hasta ahí nomás llegó, y ahora, contempla

 

ese fogón final -unas brasitas-

 

con el caballo inútil a su lado…

 

 

2. No va más él ni el mundo que ha vivido,

 

el viejo Territorio de la Pampa Central:

 

criollaje del Oeste, gringos de las colonias,

 

indios dispersos, turcos ambulantes,

 

la violencia, el olvido, la muerte cotidiana,

 

la vida cotidiana mentirosa y mentida

 

como ese naipe falso que el Diablo mesturó.

 

 

(¿Violencia, pero cuál? ¿Sólo la suya?

 

¿Y quién se acuerda de los changarines

 

allá en Jacinto Aráuz, en una fosa?)

 

 

… Sombra de Juan Bautista sobre los blanquillales,

 

su mundo ya no existe.

 

Él sobrevive

 

casi por un capricho de la suerte,

 

por una burla triste,

 

desmemoria de un tiempo que el Tiempo degolló:

 

¡montes de nadie, medanadas hondas,

 

trillo perdido de los bandoleros;

 

aquellos ojos negros de una moza

 

Santillán o Lugones por los toldos,

 

del obraje fantasma; y huir, huir, huir,

 

entre los totorales sin orillas ni ampara!

 

 

3. “Malhaya con el moro, despearse justo ahora

 

cuando rumbeaba al sur!”

 

De los chihuidos

 

baja una racha hereje, un viento lobo…

 

Se oye un tropel. Lejano. Lejanísimo.

 

Cuando quiso acordar, ya era recuerdo.

 

 

José Adolfo Gaillardou - “Juan, el libre”

 

(Musicalizado por Roberto Palmer)

 

 

La pampa tiene un matrero

 

que se encendió de cardales,

 

fue un sargento con espuelas

 

quien le charqueó los ijares.

 

 

Por los caldenes del monte

 

se fue llevando su sombra,

 

todo el silencio lo esconde

 

si la justicia lo nombra.

 

 

Con su rifle y su caballo

 

y en la nuca su sombrero,

 

le dio su frente a la vida

 

tan macho como el pampero.

 

 

Luna, escúchame, luna,

 

cuán libres viven los pobres

 

tan libre como nación.

 

 

Viento, escúchame, viento,

 

cuán libre va por la pampa

 

tan libre como murió.

 

 

Ya saben de quién les hablo

 

si digo que lo mataron,

 

que por la noche y dormido

 

las balas lo atravesaron.

 

 

Eso dicen y no saben

 

que con su alma galopando,

 

paso alazán como siempre,

 

a los ranchos visitando.

 

 

Me cuentan que lo mataron

 

con balas de gran calibre,

 

y allí va por la leyenda

 

llamándose “Juan, el libre”.

 

 

Julio Domínguez “El Bardino” - “Milonga Baya”

 

 

En las cuerdas celestes

 

de mi guitarra,

 

cantaron una vuelta

 

muchas calandrias.

 

Y pasó un viento sur

 

tapando a gatas,

 

el rastro a Montesinos

 

tras las yeguadas.

 

 

Una milonga canto

 

para la Pampa,

 

otra me va llevando

 

por la distancia.

 

La que pienso y no digo,

 

esa es más larga,

 

es casi un imposible,

 

milonga baya.

 

 

Dicen que las milongas

 

nacen hermanas,

 

y maman de los pechos

 

de las guitarras.

 

Cuando pasa la noche,

 

de madrugada,

 

los cantores te acunan

 

milonga baya.

 

 

Una milonga canto

 

para la Pampa;

 

otra me va llevando

 

por la distancia.

 

Y pasó un viento sur

 

tapando a gatas,

 

el rastro a Bairoletto,

 

que nadie tapa.

 

 

Don Pedro Zúñiga” (Fragmento)

 

 

¿Usted se acuerda don Pedro

 

¿o ya no se acuerda nada?

 

En los tiempos que el Atuel

 

hizo aumentar las majadas,

 

de Bairoletto, de Ainó,

 

de puesteros y boleadas.

 

¿Usted se acuerda don Pedro?,

 

¿o ya no se acuerda nada?.

 

 

El volvedor” (Fragmento)

 

 

Picazo de encuentros altos

 

flete de parar a mano,

 

en el Oeste pampeano

 

fue bastante codiciado,

 

y ahora que se me ha dado

 

por mentar a los caballos

 

trataré si es que no fallo

 

en un floreo directo.

 

Diciendo que, siendo inquieto

 

porque era asunto de urgencia

 

para cambiar de querencia

 

se lo pidió Bairoletto.

 

 

En el Boitano” (Fragmento)

 

 

¿A qué se debe todo esto?

 

preguntarán los que escuchan

 

esa alegría fue mucha

 

llegó hasta ponerme inquieto.

 

El alma de Bairoletto

 

que siempre me acompañó

 

aquella noche llegó

 

a tocarme las espaldas

 

fue justo en aquella barda

 

que mi padre galopeó.

 

 

Félix Domínguez Alcaraz - “Sonajera Nro. 1”

 

 

Cuántos siglos vibrando

 

tus aleros volcánicos,

 

barda azul y rojiza,

 

donde Juan Bautista

 

se guarecía

 

y mis ojos se llenaban

 

de diucas.

 

 

Matra rajada,

 

vi en tus paredes

 

una guitarra vieja

 

y el nombre de Leonor Amaya

 

grabado en un mate

 

de avestruz overo.

 

Tu viento pichero curtió

 

las manos de Pancho Villegas.

 

 

Voy a nombrarte

 

porque quiero escalar

 

tu basamento hundido,

 

barda…

 

quiscosa y albaricoquera

 

decir de la gente que habita

 

tu meseta xerófila y ancestral.

 

 

Esta boca tomillosa

 

se para en tu umbral…

 

para decir guitarras…

 

 

Me destroza el alpatacal;

 

yo quiero mis calandrias…!

 

 

Enrique “Quique” Rodríguez - “Juan Bautista Bairoletto. El último bandido romántico” (1994-Fragmento)

 

 

Cayó vencido en Carmensa

 

o San Pedro del Atuel,

 

quizás el destino infiel

 

permitió aquella torpeza;

 

la respuesta a tu nobleza

 

el pueblo te la está dando,

 

el humilde está llorando,

 

y te brinda su respeto,

 

Juan Bautista Bairoletto,

 

El pobre te sigue amando.

 

 

Allí duerme el bandolero

 

venerado por la gente,

 

y sigue siendo un presente

 

y el amigo más sincero,

 

defensor del chacarero

 

y del pobre, con dignidad,

 

conociendo su bondad

 

lloran al gaucho caído,

 

que no lo creen vencido

 

y vive en la eternidad.

 

 

A un boliche llegaría

 

Bustriazo, aquel oficial

 

que luego en trance fatal

 

al gaucho eliminaría.

 

Bairoletto al policía

 

lo tenía encañonado

 

tras de la puerta apostado,

 

lo dejaba caminar

 

llevando las de ganar

 

el gaucho lo ha perdonado.

 

 

En un continuo fugar

 

sorteaba a la policía,

 

y a bala siempre cubría

 

su defensa al disparar;

 

nunca ha querido matar,

 

esto comenta la gente,

 

y el pobre humilde indigente

 

siempre lo sabrá alabar;

 

lo suele catalogar

 

como el hombre más valiente.

 

 

Fue carteador de esperanzas,

 

fueron cortos los caminos

 

que le trazara el destino

 

al galopar las distancias;

 

quedó escrito en las estancias

 

por su amistad y su respeto

 

el recuerdo más correcto

 

ante quien lo conoció;

 

por eso te canto yo,

 

Juan Bautista Bairoletto.

 

 

* Compilación de Sergio De Matteo

 

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